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La majestuosidad de Portishead atrapa a Madrid

Por David Quero 0

Casi una década ha pasado desde que decidieron salir de su parón para empezar a trabajar en Third. Portishead no son precisamente el ejemplo de grupo que necesita publicar material nuevo lo antes posible para mantenerse relevantes. No obstante y a la espera de la próxima entrega, su regreso fue y sigue siendo aclamado, con una colección de canciones que ya podrían considerarse nuevos clásicos en esta, su nueva etapa sobre los escenarios que nos ha brindado varias oportunidades de verlos y por fin los traía a Madrid por primera vez.

Es muy meritorio convertir en una experiencia única un set que es de sobra conocido por muchos seguidores, desde que se apagaron las luces y retumbaban latidos en la oscuridad del escenario. La P inicial del grupo, parpadeante en la pantalla mientras uno a uno fueron tomando posiciones. Se distinguía la silueta delgada de Beth Gibbons, recibida con la emoción palpable desde la apertura de puertas, cuando poco a poco se iba llenando el espacio habilitado en el Palacio de los Deportes para esta ocasión, con formato reducido (ligeramente mayor de lo que estaba programado en un principio, alrededor de 8000 personas entre pista y gradas bajas).

El repertorio es terreno pantanoso. Te atrapa y te arrastra hacia ese territorio inclasificable al que sólo ellos saben llevarte. El galope inquietante de “Silence” con el que arranca el concierto es un buen ejemplo de ello, creando tensión y terminando con un final abrupto que asusta y obliga a coger aire. Es al tercer tema, con los acordes iniciales de “Mysterons”, cuando se oye al recinto rugir de verdad y la noche empieza a discurrir a una velocidad pasmosa. Sonaron joyas como “The Rip”, una impecable “Sour Times” y una versión desgarradora de “Wandering Star” en la que se hizo el silencio absoluto (!). Utley a la guitarra en el lateral, la voz sobrecogedora de Gibbons y Barrow al bajo sentados una frente al otro, sólo los tres.

Portishead en Madrid
por David Quero

El ecuador del concierto está marcado por la piel de gallina y una de las cumbres indiscutibles que en general parece gustar y funcionar muy bien siempre: “Machine Gun”. Aplastante, sencillamente atronadora y acompañada por los visuales perfectos con escenas bélicas. Siguieron con “Over” y por cosas así, uno comprende el porqué de no cambiar el orden del setlist. Encajan francamente bien. Los escalofríos volvían cuando entraba la batería, Geoff Barrow a los platos, sonando de vicio y alcanzando el momento álgido de la noche y manteniéndolo arriba hasta el final con “Glory Box”, majestuosa, tiñendo todo el recinto de luces.

Antes del bis tuvieron lugar la notable “Chase The Tear”, una de las últimas incorporaciones al directo, e interpretaciones excelentes de “Cowboys” y “Threads”. Esta última sonó particularmente demoledora. Llegando a los setenta minutos, se despedían brevemente para volver con “Roads”, que fue inevitablemente arropada con arrebatos de emoción por parte del público durante toda la canción. El trance de “We Carry On” junto al paseo por el foso de una Gibbons sonriente repartiendo abrazos por las primeras filas fueron los encargados de cerrar esta corta pero inolvidable primera cita con Portishead en Madrid en la que cabe destacar el sonido impresionante que consiguieron sacarle al Palacio de los Deportes, así como la actitud respetuosa de los asistentes, que saborearon cada segundo sin necesidad de contarse las vacaciones. Al subir de nuevo al escenario, ella y el resto del grupo se mostraron genuinamente agradecidos y así nos lo hicieron saber. Infalibles.

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