Cannes 2015 a toro pasado
Por 5 junio, 2015 19:590


Hace escasos diez días finalizó la 68º edición el certamen cinéfilo por excelencia, el festival internacional de Cannes. Doce días para disfrutar de los mayores nombres y poco riesgo por parte de una industria, que obcecada en taponar la croissette, se preocupa más por dar fuego al pirómano que cobijo al desamparado.
Cómo moverse por el festival.
Nuestra andanza como medio online comienza un día antes del inicio del festival. Chupar colas de media hora para conseguir la acreditación amarilla, un sentimiento con el que cualquier blogger se sentirá identificado. Para el que no lo sepa, en Cannes hay castas. Cada uno de los acreditados va con una tarjetita en función de su importancia y difusión como medio, dividiéndose en técnicos, periodistas y compradores.
En el caso de los periodistas hay 4 divisiones: La blanca, que te da acceso a lo que te dé la gana, no haces cola y entras siempre; la rosa, que prácticamente lo mismo, te garantiza sitio en las premieres y ruedas de prensa aunque has de ir con tiempo; la azul, que básicamente entras si queda sitio; y los amarillos, lo más bajo de la pirámide. Si eres amarillo, como era mi caso, vete olvidando de hacer colas para las premieres de la tarde porque te vas a quedar seguramente fuera del primer y segundo pase tras dos horas al sol.
Y así nos pasó, todo el primer día chupando colas y quemaduras de 3º grado para acabar fuera de cuatro de los seis pases que había ese día. Por fin, y contra todo pronóstico, pudimos entrar en la diminuta sala Bazin para desvirgarnos en el festival con “Il Raconto di Raconti”. Este proceso se repetió los días siguientes, así que una vez novatos de la vida, aprendemos el juego de tronos de Cannes: Lo mejor es madrugar para el pase en Lumiere (donde entras seguro, 2200 plazas es lo que tiene), hacerte alguna sección paralela (en Un Certain Regard entras sin problema) o la Quincena y Semana de la crítica, donde no hay distinción de color, pero te exige ir más de una hora antes para no quedarte fuera. Otra gran opción es esperarte a los pases del día siguiente en la mejor sala de todo el festival, Soixante, donde el primero que llega entra, seas Borbón o hijo del último vecino.
El sistema de castas para el amarillo y azul es un problema, porque si en festivales como la Berlinale o San Sebastián se pueden ver seis películas diarias sin despeinarte, con máxima comodidad, tiempo para escribir e incluso comer, aquí date con un canto en los dientes si ves cuatro al día, renunciando a comer y tirado en el suelo de la calle escribiendo intentando adelantar el trabajo. Para colmo, cuatro secciones se antojan muy escasas para el mayor festival de cine del mundo, y muchas veces la calidad de las mismas es bastante baja.
Por ultimo hay que hablar del Palais de festival. Aquí tienes el Debussy, Buñuel, Bazin y Lumiere, los cuatro pilares para ver las películas de competición, retrospectivas y Un Certain Regard. Es una gran estructura vetada a los profesionales (fotógrafos, periodistas y compradores) donde cada vez que entras deberás soportar cacheos y registros, y cada vez que salgas a fans histéricos del postureo que buscan invitación para la película de un director taiwanes del que nunca han oído hablar. Dentro del Palais está la zona de prensa donde son las conferencias de directores y actores de competición y proyecciones especiales, y la sala de prensa, donde tenemos agua, refrescos y café gratis, aparte de conexión wifi, enchufes y mesas. Demasiado pequeña para 2.000 acreditados de prensa, con un wifi que funcionaba terriblemente mal y donde había tortas por un enchufe.
No nos olvidemos del Marché, la zona más divertida del festival. Para el Marché hay más de 10.000 acreditados, tarjetita negra, y son los encargados de que esa película que tanto quieres llegue a tu país. Normalmente deambularas por allí cuando no tengas nada que hacer, y ahí es donde se corta el bacalao y vende y exporta cine alrededor del mundo. Hay cientos de stands divididos por países y distribuidoras donde puedes ver joyas como ésta:
El cine y lo que no es el cine en Cannes


La verdad que había mucho optimismo respecto a esta edición. Se comentaba que podría llegar incluso a los niveles de 2013, una de las mejores ediciones que se recuerdan en la competición. Había perlas en la quincena y consagrados en Un Certain Regard, pero la sensación al terminar el festival fue muy extraña. En primer lugar por cierto nepotismo franchute que huele de aquí a Burgos. Cierto es que no hay ninguna película que haya volado mentes en la competición, pero sí que ha habido un puñado de cintas de notable alto, incluso sobresaliente, y que finalmente la Palm d’or haya ido para Deephan de Jacques Audiard, huele y mucho. Porque la película está bien, es un film que denuncia y exhibe la crueldad y dificultad de la inmigración, pero no deja de ser algo ya visto muchas veces, sin frescura, y qué narices, que no está ni en lo mejor de la filmografía de un gran director, al que parece, le han dado el premio por méritos pasados.
