Intemperie
Por 1 diciembre, 2016 12:330




No. No me voy a enorgullecer de no haber leído la novela de Jesús Carrasco. Todo lo contrario. En general, eso de no leer es una lacra que nos condena a pozos llenos de una humanidad cuyos adalides culturales habitan en “Mujeres y Hombres y Viceversa”. Me gustaría haberlo hecho, pero mi volumen de lecturas relacionadas con el cómic y una jornada a la que soy incapaz de sacarle más de 24 horas me impiden estar a todo lo que debería. Por fortuna, este desconocimiento se ha visto subsanado por el feliz accidente que puso en mis manos la traslación de “Intemperie” al tebeo en forma de envío editorial por parte de Planeta Cómics.
Ya desde los tiempos en los que leía Clásicos Ilustrados, las adaptaciones siempre me han parecido una excelente manera de adentrarse en el mundo literario. No querría hacer ningún tipo de proselitismo, pero creo con firmeza que trasladar a las viñetas las palabras de una novela es casi un arte en sí mismo, una tarea con la dificultad añadida de plasmar ideas ajenas de manera satisfactoria para el autor de la obra original y para una legión de acérrimos lectores que en ocasiones rozan el fanatismo. Toda adaptación debe enfrentarse al inevitable “pues es mejor el libro”, un condicionante casi perenne que a veces no se ajusta a la realidad.
Como he dicho al principio, no puedo comparar, así que ignoro si este es el caso. A pesar de no haber leído el original, es cierto que he oído excelentes críticas del libro publicado por Seix Barral, con lo que la labor de llevar a imágenes estas letras y acertar parecía complicada. Sin embargo, puedo decir con total certeza es que el cómic de Javi Rey me ha parecido extraordinario. Lo primero que sorprende nada más coger este tebeo es la cuidada edición. Se nota que se han tenido en cuenta los detalles que van desde la elección del papel para una impresión óptima hasta los materiales con los fabricar las portadas y las solapas. El cómic como objeto adquiere un valor añadido fundamental para los obsesivos compulsivos como yo. No hay nada más deprimente que una edición chapucera, mal encolada e impresa en papel de váter, de ese que amarillea con la luz de una bombilla. En ese aspecto, el trabajo realizado por los editores es impecable. El gramaje, los colores, el tacto de las cubiertas… todo es digno de un cómic de colección.
Desde luego, nada de esto importaría demasiado si en el interior nos encontráramos con una bazofia insufrible dibujada a ciegas por un asno drogado. La importancia del continente es indiscutible, pero el contenido no solo debe estar a la altura, sino que tiene que superar la importancia de lo material para adquirir las connotaciones adecuadas. En este caso, “Intemperie” brilla con luz propia al trasladar elementos gráficos del Western a la árida estepa de un familiar terruño. El desierto por el que se mueven los personajes simboliza cualquier lugar enquistado en lo más profundo de esa España rural de principios de siglo XX que todavía respiraba Medievo. Javi Rey aprovecha la economía de diálogos para hacer lucir su potente dibujo en una sucesión de escenas que oscilan entre la realidad y el sueño, y en las que los colores juegan un papel fundamental. Las palabras son tan austeras como los hombres que las pronuncian, y esto hace que la imagen adquiera un papel central en el desarrollo de la acción, una oposición acertada y necesaria dado el protagonismo absoluto que las letras tienen en un libro.
“Intemperie” habla de gente adusta, brutal, dura como la piedra sobre la que se sientan a comer pan, queso y beber un poco de agua parduzca escupida por algún pozo perdido. Es una película del Oeste rodada en Almería, tan cercana y real como cualquier paisaje desolado de los Monegros en un mal año de lluvias. Al final, es la trágica epopeya de un niño que emprende su camino, dejando atrás una inocencia que murió entre dolor, vergüenza y miedo.