4.0
Siempre que un “mega grupo” nace existe la curiosidad de ver si se trata de un simple juego de colegas en un estudio o si realmente existe la voluntad de dar un paso más para trasladarlo al directo. Ayer por suerte pudimos ver que la unión de Rachel Goswell, Stuart Braithwaite y Justin Lockey ha optado por la segunda de las opciones y que el resultado del mismo se advierte más que acertado. Así, tras unas pocas fechas el pasado verano para rodar el proyecto, anoche aterrizaron Minor Victories en Madrid para arrancar su gira por salas que les tendrá entretenidos hasta casi Navidad. Un inicio de gira que quizá pueda motivar un comienzo de concierto algo dubitativo y frío; cierto es que la banda entró a pelo ante el respetable, nada de teloneros, ellos solamente, una hora y para casa. Sí, una hora, algo más de lo que dura su disco, que se lo despacharon de arriba a abajo menos “For you always”, donde la voz de Mark Kozelek es insustituible. Así se defendía Rachel cuando anunciaron que iban a terminar el concierto con “Out to sea”. Entre medias pudimos disfrutar de la plasmación de sus ambientales composiciones al directo con un resultado más que notable a pesar de la falta de algunos engranajes salvados con un Stuart siempre fino a la guitarra y una base rítmica ensordecedora un saltarín Justin al bajo y un batería excepcional.
Sin lugar a dudas lo momentos más acertados de la noche fueron los temas más en la onda post-rock en los que el grupo se desata y crea atmósferas que van creciendo en intensidad hasta romper furiosas. La tempranera “The Thief”, “Folk Arp” o la gloriosa “Higher Hopes” pusieron a prueba los oídos de los presentes recordándonos a los buenos tiempos de Mogwai. Pero no solo de post-rock viven estos Minor Victories que saben tirar de melodías pop para hacer saltar a sus fans más animados, una pareja oriental situada en primera fila. “A Hundred Ropes” y “Scattered Ashes” fueron para ellos.
Entre gritos fanáticos con referencias a Slowdive y Mogwai (¿nadie quiso acordarse de Editors?) respondidos con una corrección y hasta algo de timidez de una Rachel que parecía desbordada por tantas muestras de cariño, se nos escapó un concierto de digestión lenta, de esos que gana enteros una vez que se ha reposado. Una pena que el público no respondiera acudiendo en mayor número a un Teatro Barceló a la mitad. Extraño para una banda con la vitola y el pedigrí de sus miembros, y el sello del Primavera Sound en la organización del evento, y más siendo un viernes. Madrid no para de sorprender.