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Swans: el desgarro definitivo

Por Marcos Gendre 1

Poco a poco se acerca la hora de “The Seer”, el nuevo Lp de los Swans. Para irnos preparando ante la salvajada que nos tienen preparada Michael Gira y los suyos nos situamos en perspectiva y comenzamos la cuenta atrás.


¡Mi madre! Aún me tiembla el pulso después de revisitar el último trayecto de la discografía de los Swans. Tras tamaña experiencia, salgo a la calle  y doy un paseo entre la multitud mientras el cerebro aún me bulle por los espasmos que me recorren el espinazo. Sensación próxima a hacer puenting sobre una cama de faquir, consigo relajarme cuando ya han pasado dos largas horas con el estómago cerrado como un percebe en el Mediterráneo. Vuelvo a casa en el momento en que el que empiezo a recobrar la normalidad, pero aún con las manos haciendo el baile de San Vito, enciendo el portátil y me dispongo a intentar descifrar en códigos lingüísticos, si realmente se puede, lo que representa enfrentarse a este combo de poder avasallador, y ante el que solo puedo sacar en limpio cuatro palabras: Un jodido agujero negro. Allí es donde te metes al darle al play, desatando la ceremonia de amor puro, éxtasis e irreverencia dirigida con mala saña por Michael Gira y sus acólitos, y adonde no han cejado de arrastrarnos vilmente desde su  vuelta al epicentro de la tormenta con el abrumador “My Father Will Guide me a Rope to the Sky” (2010).

Para comprender en toda su plenitud la magnitud de este regreso, hay que partir de un Michael Gira al que aún le quedaban cuentas por saldar a la vera del precipicio que él mismo construyó a partir de obras tan maravillosamente  desproporcionadas como “Cop” (1983), “Children of God” (1987) y “Soundtracks for the Blind” (1996) y quien, ya con casi 60 tacos, ha debido vender su alma al diablo a cambio de la eterna juventud. Solo así, se puede explicar la envergadura de sus nuevos clásicos, apoyados por un insuperable directo en el que demuestran ser los cisnes más bellos y peligrosos de nuestro ecosistema. Directo al que yo tuve la suerte de asistir en su atronadora actuación del Primavera Sound, donde seis alimañas en círculo, fijaban entre ellos sus miradas, buscando la complicidad del desgarro final. Un cataclismo emocional, del  que un servidor salió vacío por dentro y conmocionado por fuera. Una experiencia tan musical, como física, que queda perfectamente reflejada en el doble lp en directo “We Rose From Your Bed With The Sun In Our Heads” (2012), que además sirve como revelador paréntesis entre sus dos últimos discos en estudio, exponiendo la dimensión real de unas canciones como La Sagrada Familia, siempre en perpetua construcción y en dirección a los cielos más tempestuosos.

Comenzando por este testimonio sonoro de su última gira,  cuando ya hace tiempo que este formato ha pasado a mejor vida, surge la excusa de utilizarlo como método de financiación para poder grabar como se merece “The Seer” (2012) y, de paso, poder mostrarnos una prueba, lo más cercanamente posible, al poder sobrecogedor que destilaban durante este inolvidable tour.

Como un muro impenetrable, así suenan las canciones de este doble Lp: mutadas, con sobredosis de intensidad y, por momentos, irreconocibles dentro de un “todo” indivisible. El empuje aplastante de “Beautiful Child”, mucho más salvaje que en estudio, o el drone infernal que introduce el concierto, son dos muestras perfectas de una obra que rompe con el concepto habitual de disco en vivo, como una simple colección de grandes éxitos encima de un escenario. Al contrario, nos regalan un trozo de infierno donde todos los temas aparecen en versiones nuevas, mejoradas y sobredimensionadas, con un plus de ferocidad, y en lo que mucho tiene que ver la guitarra dolorida, desatada y utilizada a ritmo de blues-noise arrastrado de Norman Westberg y también las estratosféricas percusiones aporreadas por los brutales Thor Harris y Phil Puleo.