Muchísimo más merecido fue el Gran Prix, el gran premio del jurado, algo así como la segunda mejor película del festival, que fue a caer en manos de Saul Fia, la opera prima del húngaro Laszlo Nemes. Una auténtica maravilla técnica, con lirismo final que hará contener la respiración a más de uno en su estreno. Una de esas cintas que sí puede llegar a trascender.
El gran premio del jurado fue a caer en manos de The Lobster, la maravillosa a la vez que irregular tercera película de Yorgos Lanthimos. Había mejores candidatas, pero la primera incursión del griego en Estados Unidos merecía algún reconocimiento por su inteligencia y valentía. La mejor dirección fue para el taiwanés Hou Hsiao-Hsien, por su The Assassin, la gran obra maestra del festival para muchos, y el gran coñazo supino del festival para otros. El premio a mejor guion para Michel Franco por Chronic, algo que nadie ha entendido a día de hoy, pero bueno, cosa del jurado supongo. Y finalmente, actuación femenina para Rooney Mara ex aqueo con Emmanuelle Bercot y masculina para Vincent Lindon.
Lo cierto es que en competición se quedan varias grandes cintas sin premio o con premios insulsos. La maravillosa Mia Madre de Nanni Moretti, un homenaje a su cine a su vida y a su ego; Sorrentino haciendo llorar a medio Lumiere e indignando al otro con su Youth; Jia Zhangke con la película más ambiciosa de toda la competición, Mountains May Depart, la preciosa obra maestra de Haynes Carol, cuya sensibilidad y estilo la convierten en clásico instantáneo, o la gigante Tale of Tales de Garrone.
Ha habido buen cine en esta competición, muy bueno de hecho pero también aberraciones como Margueritte et Julien o la nueva de Gus Van Sant, The Sea of Trees. No nos fiemos de unos premios que no dejan de ser el punto subjetivo de un jurado a priori muy interesante. No podemos olvidarnos tampoco de las proyecciones especiales, la ovacionada hasta la saciedad Mad Max, la maravillosa nueva película de Pixar Inside Out, probablemente lo mejor que se ha proyectado en todo el festival, o la a priori caliente pero fría en el proceso Love, de Gaspar Noe.
En el resto de secciones ha habido una miscelánea muy extraña. La globalizada mediocridad de Un Certain Regard se ha materializado en la victoria de una cinta que no llega ni al aprobado, HRÚTAR, por mucho que algunos quisieran ver en la nueva de Apitchapong o Brillante Mendoza la gran esperanza de la competición, lo cierto es que el nivel ha sido deleznable, una sección que parece destinada a mostrar las miserias de países subdesarrollados que a contar historias arriesgadas y con estilo.
Y la Quincena, que aquí sí que hay mezcolanza. Probablemente la gran esperanza del festival, donde hemos estado a punto de ver algo enorme con unas Mil y una Noches de Miguel Gomes que prometían oro en la primera y segunda parte, y que acaba en mirra barata por un desastroso y aburrido Volumen 3 que ensucia la que estaba siendo la mejor película del festival. Aunque también hemos tenido risas con Green Room, una especie de Cabin in the Woods por parte del director de Blue Ruin. Hemos llorado e indignado con la nueva de Desplechain (My Golden Days), o nos hemos quedado picuet ante la estupidez de la película de clausura, Dope. Me perdí tras dos horas de colas dos veces la nueva de Jacco Van Dormael, una pena porque eso prometía marcianadas ricas.
A toro pasado, una vez pasado todo el falso glamour, agobios y aglomeraciones de turistas y fans histéricos, superando el haterismo hacia una organización con mil fallos (imperdonables), y la doble indignación por su ridículo palmarés, no ha quedado un mal festival. Se han presentado películas muy buenas a nivel medio (salvo en Un Certain Regard) y algunas incluso quedarán para el recuerdo dentro de treinta años.
Desde aquí nos despedimos y dejamos un listado de lo que hemos visto y no debéis perderos:
Youth de Paolo Sorrentino
Mia Madre de Nanni Moretti
Son of Saul de Laszlo Nemes
Inside Out de Pete Docter y Ronaldo del Carmen
Green Room de Jeremy Saulnier
Carol de Todd Haynes
As 1001 Noites de Miguel Gomes
Love de Gaspar Noe
Mountains May Depart de Jia Zhangke
The Lobster de Yorgos Lanthimos
Tale of Tales de Mateo Garrone