Nervio, adrenalina y sudor. Así podría definir, en tan solo tres palabras, lo que fue el concierto de Viva Belgrado en Madrid el viernes pasado para presentar su segundo largo, Ulises (Aloud Music, 2016). Con una sala Moby Dick con todo vendido desde varios días antes, Cándido, Ángel, Álvaro y Pedro no defraudaron a una avalancha de chavales que en su mayoría no superaban la treintena y que han encontrado en estos cuatro cordobeses una vía de escape a los tiempos que corren. Nervio.
Antes de su salida por el escenario de la Moby pasaron antes Ordesa y Wild Animals. Los primeros consiguieron la atención y respeto con su rock acústico engrandecido por la dulce voz de su vocalista. A pesar de tener unos registros musicales completamente opuestos a sus otros dos compañeros de cartel, el personal supo acoger su propuesta con agrado. Por su parte Wild Animals, habituales de la escena madrileña aunque yo era la primera vez que podía disfrutarlos, comenzaron a menear los cuerpos con un contagioso power pop con retazos punk. Primeros pogos, primeros puños en alto y la sala ya llena hasta arriba. Sudor.
Aún recuerdo cuando pude ver por primera vez a Viva Belgrado. Un por aquel momento aún frío Palacio de los Deportes de Madrid los recibía con la prisa de tener que ser el primer plato de la gran noche de Toundra. En aquel momento supe que lo suyo había que vivirlo a dos metros, en una sala pequeña, de las que retumban y te hacen vibrar por dentro. Dicho y hecho. El grupo se propuso desde el minuto uno demostrar que están en su mejor momento y no van a dejarlo pasar. ¿Cuánto tocaron? ¿Una hora? ¿Algo menos? No lo sé, pero rápido se me pasó como hacía tiempo que no lo vivía. Sacando el rodillo, Viva Belgrado comenzaron a enlazar temas uno tras otro sin descanso. ¡Boom! Tanta energía contenida entre la joven muchachada se desbordó que incluso su vocalista (Cándido) tuvo que pedir algo de mesura ante tanta excitación para que los que quisieran disfrutar del show con algo más de tranquilidad pudieran hacerlo también. Pero es ahí, en ese genio, esa pegada y fuerza juvenil donde consiguen enganchar y rescatar, en mi caso, recuerdos y sensaciones de cuando con la edad de muchos de los allí presentes me emocionaba con temas de Korn, Deftones, Rage Against the Machine o Limp Bizkit. Pero todo lo bueno se acaba, y cuando más alto estaban la música dejó de sonar y las luces se encendieron dejando aún en mí unas ganas locas de querer encontrarme con estos cuatro chavales que tanto mueven por dentro y por fuera. Es la magia de la música. Adrenalina.