Crónica Sonorama 2014: Mucha personalidad
Por 21 agosto, 2014 0:520


Pasada la resaca mediática provocada por la actuación de Raphael en un “festival indie”, Sonorama Ribera hace balance positivo de su edición número 17. La lujosa jornada de apertura amplió el número de asistentes global (ya sabéis que en este negocio las cifras diarias se suman) y la diversidad estilística no solo estuvo lejos de espantar a la nueva masa alternativa, sino que la convenció y la mezcló con matrimonios con hijos (el indie se hace mayor) y fans septuagenarios del cantante linarense.
Sonorama es un festival de los llamados “de autor”. Si bien, a su responsable, Javier Ajenjo, le cuesta prescindir de los mesías del nuevo indie (hay que vender entradas), pero el cartel que confecciona desde 1998 se encuentra repleto de reivindicaciones, apuestas y caprichos varios. Desde sonidos incómodos propios de la última línea del Primavera Sound (Firafem, Juventud Juché, Syberia) a artistas que otrora triunfaban en Los 40 Principales (Elefantes, El Hombre Gancho), pasando por grupos internacionales que pocas veces han salido de su país natal (The Corner). A ello hay que sumar el sitio reservado para los 80 (por aquí ya han pasado La Frontera, Loquillo o Jaime Urrutia) y el hueco recién abierto a la canción melódica de los 60 y 70 (Ajenjo no descarta otra “raphaelada” para 2015).
Miércoles 13: Indie de verdad.


Con tal line-up como preámbulo nos enfrentábamos a una jornada inaugural encabezada por dos jefes del auténtico movimiento indie de nuestro país: el de los años 90. No eran los artistas de Linares más famosos del cartel, pero sí los más adecuados para un festival nacido al calor de esta escena. Automatics siguen actuando a lo largo y ancho del país tras su reunión de principios de 2013. No hay disco nuevo, ni falta que les hace, pues a los nostálgicos les sobra con el catálogo de los de José Lozano, que también engancha a los noveles curiosos de descubrir a una banda en su día tan grande como Los Planetas (el nombre de Automatics ocupaba el mismo espacio que el de los granadinos en el cartel del primer FIB).
Cuando llegaron J, Floren y compañía, aquello fue de otra galaxia. Cierto es que el público y la crítica siempre han estado de su lado y que este mismo medio eligió su irregular actuación del Primavera Sound 2013 como el directo nacional del año. Pero aquí os aseguro que no exagero: fue un show sin fisuras, con las guitarras sonando como tenían que sonar y con J cantando como tenía que cantar. Los Planetas dieron un concierto serio, que no apático, guiado por un setlist espléndidamente seleccionado. Abrieron como los granadinos gustan: con psicodelia jonda (“Los poetas”, “La llave de oro”, “Romance de Juan de Osuna”) y continuaron desgranando su cancionero más envolvente incluido en los discos de la última década, desde la épica de “Corrientes circulares en el tiempo” y “Santos que yo te pinte” hasta la efectividad pop de “Nunca me entero de nada” y “Si me diste la espalda”, para terminar con dos himnos generacionales del siglo 21: “Reunión en la cumbre” y “Pesadilla en el parque de atracciones”. Los 90 quedaron para los bises (dos, nada menos) que alargaron el recital hasta casi dos horas y acabó por extasiar al personal a base de “Segundo premio”, “Un buen día”, “David y Claudia”, “Qué puedo hacer” (¿cuántos años hacía que no tocaban esta?) y el colofón de “La copa de Europa”.
Mucho antes, el festival había sido inaugurado por Los Hermanos Cubero. Un dúo del que me declaro fan absoluto, pero reconozco que chirrió en el escenario principal como pistoletazo de salida. Quizá la plaza del Trigo habría sido el rincón idóneo para el folclore castellano que practican Enrique y Roberto. Los alcarreños rescatan jotas, romances y pasacalles tradicionales que combinan con repertorio nuevo, congeniando el espíritu de Agapito Marazuela con el bluegrass de Bill Monroe. En directo le echan el desparpajo festivo que exigen sus canciones y en realidad no fueron pocos los valientes que bailaron y cantaron frente al escenario grande del Sonorama, pero el grueso del público esperaba otra cosa y ellos lo sabían. Roberto avisó a los impacientes que después de la “Jota de los besos” vendría “el J de Los Planetas”.
