Con 23 ediciones a sus espaldas, Sónar Festival continúa siendo la propuesta más ambiciosa dentro de nuestras fronteras. Apostando siempre por la innovación Sónar nos ha regalado en este 2016 un puñado generoso de nuevos formatos y conceptos de exquisita música electrónica. Con más de 150.000 visitantes esta edición no ha llegado a sus cifras de 2015, se queda a tan solo a 3000 personas, algo que sus organizadores achacan al hype provocado por The Chemical Brothers en la pasada convocatoria. Sin embargo este dato no es para nada desalentador ya que mientras las cifras de afluencia se mantienen en lo habitual la línea que marca lo alto de la calidad musical y conceptual no cesa de subir y subir. Y sin más preámbulo aquí va nuestra crónica del Sónar 2016.


Nos adentramos en vereda y con ello atravesamos las puertas de Sónar By Day el jueves tarde con energía rebosante y las ideas muy claras. Jamie Woon nos esperaba en el Sónar Dome custodiado por la Red Bull Music Academy y un público entregado. Los sonidos soul más cálidos contagiaban movimiento y la atmósfera no tardó en llenarse de intimismo y energía sexy. Las cortinas azules del Dome se mecieron con gusto ante la suavidad del británico, que acompañado por dos vocalistas llenos de estilo, nos guiaron sin frenos por los derroteros del RnB. El clímax de su directo se consumó con la interpretación de “Sharpness” en una versión más enérgica y alargada.
Con las piernas llamando al baile atravesamos Sónar Village. The Black Madonna estaba en su salsa y se notaba. Los ritmos techno y house más bailables golpeaban sin pausa mientras el sol comenzaba a esconderse tras la fachada principal. Sin apenas tiempo para el aplauso se empezó a definir una melodía repetida, el anuncio de la siguiente actuación a modo de pista mientras un par de figuras buscaban su lugar en escena. Todo listo, guitarra y mezcla, los canadienses Bob Moses comenzaban a lo grande con uno de sus temas más potentes, “Talk”. Su sonido directo es hipnótico y transparente, al nivel más alto de sus producciones de estudio con la diferencia de que los vatios de potencia de un escenario de tales dimensiones elevan su propuesta hacia algo mucho más club. Se lucieron con el repertorio enlazando canciones como “Far from the tree” y “Like It or not” y pese a algún fallo de sonido en la guitarra de “Before I fall” se hizo muy complicado escapar de su hechizo y cambiar de escenario. Fue una elección difícil pero tocaba el plato fuerte.


Un Sónar Hall rebosante y tenebroso se mostraba expectante, sediento, ante las tres siluetas que se dibujaban en el escenario. Los haces de luz led rompían las nubes de humo para descubrir el rojo de las cortinas Twin Peaks que caracterizan este espacio conformando así un entorno perfecto. David August en su versión live nos dio un auténtico repaso y se desmarcó con una de las mejores (si no la mejor) actuaciones de este Sónar 2016. Acompañado de dos músicos August se desenvolvió entre estilos de manera brillante, yendo y viniendo de la calma al desenfreno y dando más vida, si cabe, a todas y cada una de sus producciones. Tal era la reinterpretación que hacía de sus propios temas que la sorpresa era total cuando chocabas de bruces con algunas de sus melodías más sonadas. Fue el caso de “Last Day” o su más inmediata, y rompedora en directo, “Ouvert”.


El cierre del jueves corrió de cuenta de 65daysofstatic presentando la banda sonora del videojuego No Man’s Sky en el escenario de butacas de Sónar +D, Sónar Complex. Con una puesta en escena impecable nos vimos inmersos en un viaje intergaláctico de exploración espacial que se hacía posible y visible gracias a la proyección en pantalla de las imágenes del videojuego. Fue una actuación dinámica, emocionante y precisa que supuso el cierre perfecto a las actuaciones del jueves.
Nuestro viernes comenzó con Kode 9 en una noche programada para valientes. Los ritmos frenéticos de dubstep y el trap cubrieron Sónar Club con un halo oscuro y venenoso que funcionó como perfecto predecesor de lo que se nos venía encima. A la 1 en punto salía a escena la elegancia, el británico James Blake, quien venía dispuesto a desatar la emotividad y las lagrimas de un Sónar Club lleno hasta la bandera. Blake y sus dos habituales sonaron tremendamente bien, presentándonos mil sensaciones en vajilla de plata. Temas tempranos como “Timeless” de su nuevo disco o “Life around here” despuntaron a todo volumen y pese a ser un artista que parece no estar hecho para la madrugada no desentonó en el ritmo de la noche, o puede que sí, pero oye, si hay que frenar por Blake se frena, y lo hacemos encantados. El broche a su actuación fue su mítica “Retrograde” haciendo las delicias de todo fan que se precie.


