METZ: Brevedad anfetamínica
Por 22 septiembre, 2015 10:270


Han pasado más de dos años desde que METZ decidieron incendiar la noche de San Valentín en la presentación de su disco debut en la sala Siroco. El sábado pasado volvían de la mano del Primavera Sound a la sala madrileña Lemon Music Live, esta vez con una mayor asistencia de público y con un nuevo trabajo de estudio bajo el brazo, pero con la misma contundencia y rotundidad de su propuesta en directo.


El concierto fue un equilibrio perfecto entre los temas de sus dos primeros discos, dos trabajos con un claro componente continuista. La guerra empezó en el momento que los canadienses subieron al escenario, encendieron los amplificadores y colocaron los micros apuntando hacia sus mastodónticas pantallas; momento en el que el silencio expectante se convirtió en ruido atronador durante una hora. METZ decidieron abrir el telón con la desgarradora “Headache”, el temazo incontestable de su disco debut, lo que fue toda una declaración de intenciones que nos hacía presagiar que la siguiente hora iba a ser un vendaval de saltos, pogos y latigazos cervicales.
Tuvimos que esperar tan sólo dos canciones para que el grupo empezara a desgranar su nuevo trabajo (“II”), que sigue tanto la senda creativa de su debut homónimo que podría considerarse una segunda parte o una versión extendida del primero. Así llegaron “Spit you out” y “The Swimmer”, que dejaron más que patente que los canadienses son una bomba de relojería sobre el escenario, que solo necesita una sala abarrotada con poca luz y mucho humo para ser detonada.


Antes de adentrarse en la parte del concierto destinada a presentar las nuevas canciones, METZ provocó un tsunami sonoro repasando temas antiguos como la desesperada “Knife in the water” o “Get off”. Tampoco falto “Acetate”, una canción nacida de la desesperación y la ansiedad más profunda que acabó de desatar la euforia entre las primeras filas. La música de METZ es una aleación entre noise, punk y ramalazos post-hardcore; todo ello comprimido en píldoras concentradas de dos o tres minutos de duración, lo justo y necesario para no hacer mella en la salud mental y auditiva de los oyentes.
Tras casi una hora de concierto, los canadienses eligieron “I.O.U” y “Wasted” para cerrar el telón. Un final anfetamínico que elevó el show a su punto más álgido y provocó una insistente petición de bises por parte del público, circunstancia que el grupo decidió no escuchar. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la propuesta de grupos como METZ se basa en la inmediatez y el frenetismo, lo que debe tener un reflejo acorde en su directo. Es por eso por lo que creo sería más conveniente medir el éxito de este tipo de concierto utilizando indicativos alternativos al número de minutos de actuación. Se me ocurren varias escalas de carácter más cualitativo que podrían servir como medida de satisfacción ante un concierto como el de METZ. Por ejemplo el número de codazos en las primeras filas, la altura media de los saltos del público o densidad de la capa de humo y sudor que envolvía hasta los baños de la sala Lemon Music Live. Si tenemos en cuenta estos atributos, podemos afirmar que METZ salieron por la puerta grande. Y nosotros con un collarín cervical.