Jueves 14: Una noche de escándalo.


La jugada salió perfecta. Se llenó el recinto hasta la bandera, arandinos de toda la vida visitaron el evento por primera vez y el Sonorama estuvo en todos los medios generalistas. Por si fuera poco, el morbo y el cariño hacia un artista que, queramos o no, pertenece al patrimonio social y cultural de nuestro país congregó a un montón de jóvenes alternativos que rugieron hasta desgañitarse durante los 90 minutos del show, descubriéndose conocedores de más canciones de las que creían. Raphael se comió el escenario desde el momento en que lo pisó, cuando sonó una instrumental de “Yo soy aquel” que no llegó a cantar. La tempranera “Mi gran noche” puso patas arriba el Sonorama cuando por delante aún quedaban muchísimas “joyas de la corona” (como él mismo llama a sus éxitos). Los secretos a voces se consumaron al aparecer Juan Alberto de Niños Mutantes para interpretar “Estuve enamorado” (y no “Como yo te amo”) y Alberto de Miss Cafeína que se atrevió con “Qué sabe nadie”. Unos duetos muy propios de Operación Triunfo que, para más inri, se completaron con la visita de Vega, junto a la que cantó “Hablemos del amor”.
Raphael finiquitó con “Como yo te amo”, exactamente igual que lo habían hecho Niños Mutantes un rato antes, cuando el sol empezaba a ponerse. Los granadinos echaron mano de sus tres últimos discos, poniendo en evidencia que su público es el mismo que el de los “vetustos” y los “supersubmarinos”, en detrimento de los indies primigenios entre los que nacieron hace ya dos décadas. De los noventa eran también Los Piratas, tal vez hoy desaparecidos de la memoria de la nueva congregación independiente en favor de su antiguo ideólogo Iván Ferreiro, que, enfundado en traje y corbata, lució unas elegantes poses de crooner algo menos forzadas y odiosas que en otras ocasiones (va madurando por fin) e hizo un repaso casi ordenado a su discografía en solitario, desde Canciones para el tiempo y la distancia (abrió con el ya clásico contemporáneo “Turnedo”) hasta Val Miñor-Madrid: Historia y cronología del mundo (“El dormilón” para el final).


La M.O.D.A. arrancaban la jornada del jueves en el escenario menos grande del festival, en el que jugaban en casa como burgaleses que son, pero no por ello enchufados por nadie de la organización, sino ganándose merecidamente el puesto con su mezcla de folk combativo y desenfadado que guiña tanto a Mumford & Sons como a The Pogues. Les seguirían dos personalidades de los estudios de grabación españoles, Raül Fernández Miró (Kiko Veneno, Josh Rouse) y Ricky Falkner (Standstill, Lori Meyers, Love Of Lesbian), que además de ingenieros de sonido, lideran sus respectivas bandas, Refree y Egon Soda, con mucho más interés musical la primera que la segunda. Los catalanes ofrecieron un rock sólido, limpio, melódico y en su lengua, mientras que Egon Soda, sin negarles una brillante ejecución en directo (aquí hay músicos todoterreno como Charlie Bautista o el propio Ricky, al que vimos después con Iván Ferreiro), repiten lo mismo que cientos de bandas repartidas de esquina a esquina de la península.
En el lado internacional (que lo hay, solo que está muy oculto) el portugués David Fonseca dio un espectáculo aun más desconcertante que el de Raphael, con unos ademanes propios de pop-star internacional (el amigo David canta en inglés), imitando a Bono pero recordando a Eros Ramazzotti y chutando canciones en la línea de Coldplay. Lo del canadiense Jay Malinowksi se antoja más serio e intimista, aunque sus composiciones se vieron ensuciadas por una carpa (el escenario Burgos Origen y Destino) que se puso peleona en la primera jornada en la que echaba a andar. Aurora y Doble Pletina sufrieron el mal sonido de este espacio, mejor disimulado con la electrónica de Los Pilotos. Los Floren y Banin en versión digital estrenaron las canciones de El regreso de Logan, disparándolas desde su cacharrería electrónica a modo de flujo sonoro más propio de sesión de DJ que de grupo de rock. Convertir el escenario en una pista de baile fue el objetivo conseguido de Los Pilotos y malogrado por We Are Standard. Los de Deu Txakartegi rebajaron intencionadamente su estatus al de “grupo de versiones” y trataron de calcar los éxitos de The Clash. Se esperaba algo más original basado, por ejemplo, en llevar los temas de Joe Strummer (presente sobre el escenario en forma de muñeco de cartón) al terreno sonoro de los bilbaínos, sin embargo optaron por esta desangelada puesta en funcionamiento que no cuajó entre los asistentes.
