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Los Chichos en el PS2016: ¿verdadera reivindicación o “cena de los idiotas”?

Por Juanjo Rueda 1

Ayer por fin despegó el dichoso cohete que anunció la programación del Primavera Sound 2016. Una programación que no por esperada en algunos, bastantes, nombres ha dejado de ser muy jugosa y celebrada. La gente iba mirando las líneas de confirmados e iba comprobando una serie de nombres deseados e iba haciendo cábalas de presupuesto para asistir a esta nueva edición. Entonces, de repente llegaban a la primera línea del tercer bloque de nombres y ¡boom!, ahí estaban, Los Chichos. Ahí estaba la verdadera sorpresa, y lo digo sin atisbo de ironía y cachondeo, del cartel de este año (ni Radiohead, ni LCD Soundsystem u otros nombres más que esperados dentro de la idiosincrasia del evento). Esta inclusión empezaba así a capitanear en muchos casos las conversaciones y comentarios sobre el festival, ya fuera desde el respeto o la broma. Sería a partir de esos comentarios cuando comenzaron a saltar una serie de preguntas en mi cabeza que todavía se mantienen o rondan por la misma: ¿cuánto hay -habrá- en esta confirmación, por parte de la organización del festival y de sus asistentes después, de colonialismo cultural, de elemento exótico, en esta confirmación? ¿Cuánto hay -habrá- de circo, de ironía posmoderna, de “mirad que chiste o gracia hemos hecho” (por parte del festival) o (por parte de los asistentes) “mirad que de puta madre nos lo estamos pasando y que risas nos estamos echando a costa de ellos”? En fin, aclarando un poco, ¿cuánto hay -habrá- en esta confirmación de verdadera reivindicación de su música, de reconocimiento como creadores, y cuánto de “cena de los idiotas”?

Es verdad que su inclusión viene ligada a una gira de despedida y que de esta forma parece servir de reconocimiento para la banda además de que los pueden conectar como una especie padres de grupos o artistas incluidos en el cartel como PXXR GVNG o C. Tangana que si bien son muy distintos estilísticamente sí comparten parte de ese espíritu de autenticidad arrabalera que encumbraron en los setenta Los Chichos. Pero esta coartada no sirve para disipar mis dudas, mis preguntas previas, más cuando no hay precedentes previos estilísticamente y de la misma categoría (por ejemplo, el BAM incluyó en su momento en su programación al grandísimo Peret) pero puede que quizá esto sea la brecha de inicio para cosas semejantes. Aún conservando el beneficio de la duda no se me quita la sospecha de que esto puede ser una vuelta de tuerca más al “efecto Raphael” que utilizó el Sonorama en su edición 2014. Un gancho que, visto lo visto, se está comprobando que fue más promocional que de auténtica reivindicación musical (¿han vuelto a apostar por artistas patrios de esa época?) y que en el caso del Primavera hay que esperar pero uno no puede quitarse de encima la sensación de recelo, además comprobando que -aunque el festival no lo necesita por la magnitud y estatus que tiene- ha conseguido con esta confirmación una transversalidad y amplia exposición hacia medios no musicales que no sabemos si de la otra forma hubiera sido así.

He pensado también en como la distancia cultural no la marcan los kilómetros o el elemento físico sino la configuración social y que, desgraciadamente, algunos podemos estar más distanciados culturalmente de un grupo como Los Chichos, que tienen un gran legado popular que casi todos en España sabemos reconocer, pero que a veces cuesta terminarlos de ver como parte de nuestra tradición popular sin desligarlos de ese componente algo kitsch. Como es curioso y algo triste que quizá se podría ver más natural -sin ese aire de cachondeo y broma, de ironía posmoderna- la actuación de un grupo gospel o de cualquier folkie americano añejo dentro del Primavera que el grupo de Vallecas. Yo mismo vi a Los Chichos en 2008, fue dentro de la programación de Los Pilares de Zaragoza. Fue un concierto gratuito y con un público más variopinto del que pueda haber en su momento en el Primavera. Mi sensación entonces, y quizá por eso este artículo, es que había en el ambiente (tanto por mi parte, lo admito, como por parte del resto del público) una sensación de reconocimiento como creadores de algunos hits populares indiscutibles a la que se unía ese toque kitsch, una sensación de que el público los ve con ese componente “quinqui” con el cual no tienen conexión directa y que hace que los posicionen como propuesta algo exótica desde una posición irónica, como si la inmersión rumbera fuera más, como diría Tyler Durden, un retiro de fin de semana. Por cierto, ya veremos en el Primavera, pero en ese directo comprobé que viven de canciones míticas y carisma porque el directo en sí fue flojeras, algo que también se les termina perdonando en una especie de paternalismo cultural sobre el que también habría que reflexionar.

No sé si he dejado más dudas, más “quizás”, que aclaraciones; no sé si este texto es algo coherente o un montón de pensamientos deslavazados; y, finalmente, no sé si con estas preguntas -dudas- y este artículo ayudo a identificar y/o modificar estas actitudes o soy parte de ellas.

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