Un VillaManuela en expasión
Por 8 octubre, 2014 17:450


Después de una primera cita más modesta en 2013, Villamanuela ha apostado por dos espacios principales más grandes y contiguos: el Ochoymedio (Sala But) y el TClub (antiguo Pachá), con un tercer espacio más reducido dentro de este último (El Cielo de TClub). A falta de cifras oficiales, la sensación es de una afluencia algo escasa de asistentes, lo cual deja una sensación agridulce. Por un lado la comodidad por la falta de aglomeraciones y por otro el posible desinterés por el evento… O digámoslo claro, el precio del abono: 70 euros, que si bien merecen el esfuerzo por la tarea de llevar a cabo algo tan necesario como este tipo de festival en Madrid, es un precio elevado que no todos pueden permitirse, y en segundo lugar, la distribución de las actuaciones, con conciertos de cuarenta/cincuenta minutos por la tarde y sesiones sin alternativa de tres horas pasada medianoche.


Empezamos el jueves abriendo la programación del TClub con Girls Names. Llevan un año largo presentando ‘The New Life’, su segundo disco. Reminiscencias a The Cure, garage-pop perteneciente a su debut e incluso momentos que les emparentan con sus compañeros de sello Veronica Falls. Mantienen un reparto de papeles equitativo en el escenario, con algunas secciones repetitivas a la vez que efectivas que a servidor le resultaron disfrutables.
Pasamos a la psicodelia sesentera de Elephant Stone en el Ochoymedio. No todos los días se ve a un bajista dejando a un lado su Rickenbacker para sentarse en una alfombra con un sitar y decorar canciones pop escritas en el último lustro de esta forma, y es que sin ser Ravi Shankar, el caso es que funciona y estos canadienses se hacen un hueco interesante en el constante revival hippie con canciones notables como “Child of Nature” o “All Is Burning”.
Por otro lado y de vuelta a TClub, el trío Amen Dunes presentaba su último álbum ‘Love’. Composiciones tranquilas en acústico que se alternaban con murmullos acallados por otros asistentes. Pese al tono (muy) relajado de éstas, el acompañamiento sutil de teclado y sobre todo de la batería tocada con mazas daba un buen respaldo, creando la atmósfera adecuada, aunque a lo mejor lo que faltó fue volumen para acabar de atrapar a todo el mundo y llenar la sala.


Holy Fuck ya consiguieron reunir a una cantidad importante de gente en su actuación, coincidiendo con el guitarrista Bombino. Fueron encadenando hits con un laboratorio entero de cacharros dispuestos sobre tres mesas y no pararon quietos un segundo hasta coronarse con el concierto del día. Sin material nuevo aun publicado se dedicaron a hacer buenos sus éxitos pasados, que no es poco, con una actitud por momentos bastante punk. Ni un pequeño problema con uno de los monitores ni con algunos de sus aparatejos pudieron con sus ganas de hacernos bailar ni desanimar al público en su constante aliento y baile coronado con la majestuosa “Lovely Allen”. Muy grandes.
El cierre electrónico de esta primera jornada estuvo a cargo de Optimo y Nano 4814. Fue deshinchándose hasta el punto de no haber más de diez personas en la sala.
Llegar el viernes a los últimos acordes de Marissa Nadler fue un gran error. Impresionante silencio y respeto el que se respiraba en su actuación y la consiguiente rabia que al menos servirá para visitar su último trabajo, ‘July’ , editado este año.


Lo que aguardaba en el cambio de sala era una doble ración doom-metalera para curiosos y fans acérrimos. Un día después de que Swans reventaran tímpanos en Shoko, Villamanuela traía sus propuestas más extremas al Ochoymedio: Pallbearer y YOB. Pallbearer sonaron densos a la par que épicos, arrancando el primer headbanging de melenas. Quizás la voz se vio demasiado engullida por los graves y en ocasiones acabó siendo un elemento apenas perceptible. No obstante, la compenetración fue constante y se ganaron al público.