Viernes 15: Cuestión de profesionalidad.


En los primeros 90 se cuestionó la calidad técnica de los grupos de aquello que llamaron indie y el pop comercial impuso un malentendido concepto de profesionalidad basado en el virtuosismo individualista. Amaral, grupo acomodado en el mainstream desde sus inicios, cumplió en Sonorama con un concierto impecable en el que dieron una lección de saber estar y, sobre todo, profesionalidad. Pero, ¿qué tipo de profesionalidad? ¿Quizá porque Juan toca de escándalo y Eva canta como una diva? No. Precisamente por todo lo contrario. Profesionalidad la de un Juan Aguirre escorado a la izquierda y escondido bajo sus característicos gorros y la de una Eva Amaral serena, elegante, sin subirse por las ramas del estrellato pop y respetando que el grupo que lleva su apellido no es solo ella, sino un cuarteto en el que también están los ex-Sexy Sadie Toni Toledo y Jaime García Soriano. En la rueda de prensa anterior nos habían chivado el inicio acústico con “Ratonera”, el único adelanto de un disco que todavía no tiene fecha de salida, así como habían jurado que no les gusta mirar al pasado. Mintieron, pues lo que vimos fue un grandes éxitos en toda regla, con un extenso repaso a su carrera (que comenzó el mismo año que Sonorama) en el que sonaron “Kamikaze”, “El universo sobre mí”, “Días de verano”, “Como hablar”, “Salir corriendo”, “Estrella de mar”… Y dos canciones nuevas: “Unas veces se gana y otras se pierde” y “Cazador”, estrenos del próximo disco de un grupo al que no hace mucho mirábamos raro por actuar en festivales independientes.
Second representan unos valores en vías de extinción o que, al menos, no deberían tener cabida en esta escena que se supone hostil ante lo establecido. Todos visten igual, alienados, pero cada uno intenta descollar sobre el resto, sobreactuando, tocando más fuerte, cantando más alto… Individualismo neoliberal en estado puro. Además Second suponen el ejemplo de profesionalidad mal entendida al que aludía antes. Los murcianos aniquilaron la aportación musical del quinteto de cuerda Sinfónica2502, cuya presencia se tornó en inservible por el egoísmo de la banda. Por encima de todos está Sean, que ignora tener cuatro músicos más (nueve, con la mencionada sinfónica) y se vino arriba como una pop-star que no es (que saque un disco en solitario, si tanto le gusta destacar) hasta destrozar su propio repertorio. Aun nos preguntamos quién era el sexto Second que permaneció enmascarado y rígido sobre el escenario durante la primera canción.


Otros murcianos mucho más molones la habían liado bien parda unas horas antes en la plaza del Trigo. Perro se ganó con creces el ya mítico cántico “¡escenario principal!”, pues después de todo lo que hemos visto de ellos en lo que va de temporada festivalera, no se entiende que no actuaran en las tablas más altas de Aranda de Duero. No obstante, los asistentes gozaron como críos del despiporre rítmico de Tiene Bacalao, Tiene Melodía (y otros singles previos) en una sobremesa que nos dejó los cogotes rojos de tanto sol. Menos mal que Protección Civil hizo honor a su nombre al protegernos de una insolación con los chorros de agua que escopetearon desde una terraza. Se prometían sorpresas en esa plaza del Trigo y llegaron. Había más que la aparición de Fermín Muguruza con Correos, porque, como ya nos advirtió una compañera, en ese escenario estaban las maletas de Niños Mutantes. Y así fue: los de Juan Alberto repitieron en Sonorama haciendo una selección de covers, terreno que conocen bien como revelan sus discos Versiones autorizadas y Grandes éxitos de otros.
