Searching for Sugar Man
Por 9 marzo, 2013 19:420


Entre tanta película hanekiana que nos enfrenta con un espejo dejándonos ver nuestra naturaleza vil, egoísta y mezquina; quitándonos esa careta de hipocresía que nos envuelve como un regalo de cumpleaños comprado en los chinos a última hora, se agradece esta bofetada de humildad dócil que, por lo menos en mi caso, me ha enrojecido la cara de vergüenza propia. Y es que cuesta creer que en los tiempos que corren, bombardeados a diario con las noticias de tantos corruptos en el poder, todos ellos reflejos de la sociedad que hemos creado a nuestra imagen y semejanza, una persona sea capaz de llevar su crepuscular éxito sin sentir el vinagre corriendo por sus venas, disfrutando la felicidad del momento como se disfruta de una cerveza con un amigo, sin destrozarlo con el ciclón vengativo que siempre es el pasado frustrado.
Sixto Rodríguez es un cantautor de origen mexicano que sobrevivía en las duras calle de Detroit a finales de los años 60, tocaba en locales de mala muerte hasta que en uno de ellos fue descubierto por una pequeña discográfica llamada Sussex, sus directivos pensaban que tenía tanto potencial como Dylan y grabó dos LPs con ellos: Cold Fact (1970) y Coming from Reality (1971). Pero los discos no se vendieron en Estados Unidos y su carrera se quedó en nada. Este sería un buen argumento para un documental sobre el descubrimiento de un músico con talento condenado a arrastrar sus pies por la nieve del olvido sin dejar huella, pero es solo el comienzo de la verdadera historia que está detrás de esta magnifica cinta que dirige Malik Bendjelloul, ganadora, entre otros premios, del Oscar y el BAFTA al mejor documental. Porque a pesar del ostracismo en su patria, las poéticas y sucias canciones de Rodríguez fueron himnos de una generación que luchaba en Sudáfrica contra el apartheid, sus discos estaban en todas las estanterías de los jóvenes blancos progresistas que compraron ciento de miles de copias de un músico maldito y enigmático del que se rumoreaba que había muerto encima del escenario. Rodríguez jamás supo de su éxito ni cobró un céntimo de las ventas hasta que un detective sudafricano que investigaba su muerte lo encontró vivito y coleando en su ciudad natal.
A pesar de la iniquidad que flota en la historia, la película inunda el paladar con un regusto a Frank Capra , además de darnos a conocer a un gran músico, renovando la esperanza de mejorar esta cloaca que llamamos hogar.