La voluptuosa sensibilidad de Micah P. Hinson deleita de nuevo en Sevilla
Por 26 noviembre, 2012 12:230


La propuesta esta vez se presentaba más íntima. Los teloneros Timber Timbre amenizaron de una forma excelente el inicio de la actuación. Nos dejaron con ganas de más, ya que en esos escasos treinta minutos que tocaron, descubrí a una banda de excelente calidad, de estas que hacen pensar que a veces los teloneros superan a la banda principal, con melodías y voces que me recuerdan a Tindersticks. Bajo espeluznante que marca cada tema con intensidad, cambios y giros sonoros, que aunque esperados, suenan inquisidores, mientras un desafinado violín suavemente se desliza en nuestros oídos. Enormes y escasos temas que el público ovacionó.
Y entre estos exquisitos músicos canadienses, la esquelética figura de Micah aparece de una forma muy natural y campechana. Mientras come y bebe de un tetra brick, afina la guitarra y nos mira con cara de absorto mientras que en la sala sonaba de fondo una especie de rap latino.
Aunque viene a presentar su disco de rarezas y descartes con la misma banda telonera reconvertidos en The Junior Arts Collective (“The Lonesome”, Full Time Hobby/ Houston Party Records, 2012) se dejaron escuchar las canciones que todos conocemos, los clásicos y desgarradores himnos de melancolía, y bandas sonoras pasionales que ahondan en cada uno de los presentes y que todavía impresionan sobre todo viniendo de un músico tan joven, pero que muestra una madurez desde el momento que toca su guitarra con esa peculiar forma de sostenerla, acercándosela a su cuello. Desde la primera instrumental nos trasmite serenidad y emociona. Y como siempre, entre canción y canción interviene con su acento cerrado sureño y nos explica anécdotas, como el accidente que sufrió en España con Tachenko.
El climax llegó cuando sonaron entre otros “Take off that dress for me”, “Seven horses seen” o “2s and 3s”. Aunque con menos intensidad que en otros conciertos, interpretó a la perfección esa obra maestra que es “Beneath the rose”, apurando antes su peculiar bebida improvisada. Este tema lo acorta, pero no deja de ser una puñalada de nostalgia, donde una voz desgarradora no deja espacio a recovecos de imperfección. Canciones que me recuerdan al paisaje árido norteamericano, como la banda sonora de Badalamenti para la película de David Lynch “Una historia verdadera”. Baterías muy pausadas y ritmos que sutilmente contrasta con la gravedad de su voz, que a pesar de todo resulta frágil. Termina el repertorio con mucha potencia sonora y con un intensísimo violín que agudiza lo máximo el espectáculo que estábamos presenciando.
A pesar de la restricción horaria de la sala, ante la ovación al final del público, nos deleita con un bis, donde ya sale fumando porque no aguanta más, y nos deja como siempre, con ganas de que vuelva a tocar y poder disfrutar de este excelente compositor. A la espera de que nos desborde de nuevo con su excesiva sensibilidad.