Rock por Palestina: Crónica de Sevilla
Por 11 marzo, 2011 22:280


El pasado 25 de febrero se celebró el primero de varios conciertos que se van a desarrollar por toda la geografía española como parte de la campaña Rumbo a Gaza, una iniciativa a favor del pueblo palestino.
Cuando llegué al Pabellón de San Pablo aún no había comenzado el evento, pero ya se acumulaba la gente en los alrededores “ambientándose” para entrar. Había quedado con varios amigos e intenté buscarlos entre la marea. Realmente hace tiempo que me había dejado de apasionar el tipo de música que a ellos les había reunido allí, pero sin haber tenido nunca la oportunidad de ver a alguno en directo me dieron muchas ganas de ir.
El precio no era nada excesivo y además la recaudación fue íntegra para la organización Rumbo a Gaza, a favor de la causa palestina. Una vez encontré a mi grupo y me dejaron acceder al recinto, la fiesta no tardó mucho en empezar. El primer grupo en aparecer fue Gritando en Silencio, que a pesar del mejorable sonido acústico del recinto, contaban con la ventaja de ser los primeros en desencadenar los saltos en el pabellón.
A pesar de ser sevillanos los presentaron como bastante desconocidos en la ciudad, aunque tampoco debe ser una sorpresa, ya que no suenan muy diferentes a cualquier otro grupo de rock posterior a Extremoduro y Marea. De hecho, en una de sus canciones casi llegué a sentirme dentro del riff de “Decidí”… No obstante, fue un buen concierto para animar el cotarro y empezar con mis temidos y a la vez adorados “pogos”. Intenté ir hacia el centro con una amiga para coger sitio, pero después de unos cuantos empujones intentando conservar el equilibrio decidí finalmente preservar mi vida íntegra y abandonar la idea (y a mi amiga, empeñada en morir voluntariamente). De hecho, el movimiento casi le cuesta un disgusto a la organización, ya que las vallas colocadas para soportar a tanta gente no eran las más adecuadas y tuvieron que hacer una breve pausa para afianzarlas. Como mi objetivo en la vida no es morir en un concierto y menos de Gritando en Silencio, me trasladé, ya que en el lado izquierdo del pabellón se escuchaba igual, al fin y al cabo.
Tras unas últimas canciones y alguna que otra balada con poema a lo Robe en medio, Gritando en Silencio se bajaron del escenario y el recinto empezó a llenarse de gente ansiosa por que empezara SKA-P, un grupo que debido a su fama internacional hacía mucho tiempo que no se pasaba por estos lares. Cuando el concierto dio comienzo, tras unos audiovisuales en los que la organización manifestaba su apoyo al pueblo palestino y el motivo de esta reunión musical, todo el pabellón estaba ardiendo en deseos de empezar a bailar ska.
Debo confesar que aunque ya no me vuelven loca y de hecho no he vuelto a escucharlos desde hace bastantes años, no paré de saltar y bailar durante toda la actuación. Daba igual que el sonido no fuera el mejor, porque todos nos sabíamos las canciones. Con temas que estaban en la memoria de todos, “Intifada” (no podía faltar a la cita en un concierto propalestina, por supuesto), “Planeta Eskoria”, “A la mierda”, “El Vals del Obrero”, sonaron como siempre. Todo el pabellón no paró de hacer pogos, conmigo dentro incluida, y mis intentos por mantenerme en pie fueron bastante fructuosos (he notado que el género masculino es mucho más cuidadoso cuando una fémina se encuentra dentro del grupo de empujones). Pero llegó el momento de la buenrrollera “Cannabis” que habría de costarme la noche. Irónicamente, y a pesar del cuidado de los muchachos en no tumbarme al suelo, fueron las manos de una muchacha (bueno, en realidad fueron los codazos) las que me legalizaron la cara en uno de los momentos más enérgicos de la canción, dándome una hostia en la nariz que no olvidaré en mi vida (el mes anterior me había hecho un piercing y la cosa fue bastante… esperpénticamente dolorosa). Quién me mandaría a mí venir a estas cosas, yo ya estoy vieja, a mí me gustan los conciertos más tranquilitos, pero qué barbaridad, la madre que me parió donde estaría… Pensando todo esto mientras la muchacha se desvivía por pedirme disculpas y yo intentaba hacerle ver que en realidad la culpa no la tenía ella, me dirigí al cuarto de baño a echarme suero en cantidades industriales, cuando me di cuenta de que la bolita de mi piercing había volado a bailar ska con los demás.
Decidida a no volver a repetir la experiencia, intenté retirarme del público, pero aquello era imposible puesto que todos estaban bailando igual en el centro, a la izquierda, a la derecha, detrás… ¡Qué sin vivir! Me subí a las gradas con los viejunis, y me senté a admirar los pogos desde arriba. Por aquella noche ya había tenido suficiente. No obstante, fue agradable ver la fiesta desde otro punto de vista, y SKA-P siguió el concierto con temas míticos como “El Gato López”, “Niño soldado”…
Para Porretas me instalé en las gradas de la derecha con mi amiga y constaté que verdaderamente el sonido en aquel recinto no era el más adecuado para grupos de este tipo. El grupo de rock madrileño sonó bastante bien, tocando sus clásicos como “El abuelo fue picaor”, la versión de Joaquín Sabina “Pongamos que hablo de Madrid” y la favorita “Marihuana”.
Tras ellos vino Storm, lo mejor de toda la noche para algunos asistentes. Con un nivel musicable y una verdadera demostración de cómo hay que tocar, el guitarrista finalizó el concierto con un solo de guitarra que sonó al Concierto de Aranjuez, y no contento con eso continuó utilizando un vaso de tubo como púa, terminando el solo con los dientes.
Y para terminar la noche le tocaba el turno a Celtas Cortos, presentado algunos temas de su nuevo disco como “El Marinero Borracho” o “el Blues del Pescador”. Es de destacar el discurso onírico que dedicó el vocalista Jesús Cifuentes, mandando algunos mensajes de unidad y acción a favor de Palestina uniendo la temática marítima de sus canciones con el proyecto Rumbo a Gaza, que pretende mandar una flota de ayuda al territorio palestino.
En definitiva, una buena noche de solidaridad y buena música.