El recinto habitual del Sonorama lo abrieron Jack Knife a base de grandes dosis de rock’n’roll con “modernadas” justas. El Hombre Gancho se estrenaron en el evento burgalés dispuestos a arañar público del indie y, por lo pronto, la cosa anda incierta. Se saborean con más gusto las canciones de su época mainstream (un rock latino que los unía a Los Rodríguez y Radio Futura) que los últimos estrenos: un pop desabrido y con olor a rancio. Más quisieran parecerse un poco al rock fronterizo de Depedro, soberbio sobre el escenario Castilla y León Es Vida (el segundo) y caldeando una noche cuyo viento frío ya empezaba a calar los huesos.
En la carpa se vivieron momentos musicales de primer nivel. Los técnicos agarraron las riendas del siempre complicado sonido bajo techo y los conciertos de Maronda y Syberia nos grabaron unas inmensas sonrisas en el rostro. Los primeros con un pop bien hecho, que remite a los 70, se emparenta con sus paisanos La Habitación Roja (Marc Greenwood trabaja en ambos combos) y recuerda el camino que no deberían haber abandonado Lori Meyers. Syberia optan por un rock instrumental que calla bocas (¿quién dijo que el post-rock era un recurso fácil?), pues los barceloneses apisonaron las orejas del respetable con una tormenta de ruido bajo control. Impresionantes.
De vuelta a los escenarios grandes nos topamos con la decepción de León Benavente, demasiado sucios y con un Abraham Boba algo perdido, con dificultades para congeniar el dinamismo con la efectividad. El setlist fue idéntico al que están ofreciendo en otros festivales, con la ventaja de haber podido contar con Cristina Martínez (El Columpio Asesino) para las voces femeninas de “Ser brigada”. Izal reventaron el Ribera del Duero (el escenario grande) como era de esperar, deleitando al personal con las canciones de sus dos largos. No faltaron “La mujer de verde”, “Agujeros de gusano” o “Qué bien”. Pero nuestro particular hype se vio arrollado por los daneses Reptile Youth. Que nadie me entienda mal. Soy un gran defensor del producto nacional y en castellano, pero las cosas como son: lo de estos chicos está al nivel de otros grupos guiris como Holy Ghosts! o Is Tropical -mimados por otros festivales con mayor cuota internacional- y sin embargo se han tenido que conformar con ser segundones en el Sonorama.
Los que sí pusieron en alto la (bien entendida) “marca España” fueron Fuel Fandango. Ni el más zángano pudo resistirse a las poderosas bases electrónicas del dúo lanzaroteño-cordobés, en el que aun rezuma el groove negroide de los anteriores Mojo Project de Ale Acosta. Cuerpos hipnotizados bailaron al duende de Nita, cuyos versos en inglés -macarrónico por momentos- remataba con algún que otro quejío flamenco. Debe ser el exotismo andaluz de su pop-house “funkilón” lo que ha subido a Fuel Fandango a escenarios estadounidenses, chinos o africanos. Nos hicieron mover el culo y con mucho arte.
Sábado 16: Ya no le llaman chaval, solo caballero.


No estaba en la primera línea del cartel y actuó cuando los rayos de sol aun apuntaban hacia Aranda, pero Nacho Vegas fue el nombre propio del sábado. Traje y zapatos de punta y copa de vino blanco que traicionaba al Duero componían el atrezo. Vegas hizo de Resituación el pulmón de su espectáculo, exceptuando el principio (“Nuevos planes, idénticas estrategias”), el final (“El hombre que casi conoció a Michi Panero”, “La gran broma final”) y otros instantes centrales (“Cómo hacer crac”, “Perplejidad”), el resto del concierto (más de una hora) se basó en la carga sociopolítica de su último largo, con momentos de protesta contra los CIEs y el racismo institucionalizado. Los chicos y chicas de Ladinamo y El Patio Maravillas acompañaron a Nacho en “Polvorado” y “Runrún”, esta última inspirada en la redada fascista acontecida a finales de 2013 en este centro social madrileño.
Tras el concierto de Nacho Vegas y La Trama Asturiana, el compositor subiría al escenario principal hasta en dos ocasiones más. La primera para acompañar a Mikel Erentxun en “Entre salitre y sudor”, en lo que fue el mayor fiasco del sábado: la no reunión de Duncan Dhu. Diego Vasallo se había descartado a última hora por unos problema de espalda y a nadie de la banda se le pasó por la cabeza la idea de la cancelación, resultando un concierto incompleto no solo en la alineación titular, sino también en la selección de éxitos, ya que los escasos cincuenta minutos de actuación dejaron fuera la esperada “Una calle de París”.