Turno de los veteranos YOB, bastante más contundentes que sus compañeros de gira. Poco tiempo tuvo que pasar para comprobar que el vozarrón gutural de Mike Scheidt (que parece Dan Auerbach tras una larga temporada en el averno) se iba a escuchar bien. Riffs vigorosos, oscuros, bestiales. Fue al segundo tema cuando empezaron a galopar con temas como “Quantum Mystic” o “The Lie That Is Sin”, dejando espacio para presentar ‘Clearing the Path To Ascend’ y cerrar con los cerca de diecinueve minutos de la tremenda “Marrow”, que fue sin duda otro de los momentos especiales del festival. Se despidieron estrechando manos con sus fieles y animaron a todos a quedarse a la “fiesta de baile” de después.
En la misma sala, College se hizo con la mayor cantidad de público que pude ver en este segundo día. El proyecto del francés David Grellier comparte estilo y estética con otros artistas que todavía disfrutan de cierta popularidad debido en gran parte a la banda sonora de Drive. Proyecciones retrofuturistas, sonido nostálgico ochentero y bombo pegando fuerte que mantuvo a la gente bailando.


Afrontamos el último día haciendo guardia a las puertas del TClub, que retrasó su apertura veinte minutos. El grupo de folk progresivo Comus ha sido una de las grandes apuestas del festival y su retraso probablemente fue debido a lo mencionado por el grupo sobre los problemas que tuvieron en carreta para llegar. Con sólo alguna concesión a su álbum de retorno, hicieron un repaso espectacular de su debut de 1971, ‘First Utterance’, alternando partes de violín, punteos con slide, flauta, percusión y pasajes instrumentales ensoñadores, casi de otra era, entre los que destacaron ‘The Herald’ y ‘Drip Drip’. Unos últimos veinte minutos gloriosos y una lástima, ya que el retraso inicial hizo acortar su set a poco más de cuarenta minutos.
Tras la caída de Haxan Cloack, William Bennet tomaba el horario de las 20h bajo su proyecto Cut Hands. Con dos portátiles, se dedicó a combinar tralla y percusión tribal con imaginería esotérica y audios de lluvia para hacer yoga y dejar de fumar. Muy místico todo y simplemente, no era el momento. Un set llamativo que lo mismo hubiese cuajado mejor más entrada la noche.


Iba siendo hora de visitar El Cielo de TClub de la mano de Bored Nothing y estos chavales no defraudaron. Buen balance entre guitarras con tono fino y brillante contrastando con un bajo a veces distorsionado, con mucha presencia. Fueron mostrándonos carta a carta su debut, con temas llenos de vitalidad. También tocaron una canción nueva llamada “Ice-Cream Dreams” que, simple pero resultona, podría estar en el repertorio de un “grande” como Mac DeMarco. Me arrepiento de no haber subido alguna vez más a este rincón. Es realmente pequeño, perfecto para un concierto así. Cerraron con una versión acelerada de su “Popcorn” que, perdón si no gusta la comparación, parecía una versión indie-rockera del “Dammit” de Blink 182, y muy buena, tanto que acabaron invitando a dos fans muy motivados a saltar al escenario.
El dúo de Nottingham Sleaford Mods son pura actitud punk. Desde la clase obrera, Jason Williamson se planta ante el micro y no para, a veces en forma de spoken word atropellado, a veces más rítmicamente, pero siempre frenéticamente, con un marcado acento británico y sin respiro. Su compañero asume el rol de ir al portátil, poner las bases y gozarlo, asintiendo mientras bebe tercios y hace fotos con el móvil. Divertidos, intensos y auténticos a partes iguales estos lads. Lo disfrutaron como los que más.
Di por concluido el sábado con la sesión ecléctica de Red Axes, el cierre restante del TClub al que seguirían los sets de Psychocandy y Diskoan en El Cielo. Un crecimiento considerable en la programación, con propuestas interesantes y poco habituales que hacen de Villamanuela un festival al que hay que vigilar con mucha atención.