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Nick Cave & The Bad Seeds: Skeleton Tree

Por Juanjo Rueda 1

Crítica de Skeleton Tree de Nick Cave & The Bad Seeds

9.0

Nota
9.0
90%

“Realmente, la única cura para la tristeza es compartirla con alguien más. Y por eso la música, las películas, los libros, son tan importantes. Sin el arte, sin la comunicación, no podríamos vivir más allá de los treinta, de lo tristes y deprimidos que estaríamos.”

Wayne Coyne

El arte como refugio ante un mundo inmisericorde. El arte como forma de comprensión, terapia y desahogo ante una existencia que se empeña en desmontar el frágil orden que tendemos a construir sobre ella, donde creemos que nosotros la controlamos. Es imposible no buscar consuelo en el arte ante una perdida como la de un hijo. Es imposible no refugiarse en el trabajo que es componer canciones ante un golpe como el que sufrió el pasado año Nick Cave. Incluso la fe de un hombre creyente se tambalea con una hostia de ese calibre: “They told us our gods would outlive us / They told us our dreams would outlive us / They told us our gods would outlive us / But they lied”, recita en la hermosa y triste “Distant Sky” (en la cual le acompaña la voz celestial de la soprano Else Torp). Porque aunque el tremendismo existencial y romántico, el nihilismo y la pena siempre han estado presentes en la obra musical (y literaria) de Cave, es imposible no percibir o abstraerse de la sombra de este funesto contexto cuando se escucha este nuevo disco.

Skeleton Tree“, decimosexto LP de Nick Cave y los Bad Seeds, parece retomar en lo musical el punto de fuga que dejó la última canción de su anterior disco (“Push the Sky Away”). Dobla la apuesta del ascetismo musical (acorde con esa portada en tipografía MS-DOS) y construye con elementos mínimos unas estructuras musicales repetitivas y circulares que sirven de colchón al recitado de Cave. Busca una vía paralela, alternativa, a ese croonerismo más clásico que parece que lleva gobernando la obra del australiano desde “The Boatman’s Call” (1997). Estructuras musicales apoyadas en sintetizadores, algunas bases programadas, violines y pianos fundamentalmente (casi no suena una guitarra en todo el disco), que parecen redundar en la influencia de Warren Ellis ya percibida en el anterior disco. Nick Cave y el Bad Seed; éste, más que nunca, casi parece un disco de ambos (Cave y Ellis), como los de esas bandas sonoras que vienen realizando, de hecho el aire cinematográfico tiene mucho que ver en unas canciones que ahora, más que nunca, sugieren cuando antes mostraban. Ahora se intuye la atmósfera enrarecida y oscura, cuando en la obra más canónica de Nick Cave (“From her to Eternity”, “The Firstborn is dead”, “Your Funeral… My Trial”, “Tender Prey” o “Let Love In”) ésta te golpeaba directamente.

El disco se revela interesantísimo por esa no rendición a caminos antes transitados y la inquietud por buscar nuevos trajes musicales, aunque termina perdiendo a los puntos en la comparación con el rock desbravado, libre de corsés, de su mejor etapa. Junto con la parte artística, el disco queda como una de esas obras encuadradas en un contexto específico pero sin regodearse en él o cayendo en lo morboso. El disco queda como una de esas obras que sirven para purgar la pena, sirve para compartirla, como dice la cita de Wayne Coyne al inicio, y hacerla así más llevadera. Me parece que no es poco.

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