Crónica Vida Festival 2016, más extraño que el paraíso

Por Jose Eduardo Medina 2

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La última edición del festival Vida, tercera en su aún corta historia, cerró tras cuatro jornadas consecutivas donde, por primera vez, el epicentro de su actividad se localizó en su sede principal: la Masia d’en Cabanyes. El aumento en importancia de la jornada inaugural y de clausura, sumado a la ampliación del recinto con un nuevo escenario, eran las principales novedades que fueron refrendadas por un éxito de público, haciendo del Vida un valor al alza en la agenda de conciertos estival.

Hace sólo tres años, Vilanova i la Gertrú decía adiós al festival Faraday, faro de la música en directo para la ciudad y puerta de un verano que quemaba las primeras horas en sus escenarios. Su maquinaria quedó engrasada para que la nueva generación pulsara el interruptor la siguiente temporada e iluminara las letras de la palabra Vida por primera vez. Una operación arriesgada, no sólo por las consecuencias imprevisibles de un relevo generacional, sino porque debía darse continuidad a una entidad de enorme peso en la vida cultural de la región. La ruptura radical con lo anterior evita futuras comparaciones y, además, caer en la tentación de mercantilizar la melancolía, sin embargo puede causar desconcierto y desembocar en fracaso. Asumiendo las consecuencias, el formato fue replanteado al completo: si su predecesor se ligaba al mar, ahora se sumergiría en la frondosidad de la tierra, si el faro era el antiguo símbolo, ahora la masía dominaba el horizonte. El primer paso estaba dado y sólo el tiempo sería capaz de decir si era un salto al vacío.

El Bosc @ Vida 2016 / Christian Bertrand
El Bosc @ Vida 2016 / Christian Bertrand

Los rayos de sol se filtraban a través de una bóveda de agujas como un manto de luz cálida, tejido entre las partículas en suspensión que agitaba la brisa ligera. Esta calma palpable, respirada en el recinto del festival a la caída de la tarde, es la misma que disfrutan sus organizadores viendo a aquella primitiva semilla dar frutos abundantes. La venta de abonos había agotado existencias meses antes del festival, señal que auguraba un nuevo éxito y ratificaba el paso hacia delante dado al ampliar horarios y espacios. Ahora, el bosque cercano a la masía recibía a los primeros visitantes, sustituyendo al antiguo Molí de Mar, y quedaba convertido en fiesta inaugural ampliada y, también, en último simulacro de lo que se avecinaba los próximos días.

Frente a la planicie desnuda de los escenarios principales, donde apenas hay refugio que cubra del inquisitivo sol, el pinar se convierte en un lugar vedado, dentro del cual todo queda envuelto en un halo de misterio. Cobijada por la espesura, la música se protegía en su interior durante las primeras horas de la tarde y, con la ayuda del suave ecosistema, era capaz de desplegar los matices frágiles y delicados de voces e instrumentos. Sorprendida por el paisaje, subía al escenario Basia Bulat, la chica canadiense aseguró nunca haber tocado en un barco varado dentro de un mar de madera. Con un acompañamiento escueto, en el que a veces estuvo presente una guitarra, pero otra sólo la voz sobre la ligera línea melódica que dibujaban sus dedos en el ukelele o el arpa, fue deshilando la madeja de su último disco, Good Advice (Secret City Records, 2016), quedando las canciones suspendidas sobre el corro de oyentes en forma de tapiz vivaz y sorprendente.

Basia Bulat @ Vida 2016 / Martina Matencio
Basia Bulat @ Vida 2016 / Martina Matencio

Estas reuniones alivian el sopor estival en las horas que aprieta el calor y, al igual que los antepasados mediterráneos buscaban fuentes umbrías en torno a las cuales agruparse, ahora el contar historias a través de la música se convertían en nexo común. El encuentro en la calma del bosque invitaba a buscar las raíces, y era el pretexto perfecto para convidar a Maria Arnal y Marcel Bagés. El dúo barcelonés ha hecho de la búsqueda en el archivo su leitmotiv compositivo, recuperando sonidos de la tradición popular ya olvidados. En la voz de Arnal vuelven a la vida los ritmos de la jota, los fandangos o el romance popular, mientras la guitarra eléctrica de Bagés actualiza unas melodías que se aproximan al folk o al rock contemporáneo. Su proceso de selección, nada arbitrario, hizo elevar frente al atento público, las quejas y luchas de otras generaciones, voces oprimidas o silenciadas que pidiendo libertad daban un manual ideológico de primera necesidad en la realidad contemporánea.

