Azkena Rock Festival 2012, rock por todo lo alto
Por 21 junio, 2012 20:180


Se acerca el verano, y con ellos los festivales con más personalidad, el Azkena Rock Festival, que año tras año (y ya van unos cuantos) se corona como el mejor festival de rock y hard-rock del país. Cierto es que no tiene demasiada competencia en este terreno, lo cual le da un punto más de mérito por no bajar el pistón en sus variopintos carteles.
El jueves, primer día del festival, las prisas aterrizando a Vitoria hicieron que a Blues Öyster Cult sólo los pudiese escuchar desde la cabina de cambio de pulsera. Como cada año, el Azkena es un festival cómodo en el que no hay colas para recoger entradas, cambiar pulseras o entrar en el recinto. Acto seguido, en el escenario Robin Gibb, dio comienzo Israel Nash Gripka. Para quienes no lo conocíamos, el de Missouri ha sido una de los grandes descubrimientos desde que le confirmaron para el festival, y el concierto fue cautivador. Una musicalidad evocadora y llena de personalidad con unas melodías que van desde a Dave Mathews Band a Ryan Adams. El concierto no tuvo tregua y tocaron un repertorio con su álbum más aclamado, “Barn Doors & Concrete Floors”, y alguna canción de los otros 2 LP’s que tiene publicado. Imprescindible seguirle la pista.


Tras Gripka me dirigí al escenario principal, que este año lleva el nombre del recientemente fallecido miembro de The Band, Levon Helm. Allí se encontraban ya sonando Twisted Sister y su show glam, hortera y divertido. Los dos grandes momentos del concierto, como no podía ser de otra forma fueron “I wanna Rock” y “We’re not gonna take it” (o la adaptación en castellano: huevos con aceite). Un conciertazo para abrir boca.


Me acerqué a ver el comienzo de Graveyard, pero desde mi posición (estaba preparado para salir a ver a Status Quo) el sonido no fue nada bueno y en cuanto llegó la hora de los padres del rock y del boogie me fui pitando al escenario principal. Y ahí salieron ellos, con toda la banda, el piano, las cuerdas y unos jóvenes viejos que no tenían la intención de hacer perder un segundo al público. Lo tocaron todo y lo tocaron muy bien. Los recelos que algunos tenían con la actuación de Status Quo acabaron disipándose con “Rockin’ All Over the World”, “Whatever you want” o “Back to Back”. Incansables, los grandes triunfadores del jueves.
El viernes la jornada se tornaba más heavy metal. Al entrar al recinto escuché los últimos acordes de Lisabö y casi sin parar fui al Escenario Adam Yauch (tercer guiño a tres grandes de la música que nos han dejado recientemente). Allí se encontraban Gun con todo dispuesto. El sol apretaba y la gente se apretujaba en la sombra y en las laderas laterales para poder moverse sin acabar sofocado. El concierto fue correcto. Las horas la verdad es que no acompañaban a una banda de este calibre, aunque sonaron espesos no decepcionaron y mantuvieron al público atento gran parte de su actuación.


En el escenario principal se preparaba una de las delicatessen de la jornada, el hermano Robinson de los Black Crowes, con su Rick Robinson Band. Un muy esperado concierto ya que el festival ARF guarda siempre muchos fieles y un gran recuerdo del concierto que los cuervos dieron en 2006. El concierto intercaló canciones de su disco en solitario, de “Through” a “Crooked Sun”, con canciones de los Black Crowes y una sorprendente versión de “Cinammon Girl” (Neil Young) para cerrar la actuación. El sonido fue perfecto, y tanto él como la banda respondieron con una actitud de diez. Gran actuación.
En el segundo escenario ya calentaba motores Zakk Wilde con su repertorio de guitarras y calaveras. Black Label Society salieron a escena entre la ovación del público y Zakk se presentó con una gran corona de plumas india. Igual que un semidios, con su cuerpo de motorista y sus punteos sólo aptos para los grandes fans del heavy. Entre canción y canción se intercalaban punteos dando muestra de su impecalbe técnica y exquisita puesta en escena. Hasta que llegó el momento sólo apto para los más duros: un punteo de más de 15 minutos que no todo el público aguantó. Un auténtico examen de rock.


Una vez acabado Zakk (algunos dicen que sigue punteando en el recinto de Mendizabal) llegó el turno para su amigo Ozzy. Una desafortunada enfermedad de Tommi Iomi impidió ver a Black Sabbath con su formato original y tuvimos que conformarnos de ver el formato que presenta Ozzy, mezclando canciones suyas con las de la banda que lo vio crecer.
El repertorio fue intachable y aunque su actitud de payasete a veces rozaba el ridículo, todo el mundo los disfrutó. Como nota al margen de la música, la manguera de espuma que sacaba a pasear calándose él y calando a medio público deberían prohibírsela de por vida. Pero siendo sinceros Ozzy cumplió con creces. Sonaron “War Pigs”, “Iron Man” o “Paranoid” para el deleite de los fans de Black Sabbath. Y también sonaron “Mr. Crowley” o “Crazy Train” para quienes también aprecian su excelente carrera en solitario. Esperemos que Tommi se recupere y podamos verlos a los cuatro otra vez juntos en la carretera.


