No se nos ocurre mejor forma de cerrar el mes de marzo que con la fiesta que montó Anntona en la Moby Dick de Madrid. Y no exageramos, solo había que observar las sonrisas y las ganas de pasárselo bien de los que estaban en la sala, tanto los músicos sobre el escenario como todo el público que se reunió allí, con el propósito de darlo todo.


Betacam fue el encargado de preparar el ambiente de la noche. No era la primera vez que Anntona le elegía como telonero y tampoco resulta extraño, pues el proyecto en solitario de Javier Carrasco (Rusos Blancos, Templeton) conecta de alguna forma con el universo de Manuel Sánchez: ambos cotidianos hasta la empatía, pero con enfoques distintos, uno con toque naïf y el otro más hilarante hasta la autoparodia.
“Cuarto Milenio”, “Tic Tac” o “Chacal” fueron algunos de los temas ya conocidos que tocó Betacam junto con otros nuevos que acababa de crear (alguno incluso lo terminó el día anterior). Consciente de que a veces una canción desconocida puede desconectar a una parte del público, se disculpó con una sonrisa cómplice diciendo Just for fun. No pasa nada: el electropop es contagioso y te engancha, te hace parte de él.
Poco a poco la sala se fue llenando y Betacam nos dejó con un puntito bailón perfecto para dar ya paso a Anntona. Unos minutos de espera mientras cambiaban los instrumentos y cuando ya estaba a punto, un audio sorprendente, en la línea del penúltimo corte de Internacional, como si de la megafonía de un avión se tratara, la voz de Anntona nos agradecía la asistencia y nos anticipaba cómo sería el concierto, en el que se tocarían principalmente temas del último trabajo, y en el que ironizaba acerca de los bises.
Con la sonrisa en los labios que generó escuchar aquello, Anntona saltó al escenario acompañado de los músicos con los que grabó el disco: su productor Sebastian Litmanovich (Cineplexx) a la guitarra y otros miembros del grupo Papaya, Yanara Espinoza a la batería y Miguel Aguas al bajo, además de Clara Gómez-Aragón a los coros. Y la fiesta terminó de tomar forma.
Empezó con “A ver qué pasa” y “No me aguanto”, y tal y como había anunciado los temas de Internacional se sucedieron con dos incursiones en su anterior trabajo: “Arruino todo lo que toco” y “Caramelos con drogas”. ¿Cuáles fueron los temas que más destacaron de esta parte del concierto? Es complicado decirlo. Al oír el disco, y quizás porque fueron algunos de los adelantos, “Mi pequeño pene y yo”, “Imbécil internacional” o “La angustia es poderosa” parece que pueden ser las canciones que gozan de mayor celebridad; sin embargo, cada tema (“Plástico”, “Una mierda como un castillo” cerrado con la repentina versión de “Faith” de George Michael, “Pero te quiero”, “Mató al Fary”…) fue jaleado y acompañado con bailes y cantos en los estribillos por un público entregado que los conocía a la perfección.


De esta manera el repertorio de Anntona se convierte en un universo compacto y complementario, al que no le falta detalle alguno sobre lo que es el esperpento humano. La parte de presentación terminó con “Mi patria en mis gayumbos”, que fue el punto culminante de comunión entre el artista y el público, con todo el mundo saltando, apoyando los “ua ua” del coro, completamente enfervorecidos, sobre todo cuando él se bajó del escenario para vivir aún más ese momento de gloria.
Siguiendo el plan que había comentado al inicio, llegó el turno de los bises. Con mucha guasa dijo que había amigos repartidos en la sala que, al irse, debían gritar otra, otra, y que entonces volverían para cantar tres temas más, dos en acústico y una versión. ¿Pierde gracia el hecho de que comencemos a ser conscientes de que los últimos temas están más que programados? Depende de cómo se planteen, de si dejan para el final el gran tema que no han sonado y que todos somos conscientes de que ya toca, o de si nos sorprenden gratamente.
En este caso, fue lo segundo: Anntona subió solo, con su guitarra acústica, y agradeció el poder recurrir a un par de amigas que se encontraban entre el público. Primero fue Ariadna (Los Punsetes) para cantar “Podía volar” y luego Ana (La Bien Querida), que le acompañó en “Tú hueles mejor”, ofreciéndonos así dos momentos especialmente emocionales, por esa forma artística de vivir y compartir la amistad.
El último tema, la versión prometida, hizo realidad lo anunciado y confirmó que no se trataba de una broma: “Suavemente”, de Elvis Crespo demostró cómo se debe encarar una cover y que por muy modernos que seamos, nos la sabíamos todos. Un guilty pleasure difícil de reconocer.
De esta manera, llegamos al final, con una tremenda sonrisa y una sensación de bienestar increíble por la grandiosa noche que habíamos vivido. Visto lo bien que se lo pasaron tanto Anntona como Betacam, casi se convierte en un deseo que todos los conciertos sean así: se disfrutan el doble.