 El disco en directo más justificable de las últimas décadas, “We Rose From Your Bed With The Sun In Our Heads” trasciende su carácter primerizo de disco de apoyo económico para acabar convirtiéndose en uno de los grandes triunfos por parte de nuestro oficiador favorito de misas negras.

Por si no fuera suficiente, esta es una obra en la que Gira anticipa parte del material de “The Seer” mediante siete demos a pelo, secas y acústicas – previa introducción hablada  de cada una -, acabando por certificar su inmenso valor,  a  la altura sus grandes discos en estudio.

Anteriormente a éste, tenemos “My Father Will Guide me a Rope to The Sky”, uno de los mejores discos en lo que llevamos de década, representando además una de las  resurrecciones más espectaculares que un servidor recuerda.

Rodeado de una formación de impresión, la misma que le acompañará en sus directos, Gira se vuelve a apoyar en la mefistofélica guitarra de su mano derecha, Norman Westberg, y de una ilustre cohorte de viejos conocidos, mezcla de la etapa final de los Swans y de The Angels of Light. Precisamente, a The Angels of Light iban a estar dirigidas estas composiciones urdidas en la mente de Gira. Sin embargo, al comprobar el gran poder simbólico que atesoran – los temas de The Angels of Light suelen ser bastante más narrativos -, Gira cambiará su idea original encendiéndosele una bombilla demasiado tiempo apagada: La vuelta de los Swans.

Tomando buena nota de su trayectoria con The Angels of Light, Gira se empapa en aguas solemnes de folk intimidante y, junto a su círculo cerrado de ejecutores, va llenando la matriz primigenia de los primeros Swans con vientos salidos del infierno y una atmósfera medieval que recuerda al incomprendido “Love of Life” (1992). Volviendo a hacer un inequívoco uso de los desarrollos repetitivos – “No Words/No Thoughts” -, que guían los latidos del corazón de unas canciones desbocadas, los Swans van añadiendo diferentes niveles de percusión y de notas acopladas a la piel de la bestia con un trozo de hierro candente. Moviéndose como el ciego que ya no necesita bastón para guiarse en la oscuridad más profunda, tanto te dejan cicatriz con el drone más afilado – “Inside Madeline” – como desde el góspel hecho a las orillas del fin del mundo – “Little Mouth” -.

Ocho movimientos que, casi tres lustros después, los dirigían sin contemplaciones al trono hecho de sangre, vísceras y fuego que siempre han regentado desde las sombras, y que con bestialidades como “Eden prison” – poderosa recreación de la estancia de Gira en una cárcel de Israel cuando no era ni adolescente – y “My Birth” nos recordaban que la bestia no había muerto, si no alimentándose de nuevos manjares – The Angels of Light, The Body Lovers -para  volver a salir de la cueva, más sabia y fuerte que nunca.

Para acabar de magnificar  zarpazos de esta contundencia, el bendito que consiga hacerse con la edición especial en Cd del Lp se encontrará con “Look at me go”: Una sinfonía instrumental de tres cuartos de hora de duración, perpetrada desde los substratos más recónditos del Averno y construida a partir de las pistas pertenecientes a los temas del disco original, más un plus sustancial de fragmentos no conocidos, que son utilizados para ensamblar una pieza única a la que considerarla “bonus” o “extra” debería estar penado con el “garrote vil”.

Con todo lo que acabo de relatar anteriormente, cualquiera se hubiera dado por satisfecho ante un festín de tales proporciones. Sin embargo, y aunque parezca imposible, “My Father Will Guide me a Rope to The Sky” es la antesala de lo que promete ser la obra definitiva de los Swans: “The Seer”. El 28 de Agosto es el día señalado, una fecha en la que seguro que el cielo tornará de color hacia tonos de un negro infinito. Y es que, solo con un apocalipsis total, es posible que se pueda escribir un nuevo capítulo a la altura de esta historia de dimensiones faraónicas. He dicho.

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