El rostro audaz es el mejor perfil de aquellos que se dedican a sobrevivir y, para describirlo, no hay mayor precisión que el afilado léxico de Kiko Veneno. A quien fundara Veneno, junto a los hermanos Amador, le acompañaba la guitarra de Raúl Refree en la escueta embarcación, actualizando un repertorio repleto de clásicos que el cantautor sevillano presenta con nuevos arreglos. Un trato directo y sin tapujos, al igual que los personajes de sus canciones, que le facilita intercalar, entre letras que el público conoce de memoria, bromas sobre las guitarras, sus más fieles compañeras, y sobre sí mismo, en un diálogo en confianza que mezclaba juergas, alegrías y deseos, con abandonos, soledad y frustraciones, caras de una misma moneda que gira de improvisto para aquel que saborea la libertad cada día.

Kiko Veneno @ Vida 2016 / Mika Kirsi
Kiko Veneno @ Vida 2016 / Mika Kirsi

Aunque la lánguida tarde lo hacía un lugar pacífico, al caer la noche el bosque mostraría su envés. Así lo pregonaba Francisco Contreras al borde del escenario – “pronto huiréis a una experiencia báquica, dominada por el sexo, las drogas y los placeres de la carne” –, sosteniendo el poemario de Enrique Falcón, Porción del Enemigo (La Oveja Roja, 2016). Aún bajo su pseudónimo en el mundo flamenco, El Niño de Elche ha seguido un camino paralelo al de Camarón y Morente, dejando atrás los círculos cerrados del cante tradicional y colonizando, con su voz, otros géneros, desde las artes visuales hasta la performance política. La trayectoria en el estudio de grabación es igual de heterodoxa y su doble participación en el Sónar, junto a Los Voluble, ha creado gran expectación por ver su directo. Sin necesitar el estimulante de la rave para atraer la atención, la calma de Vilanova confrontaría con la agitación de Voces del extremo (autoeditado, 2015). Acompañado por Raúl Cantizano y Darío del Moral, la voz moldeada durante años en los tablaos busca ahora al experimento, es deformada, cercenada, distorsionada por el sintetizador, estalla en partes con las que formar de inmediato un collage completamente distinto a lo anterior. Es la principal protagonista con unas bases de respaldo, aportadas por la guitarra y el teclado, que siguen patrones formales tomados de los primeros experimentos entre tecnología e instrumento: la psicodelia, el kraut o la new wave. Un vertido ácido que lleva en su fórmula la iconoclasia cultural, listo para ser arrojado como cóctel molotov a veces, y otras para ser diluido y corroer lentamente los cimientos de la decadente sociedad española.

Wilco @ Vida 2016 / Mika Kirsi
Wilco @ Vida 2016 / Mika Kirsi

Pausadamente, la noche cubría con un manto de oscuridad el campo de Vilanova. En ausencia del ojo solar, el recinto se sumía en una densa penumbra absorbente con el encanto de lo prohibido. En ella brilló por un momento el fondo estrellado que acompaña a la banda de Jeff Tweedy en la gira de su último disco, Star Wars (DBPM, 2015), un set a medida del título. Wilco era el principal cabeza de cartel de la edición, y el tener reservada la mayor franja horaria del escenario, hizo que la banda de Chicago pasara sin prisas por toda su discografía. Podría hablarse del último trabajo como el más ligero y libre de estilo en su carrera desde que abandonaran las convenciones del country, un experimento capaz de permitirse sólo los grupos que han alcanzado la madurez en la labor compositiva. La dupla ‘More… y ‘Random Name Generator’, punto de partida del concierto, presenta ese cóctel de destreza técnica con los instrumentos y juegos de efectos encadenados que es la actual carta de presentación de la banda a sus oyentes. La actitud contamina el conjunto, dejando una versión de ‘Kamara en la que el sonido de las guitarras acústicas era sustituido por una avalancha de afiladas cuerdas eléctricas. Todo un ejercicio de virtuosismo de estudiados hitos — el final de ‘Hummingbird, donde el punteo sustituyo a las cuerdas del violín, la red de distorsiones tejida por los pedales en ‘Spiders o el solo más esperado a manos de Nels Cline, ovacionado por el público y que se ha apropiado por completo de ‘Impossible Germany — que puede resultar técnico en demasía, y hace que sobre él continúen destacando la sencillas piezas, pero no por ellos menos lúcidas, de Yankee Hotel Foxtrot (Nonesuch, 2002) con su contundente sinceridad, piedra angular en la carrera Tweedy y sus chicos.

Una vez quedaron borradas las últimas estrellas, las sombras dieron a la arboleda un aspecto tan amenazante como atractivo, era el momento adecuado para dejar en libertad el rock de los vizcaínos Belako. Al igual que en la inquietante cabeza de jabalí, que escudriña desde la portada de su último disco, se esconden un par de colmillos bajo el pelaje, así acechaba, disimulado entre bailables bases, un amenazante instinto punk capaz de atacar con la ferocidad del movimiento Riot Grrrl a la menor provocación. Ajeno al ritual, el público se entregaba al baile frenético en la frontal del escenario, siguiendo la visceral voz de Cris Lizarraga que, cual bacante posmoderna de melena rubia, agitaba su cabeza esperando la caída de la primera víctima. Escapar de allí no era fácil, pero los peligros no habían cesado en las profundidades de aquel pinar.

