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Aries: esencia pop

Por Juanjo Rueda 3

8.5

Nota
8.5
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En el tramo final de la película “Esencia de Mujer“, el coronel Frank Slade, interpretado por Al Pacino, expone en su última parte de su discurso-defensa-arenga ante un auditorio de estudiantes, de futuros líderes del mundo “libre” capitalista:

Ha escogido un camino. Es el camino correcto. Es un camino hecho por el principio que conforma un carácter. Dejémosle continuar su andadura. Ustedes tienen el futuro de este chico en sus manos, comité. Es un valioso futuro, créanme. No lo destruyan. Protéjanlo. Abrácenlo. Un día les hará sentirse orgullosos, se lo prometo.

Pues estas últimas palabras de esta escena me han venido a la cabeza para aplicarlas a la trayectoria, al camino, y obra de Aries, una trayectoria y un nuevo disco para sentirse orgullosa, su creadora al menos, y que nos está dando motivos sobrados de satisfacción a aquellos melómanos que disfrutamos del pop más explorador y menos obvio.

Aries es el proyecto de Isabel Fernández Reviriego, ex-Charades y quien desde 2012 -año en que puso en circulación su primer LP con ese nombre, “La Magia Bruta” (BCore)- viene dando vueltas a un sonido pop en el que los juegos vocales, la búsqueda de melodías ensoñadoras y los ritmos gomosos de base electrónica tienen cada vez un peso más creciente. En ese primer disco, el sonido todavía estaba cercano al folk-pop de aires psicodélicos y sería en el segundo, el maravilloso “Mermelada Dorada” (La Castanya, 2014), donde marcaría más a fuego las señas antes mencionadas y que en esta tercera obra, “Adieu or Die” (La Castanya), exprime con sentido y sensibilidad. Este tercer disco parece una vuelta de tuerca del anterior, donde las canciones mantienen evidentes puntos en común e incluso cierra el disco con “Adieu or Die”, otra excursión de naif psicodelia planeadora pop de once minutos como también hizo con “Transmisión” en el anterior. Eleva el nivel de ritmos “bombásticos” con esas melodías que huyen de lo tópico (“Memorias”, “Nieve de noche”, “Eclipse Total” o “En el océano”), que huyen de escondenderse, como George, en la comodidad del bolsillo de papaíto. Su pop escapa del coto cerrado para mirar al paisaje abierto y debería hacer las delicias de todas aquellas personas que esperan una mayor concreción pop y menos digresión (musical o experimental) en las últimas obras de El Guincho y Panda Bear. Mientras sus letras continúan también ahondando en esa ensoñación casi surrealista de figuras simples pero poderosas (esa nieve cayendo en la oscuridad, eclipses, brumas que se extienden en compases, o huellas que se fuman) y que parecen esconder o ejercer de figuras retóricas de dudas, zozobras y cierta melancolía que contrastan con la mayor luminosidad del plano musical.

Siguiendo con las palabras de Frank Slade, este es un proyecto musical y un disco para abrazarlo con nuestros oídos, un proyecto no ya de futuro, sino de mucho presente. Esta obra, y las anteriores, son un ejemplo magnífico de lo que la mejor esencia pop puede dar de sí y puede hacernos disfrutar.

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