Con media hora para recuperar fuerzas se abrió paso a The Mars Volta. Omar y Cedric venían a defender su música que tantos adeptos y detractores genera. El año pasado tocaron en el vecino BBK Live a una hora muy temprana que acabó aburriendo al personal y esta vez el examen lo pasaron con un suficiente. Es una propuesta complicada para presentar en un festival. Suenan bien y tocan mejor, pero la complejidad que muestran en ocasiones acaba resultando demasiado saturadora en un festival. Me reservo la nota para cuando tenga ocasión de poder juzgarles tocando en un sala en condiciones.
El sábado, último día del festival, nos venía cargado con una serie de conciertos de órdago. La jornada dio comienzo con Frank Turner & the Sleeping Souls, un concierto poderoso y lleno de energía que fue perfecto para la hora en la que estaba programado. La voz de Frank, rasgada y potente, llenó el escenario principal del recinto de Mendizabal y fue una grata sorpresa.
Tras Frank tocaba el turno para uno de los grandes nombres que el folk ha dado esta última década, hablamos de M.Ward y su banda, quien no ha parado durante estos años, siempre ofreciéndonos discos que agregan un gran valor al estilo que está desarrollando. La presencia en el escenario, el derroche de clase y su áurea de “rock-star” son de las que enganchan. El concierto, que duró algo menos de una hora, estuvo repleto de canciones de su últimos trabajos. Desde los conocidos “Post-Ward” a “Hold time” y, cómo no, su último trabajo recién sacado “A Wasteland companion”. El gran sonido de la banda y las ganas del público acompañaron el notable concierto.


El gran nombre de este Azkena rock, con disculpa de los caídos Black Sabbath, no era otro que Lynyrd Skynyrd, los padres del rock sureño. La gente que colmaba los escenarios desde primera hora así lo demostraba: mucha gente ataviada con sombreros americanos, chupas recién salidas de Jackssonville. Johnny Van Zant y los suyos salieron a la hora prevista en gritos y aplausos. De los tres guitarristas que saltaron al escenario siempre Rickey Medlocke llama la atención con su look vampiresco. Para ser honestos, el concierto empezó algo frío, no se notaba conexión entre Johnny y los demás músicos, parecía haber algún tipo de tirantez y se reflejó en la musicalidad. “Working for the MCA” o “Skynyrd Nation” dejaron algo frío al personal y la dinámica no cambiaría hasta “Simple man”, donde Johnny sacó la bandera de los estados confederados y la cosa empezó a cambiar. Las cabezas empezaron a agitarse, la complicidad entre todos mejoró y pudimos disfrutar de un gran concierto. Sonaron clásicos como “Gimme three steps” o la archiconocida “Sweet home alabama”. La guinda fue el único bis que tocaron, “Free Bird”, que sonó perfecta, dura, contundente, llena de energía, que fue alargada más de lo previsto entre guitarreos y golpes de batería y que dejó al público con una sonrisa en la boca.


Media hora después, en el mismo escenario, saltaron My Morning Jacket; uno de los nombres menos ajustados al perfil del Azkena de “rock-duro” pero que tienen un historial intachable. El concierto en primeras filas empezó sonando borroso, bajos y graves altísimos y distorsionados. Decidí alejarme unos metros y la cosa cambió. En la segunda canción, “One Big Holiday” el sonido ya era más que notable. Así vinieron “Circuital”, de su último trabajo, o la emotiva “Gideon” que fue una de las que mejor sonó. El concierto, algo corto para la entidad del artista, fue de menos a más y acabar con “Mahgeetah” fue el broche perfecto para una gran actuación.
En el segundo escenario, Hank III, nieto del fundador del folk Hank Williams, nos ofreció un concierto divertido y serio a la vez. Como recién salido de un bar donde el Whisky todavía se cataloga con las XXX, Frank ataviado con su banjo repasó los temas más famosos de su carrera y puso al público a mover la cabeza como pocos artistas lo habían hecho en esta edición.


En el escenario principal llegó The Darkness y su glam. La actuación estuvo a la altura de su leyenda, en el caso de que te guste su leyenda. Demasiada parafernalia y una voz que aunque se conserva en forma no es del agrado de quien escribe esto. Sonó la clásica “I believe in a think called love” y nos fuimos de allí para terminar de ver a Brian Jonestown Massacre. Un concierto genial como cierre de esta edición del Azkena Rock Festival.
El balance ha sido más que positivo. Sin colas para pedir o ir al baño, sin mareas de gente entre escenarios, un sonido notable alto en cualquiera de los 3 escenarios. También decir que se ha notado la ausencia de público, hemos campado muy a nuestras anchas y seguramente la organización y sus arcas lo noten cara al año que viene. Año en el que, seguro, no faltaremos a la cita en la ciudad vitoriana.