Belako @ Vida 2016 / Christian Bertrand
Belako @ Vida 2016 / Christian Bertrand

Marcado por el brillo especular de una enorme bola de discoteca, el camino hacia los terrenos aún desconocidos de La Cova resplandecía entre la bruma. Formaciones rocosas de cilíndrico cartón servían de refugio para las indomables especies que poblaban el nuevo escenario y, a velocidad frenética, me alcanzó el primer zarpazo. Za! liberaba una jam de percusiones destempladas y juego de distorsiones eléctricas que iluminó la noche como una tormenta estival.  A la velocidad del rayo, la ‘Gacela verde’ galopaba entre la multitud, espoleada por el léxico inconexo de Papa Dupau y el aleatorio patrón rítmico de Spazzfrica Ehd. Diseccionado en el circuito de pedales y botones, el sonido metálico de la trompeta se cocinaba junto a las voces procesadas, los silbidos, gritos y palabras guturales en un inconexo discurso que iba moldeándose improvisadamente hasta ser convertido en un susurro que decía: ‘suavemente, bésame’. Una trampa tan seductora que era inevitable caer. Atrapados en la red vibrante del sintetizador, un animal de brillante piel de leopardo acechaba a la fácil presa desde la maleza. A ritmo de tecnorumba late el corazón de Joe Crepúsculo, un estilo que el cantautor rescata del suburbio barcelonés, y el estante de gasolinera, para inyectarlo en su pop sintético. Al igual que un reguero de pólvora, prendió la multitud que bailaba a los pies del escenario, mientras, sin camisa, el sudor regaba los teclados. Trasladados por un momento a una fiesta de polígono, los villagers, palabra con la que se refirió más de una vez a los congregados, fueron bautizados con fuego, cubiertos de llamas de neón y objetos kitsch en una hoguera purificadora que consumió la noche de Vilanova.

Za! @ Vida 2016 / Lulu Voodoo
Za! @ Vida 2016 / Lulu Voodoo

Al igual que en el camino de ascenso seguido por Dante desde el infierno, Neil Hannon se ofrecía cual Virgilio al rescate de este abismo color flúor. Su aspecto peculiar, vestido con traje y pajarita al cuello, le hacía parecer un refinado caballero inglés, imagen que los ortopédicos pasos de baile al ritmo de la música y el sentido del humor lleno de ironía se encargaron de borrar nada más comenzar a moverse. El pop que practica The Divine Comedy tiene grabada esa impronta sofisticada y, aunque ha ido decreciendo en magnitud instrumental, despojado poco a poco de los grandilocuentes arreglos orquestales, suena fresco y liviano en formato banda, acompañando a unas letras donde Hannon describe un pequeño universo de anécdotas y experiencias personales que ha adquirido la habilidad de convertir en canciones a lo largo de su carrera. Con ese cebo hace morder el anzuelo a un público que se reconoce en las historias sencillas, salpicadas de referencias populares o situaciones comunes. En ‘At The Indie Disco’,  una lista de las bandas más reconocibles de la escena independiente anglosajona, sirve de pretexto para mirar con nostalgia la evasión y libertad buscada en la vida nocturna, lugar del despertar sentimental, un confuso pasajero del ‘National Express’ utiliza los pequeños acontecimientos del viaje como remedio para sus preocupaciones, o en el bullicio de una calle puedes perderte como si fuera un mar de dudas. En este dibujo de lo común y cotidiano, queda el poso personal de Hannon y la impecable elegancia de una banda que se coordina como un reloj en directo.

The Divine Comedy @ Vida 2016 / Mika Kirsi
The Divine Comedy @ Vida 2016 / Mika Kirsi

Como el final de un gran acto teatral, así cerraba el telón la Masia d’en Cabanyes tras cuatro días consecutivos de actividad en sus escenarios. La despedida quedó en manos de Rodrigo Amarante y una colección de canciones a las que dio vida acompañado simplemente por su guitarra. El cantautor carioca apostó por el formato intimista subido al pequeño barco, que zarparía del bosque de la masía al terminar su actuación. Cerraba así una edición del festival Vida que, pese a su juventud y aún continuar en crecimiento — la organización tendrá que evaluar el resultado del nuevo horario y los espacios añadidos — ha consolidado su posición, en una franja propia un escalón por debajo de los grandes festivales estivales, pero a la cual ha sabido sacar partido, convirtiéndola en su principal atractivo.

Imagen de portada: Ambiete @ Vida 2016 / Christian Bertrand.

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