Crónica del concierto de Exquirla en Madrid

Por Ana Rguez. Borrego 1

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Hace un año, más o menos, supimos de la existencia de Exquirla, la unión creativa de Toundra y el Niño de Elche. Tras descubrir algunas de sus canciones en las Demoscópicas de 2016, muchos nos quedamos con ganas de más y apuntamos el 17 de febrero como día importante en el calendario: lanzamiento de su primer disco, Para quienes aún viven, y su presentación en directo, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Un evento repleto de expectación e incertidumbre pues la verdad es que era difícil imaginarse la experiencia que íbamos a vivir, tanto los que ya sabíamos algo pero queríamos confirmar que el encantamiento continuaría, como los seguidores del grupo o del cantante que no sabían muy bien qué esperar. Además, el espacio imponía: ¿cómo sobrellevar unos cuantos guitarrazos bien dados sentados en la butaca de un teatro?

Tras apagarse las luces comenzaron los primeros acordes de “Canción de E”, con el solemne recitado del Niño. Silencio del público expectante ante la música y la voz que crecía en intensidad para dar paso al siguiente corte del disco, “Destruidnos juntos”. La elección de este tema era una apuesta segura ya que fue el single con el que se presentaron, un tema que el público conocía, con el que nos engancharon y no nos soltaron, dejándonos claro quiénes eran y lo que nos esperaba por delante.

Un intenso aplauso hizo evidente la conexión que se estaba creando y que se mantuvo con “El grito del padre” e “Hijos de la rabia”. Un torbellino de sensaciones que manejaron hábilmente al darnos una tregua. Se quedaron a solas Paco, Maca y Esteban, con una guitarra acústica, para tocar “Contigo”, la canción más intimista del disco, un minimalista tema de amor que te enamora con la imagen cotidiana que maneja.

Fue una pausa que vista con perspectiva se agradeció porque a continuación tocaron el que, a mi juicio, es el pepinazo de este trabajo: “Europa Muda”. 10 minutos de canción que te llevan de la intensidad sonora a la intensidad emocional al mismo tiempo que suben y bajan el ritmo, en la que la poesía de Enrique Falcón sobre la que han trabajado se hace más vigente que nunca. Da igual que hable de Sarajevo en vez de otras desgracias presentes y hasta futuras, porque espeluzna la actualidad de sus imágenes y el gradiente emocional que consigue el cante del Niño de Elche.

Fue difícil esperar a que terminara para aplaudir con ganas, era necesario reconocer tanta grandeza. Pero ya quedaba poco y nos lo advirtieron, así que había que darlo todo con el último single que lanzaron, “Un hombre”, el cierre perfecto al que siguió a modo de casi-bis “Canción de amor de San Sebastián”, un tema que no está en el disco pero en el que ya han trabajado juntos y que termina de dejarte con los sentimientos hechos unos zorros. Será cosa del sadomasoquismo de la que habla.

A la salida se comentaba que qué pena el que no hubiera más canciones para que hubieran continuado, que cuándo sería el próximo y, en general, comentarios satisfechos. Una confirmación verbal de lo que se sentía en la sala, más allá de un silencio que se echa de menos últimamente en algunos conciertos. No exagero si digo que, al cabo de los años, he entendido a Aristóteles, cuando hablaba de la catarsis de la tragedia griega, de esa regulación y purificación de las pasiones del público a través de lo que veían en escena. Creo que algo así vivimos con Exquirla, agotados y satisfechos de todo lo que habíamos sentido. Una especie de comunión mística en la que se juntaron el desgarro y los matices que consigue el Niño en directo y el hipnotizante ritmo de Toundra, que aunque estuviéramos sentados, la gran mayoría seguíamos agitando la cabeza, al más puro estilo de los sufíes. Probablemente sean métodos de purificación y meditación de lo más primarios, pero su efectividad es innegable.

De momento, la única fecha que han confirmado ha sido en el Cruïlla, pero esperamos que sean muchas más: es más que necesario (volver a) vivir algo así.

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