Y si lo de Vegas y Erentxun fue insólito, qué decir de su dueto con Cristina de El Columpio Asesino. La donostiarra lo invitó a él y a su guitarrista Luis Rodríguez -presentados como Maraca Loca y Piano Ardiente- para poner el broche casi final con “Toro”. Después, El Columpio Asesino coronaría con “Vamos” una función excitante que cerró el pico a aquellos hipsters pasados de rosca que criticaron el efímero éxito de la banda del “te voy a hacer bailar toda la noche”. Remaches de oro para una noche de baile que había comenzado con otros euskeras, Grises, deudores de Delorean pero cantando en castellano, y los también synth-pop Cut Copy, el único grupo extranjero que ocupó las letras grandes del cartel. Con el título de su último disco presidiendo el fondo del escenario, los de Melbourne revisaron los diez años de carrera que van de Bright Light Neon Love a Free Your Mind, en un set correcto y muy lineal, que no decayó en ningún instante, pero que tampoco tuvo demasiados repuntes de euforia, exceptuando el final con la coreada “Lights & Music”.
Pero ni El Columpio Asesino ni Grises contaron con unos paisanos tan fieles como John Berkhout y Belako. Calimochos con Ribera del Duero y banderas ikurriñas se agolparon en las primeras filas de los escenarios grandes. En el Castilla y León Es Vida, John Berkhout encandiló con las hermosas y conmovedoras melodías de su álbum homónimo, un trabajo en el que ponen a Fleet Foxes en la mirilla y los sube a la misma catapulta de Oso Leone, actualmente de gira internacional. Los jovencísimos Belako son una promesa consolidada que de haber nacido en los Estados Unidos, estarían mimadísimos por la Pitchfork de marras. No inventan nada nuevo (post-punk fresco y bailable con chorreones de grunge) pero lo desarrollan con una envidiosa energía y fulgor. No obstante, la única canción en euskera (“Zaldi baltza”) abre una senda que no estaría mal explotar en los siguientes trabajos.
La misma sensación desprenden los franceses Exsonvaldes, cuyos temas en inglés suenan a refrito de otros más viejos y mejores, mientras que el escaso cancionero en su lengua natal irradia mucho más carácter y autenticidad. Además, se echaron al trilingüismo para versionar “Enamorado de la moda juvenil” de Radio Futura, metiéndose a los escépticos en el bolsillo. Eran ínfimos comparados con los vascos, pero el grupito de fans almerienses que bramaron ante el hardcore-punk de sus paisanos Juventud Juché no pasó desapercibido por Arturo y Javi, cuyos años de residencia en Madrid (donde formaron el power-trío con Luis) no les ha desarraigado de esa esquina sureña. También arrastran a una legión de zaragozanos creyentes en el pop los veteranos Tachenko, sobrados de soltura en un espectáculo firme y directo como sus canciones. Cinco discos dieron para una revisión de “lo mejor de” que incluyó “La resistencia”, “Escapatoria”, “Levántate”, “Suerte y relámpago” y “El mundo se acaba”. Genios y figuras.
La personalísima apuesta de Javier Ajenjo tiene pinta de convertir a The Corner en carne de festivales europeos (y a Ajenjo en un auténtico cazatalentos). Los canadienses apenas habían salido de su país cuando el año pasado Sonorama les hizo cruzar el charco y aprovecharon el viaje para recorrer la mitad norte de España en una gira. Su último EP se ha lanzado en exclusiva para el mercado nacional y la sobresaliente actuación en la carpa Burgos Origen y Destino no solo pide “¡escenario principal!” para 2015, sino también el asalto al viejo continente, pues sus melodías de corte noise miran de reojo a Beach House y dejan en bragas a The Pains Of Being Pure At Heart.
Allá en la carpa concluimos el Sonorama Ribera a modo de guateque indie, primero con los contagiosos Devito y después con el malagueño Digital 21 que, como de si de un 2manydj se tratara, soltó clásicos alternativos por doquier pasados por su túrmix: Radiohead, Nirvana, The White Stripes, Joy Division… La chica del cartel manipulado de “Prohibido acabar” resumió el sentimiento general de un público que ya está pidiendo confirmaciones para 2015. Nosotros repetiremos. No os quepa duda.