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El mejor peor FIB de toda la historia

Por Ross Gallagher 0

Noche tras noche / José Eduardo Medina

Ya estamos de vuelta, y una vez reposado todo lo vivido éstos días toca intentar describir con palabras todo lo que han sido éstos días. Y eso tras pasar este año por Primavera Sound, Sónar y Cruïlla, festivales varios en los que he podido disfrutar muy buenos ratos.

Sin embargo y como suele pasar cuando las expectativas no son muy altas, acaba pasando algo que te hace cambiar de opinión. En éste caso es sencillamente una maravillosa experiencia en recinto y alrededores, que es lo que hace de éste un festival único. Desde las vivencias, o más bien supervivencias, de los que andamos a diario en el camping intentando sobreponernos al calor, a los paseos por playas y calles del pueblo o sencillamente el degustar unas bravas en una terraza con los amigos, mientras te repones de la resaca del día anterior, mientras dejas que te acaricie la brisa marina.

Porque incluso cuando soy de la opinión de que con uno sólo de los días del primavera puedes juntar más calidad y relevancia que prácticamente en todo el cartel del FIB, aunque tenga el “problema” de ser completamente inabarcable, o de que en el Cruïlla puedes disfrutar de conciertos más completos y contundentes, estos recuerdos no se deslizan bajo la piel como sucede aquí.

Y esto se ha conseguido este año creando unas condiciones que hacían que el disfrute del festival fuera óptimo; prácticamente cero colas para pedir, o ir al servicio, los puestos de comida variados, caros pero que a diferencia de otros sitios, lo que te daban hasta merecía la pena, sin colas a la entrada y mínimas para cambiar las pulseras, una semana en un camping cuyos baños de obra se limpiaban cada poco tiempo e iban continuamente rellenando el papel. Unas duchas también sin colas, aunque eso sí, francamente mejorables pero suficientes en número.

Y es que en festivales como el BBK, por ejemplo, las quejas para el transporte son numerosas. Perderte conciertos y momentos de celebración por hacer colas, como pasa en el Primavera y BBK, es bastante deprimente. Las masificaciones en conciertos importantes hacen imposible disfrutar en condiciones, mención especial en este apartado para Dcode, o la zona Mordor AKA Sony-Heineken del PS, en los que la falta de espacio vital para cualquier cosa que no sea mover la cabeza arriba y abajo, se le une la necesidad de la gente de moverse continuamente a empujones, por no hablar de lo complicado que es moverse en grupo sin separarse, siendo mucho más difícil reencontrarse una vez te separas. Todo esto es más que capaz de arruinarte una experiencia festivalera en condiciones.

Comprendo perfectamente la necesidad de los festivales de llenar y exprimir al máximo un recinto normalmente limitado para pagar cachés que no paran de subir, haciendo frente a un gobierno que no para de poner palitos en las ruedas de cualquiera que quiera montar una actividad de este estilo, en forma sobre todo de subida de impuestos, aunque no se limite sólo a eso. Pero lo malo es que al final matas la experiencia del festival, y eso es esencial, sobre todo para muchos de nosotros que llevamos unos cuantos años yendo a festivales y la “novedad” ya no consigue impresionarnos.

Y a la comodidad y practicidad del recinto, se les une un elemento del que por ejemplo el Cruïlla carece, que es el gran ambiente fiestero-festivalero, aunque ojo, eso también tiene sus contras. Esto es un punto a favor para vivir una gran experiencia festiva, o uno en contra si prefieres sólo atender a los conciertos. Aquí encontrarás pogos, público cantando y bailando y un nivel de postureo que anda ya aquí bajo mínimos, que es más cosa del Sónar, unido a alguno que otro bastante pasado.

Además una cosa buena es que el proceso de comercialización, de venderte hasta el aire que respiras, parece que ha parado un poco y no nos hemos encontrado con sorpresas desagradables, más allá de la obligatoriedad de pago por el parking, por mucho que digan que va a parar a Save the Children. Ya han desistido de vender más horarios a base de desinformar a sus clientes sobre los mismos, y han abierto suficientes parcelas para que también en el camping estuvieramos más holgados.

No voy a negar que hubo momentos en que musicalmente me faltó algo, incluso me llegué a aburrir encadenando conciertos que no me transmitieron absolutamente nada. Sin embargo como dije, la experiencia al final supera esos obstáculos y cuando la cosa de verdad funciona, resulta fascinante, y siempre te llevas conciertos para el recuerdo, y hasta algunos descubrimientos.

También es una lástima la pobre política de comunicación con su público, cambiando de opinión sobre temas relevantes como los cabezas de cartel, engañando directamente en algunos casos como el pago del parking, o buscando excusas para no encontrar un sustituto a la altura de Charlie XCX, lo cual no es mucho decir, a una semana de festival, cuando en otros festivales como Roskilde se les cae Drake y lo sustituyen en doce horas contratando a Jack White.

Total, que mientras el sábado el aburrimiento en los conciertos casi consigue que jure no volver nunca, el domingo, con La Femme, los Presidents of the USA, Travis, o Wolf Alice me hizo cambiar otra vez de opinión. Este festival se merece otra oportunidad. Aunque los horarios los haga un mono tirando los dados y privilegien a los artistas pro-british coñazo.

El futuro se presenta incierto. Tras una edición en que el porcentaje foráneo ha bajado, sobre todo gracias a la promoción inicial de abonos de éste año y a la no inclusión de cabezas de cartel que animara a más gente a cruzar el charco, la persona responsable de la dirección ha cambiado pasando de Vince Power a Melvin Benn, y éste parece que buscará otro rumbo para el festival.

Aún es muy pronto para valorar la certeza de sus palabras, y es que se han ganado que no creamos en sus promesas. Sin embargo lo que dicen, recuperar al público español y europeo, suena atractivo. También han dicho que ya no les interesan los grandes headliners y que optarán por grupos interesantes pero menos masivos, cosa que parece bastante arriesgado, pero que no me desagradaría del todo si volvemos a ver por aquí grupos más “primaveriles” acompañando sus descubrimientos habituales.

Como he dicho a lo largo del artículo, yo este año me lo he pasado muy bien, mejor que en ningún otro festival. Musicalmente la verdad es que ha dejado que desear en algunos momentos, pero quiero volver el año que viene. A ver si no nos lo ponen muy difícil, porque merece la pena.

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