A toda prisa cruzamos la totalidad de Sónar para asistir a los últimos veinte minutos de Flume. El canadiense estaba entregado repartiendo generoso todos sus rompepistas, mezclando de una manera fluida y alternando sus distintas versiones. Con el “Tennis court” de Lorde el Pub estalló en éxtasis mientras miles de cabezas asentían con gusto ante un cielo cada vez más encapotado. Las primeras gotas de agua empezaban a caer y con ellas los primeros bombos del techno de club. Comenzaba el viaje propuesto por Kolsch. Con un live lleno de contundencia, progresión y emotividad, no había lluvia ni temporal que nos hicieran retroceder. El chubasquero fue la clave de la noche, sí, pero también lo fue Kolsch. El alemán se lo pasó en grande y bien se notó en el meneo de su icónico sombrero durante la hora que pudimos disfrutarle. Temas míticos como “Loreley”, “Golfisch” u “Opa”, acompañados de muchos otros, hicieron temblar el suelo bajo nuestros pies y dejaron los ánimos listos para bucear aún más profundo en las oscuras aguas del techno.
Mano Le Tough tomó el relevo y nos guió entre las tinieblas a través de bombos contundentes y un estilo directo y elegante. Al parecer se dejó en casa la melodía y el misterio de sus últimas producciones de estudio y optó por sumergirse en una vorágine de ritmo incesante de la que se hacía difícil escapar. Si bien es cierto que echamos de menos algún tema icónico como “Primitive people”, no pudimos reprocharle fallo alguno y nos entregamos por completo.
Del cierre de la noche se encargó John Talabot. El barcelonés cogió el testigo de Mano Le Tough y se subió al carro del techno sin contemplación mientras la luz se abría paso en lo que acabaría siendo una noche para el recuerdo.


La noche del sábado se tornaba tempranera con New Order. el momento había llegado. Con el cese de la actuación de Undo se abría el telón y se descubrían los instrumentos de la mítica banda aún sin ocupar. Bernard Summer ocupó el timón y los acordes de “Singularity” comenzaron a sonar. Allí estaban los cabezas de cartel de esta edición número 23. Con un Sónar Club aún por llenar, los británicos alimentaron a sus fans con temas de su nuevo álbum tales como “Restless” o una pegadiza “Crystal” del lejano Get Ready. La atmósfera se calentaba a la misma velocidad a la que llegaban los más rezagados y, entregados por igual, banda y público se enlazaron en torno a su tema más bailable “Tutti Frutti2, en una interpretación que, sin embargo, no acabó de sonar con la misma potencia que en su versión de estudio. La velada confluyó en un clímax ausente de “Blue Monday” y el grupo despidiéndose con la sonrisita traviesa en la cara. La broma más falsa de la historia no duró demasiado y a los pocos segundos ya retumbaban los bombos iniciales de “Blue Monday” ante, ahora sí, un Sónar Club completamente lleno. La guinda del pastel y la sorpresa de la noche tuvo lugar instantes después cuando la banda nos regaló “Love will tear us apart” en homenaje a Joy Division y a su icónico vocalista Ian Curtis.
Cambio de escenario y de estilo musical. Kaytranada estiraba en Sónar Pub. La lluvia perdonaría en esta ocasión pero se hacía necesaria una dosis de calor y de eso se encargó con creces el de Haití. Los temas de su nuevo álbum 99,9% sonaron frescos y fluidos alternando ritmos RnB, hip hop y house sin dejar a nadie indiferente. Como detalle a destacar y al margen de la música hay que hacer mención a la maravillosa portada y visuales del ilustrador Ricardo Cavolo.


Con los deberes hechos nos desplazamos de vuelta al escenario Club. Pasar cerca de Laurent Garnier y escuchar lo que salía de Sónar Car tentaba pero las largas colas echaban para atrás. En Club Booka Shade hicieron de las suyas y con un sonido exquisito, realizando un recorrido por sus temas más sonados, siendo “Body Language” una auténtica delicia.
Vuelta a Pub para asistir la propuesta más agresiva de la noche. Boys Noize salió con ganas de romper y reventó nuestros oídos a base de ritmos techno y old school siempre aliñados con ese toque acid que tanto le gusta. Haciendo alarde de su versatilidad y con un amplio surtido de BPM’s su Live Debut se centró en temas de su nuevo disco “Mayday” y viejas glorias como su potentísimo “1010”.
No podíamos cerrar Sónar sin dejarnos perder en la narración de Sir Laurent Garnier por lo que acudimos a su llamada con la convicción de atravesar por fin el tapón permanente que se formaba a las puertas del remodelado Sónar Car. Quedaba latente que la expectación por ver su set de 7 horas no cabía en un espacio diseñado para tan solo 3.000 personas. Una vez dentro pudimos disfrutar de un entorno Lynchiano muy acorde con el concepto musical de un Garnier que no parecía llevar 5 horas pinchando, todo lo contrario, desprendía energía y tablas con cada uno de sus movimientos. Su set fue potente, enérgico y muy sabio, confirmándose una vez más como una de las mejores propuestas de Sónar y sirviendo de broche perfecto para esta bendita edición.
Foto de portada: Kenny Dope por Leafhopper.