Crítica: Los archivos del Pentágono de Steven Spielberg
Por 24 enero, 2018 19:310


Las nominaciones a los Oscar ya han sido anunciadas y esta semana se ha estrenado una que no va a ganar. Espero no colarme. Ayer vi Los archivos del Pentágono y hoy os la cuento.
Narra la batalla de algunos diarios estadounidenses (en concreto, The Washington Post) contra la Administración del presidente Nixon en favor de la libertad de prensa, en el contexto de la guerra de Vietnam. No hay duda de que Steven Spielberg es uno de los mejores directores del mundo. Lo ha demostrado en multitud de ocasiones. Además, otra cosa que me parece admirable en él es su capacidad para abordar con remarcable solvencia todo tipo de géneros. No es solo bueno, es un maestro del medio. Crea atmósfera, tiene un sentido del ritmo excelente, y sabe darle a cada historia lo que esta requiere. Un genio.
Por eso sorprende que el resultado de este drama periodístico no termine de cuajar. Se debe, sobre todo, al modo de afrontar la trama. Da la sensación de que centra su foco en lo menos jugoso. Tarda en llegar al meollo del asunto, resolviendo la parte más emocionante de forma precipitada, en los quince minutos finales.
También flojea en el drama. Se queda corto en su intento de retratar a una valiente heroína acorralada por una horda hostil de hombres trajeados. No consigue un personaje femenino empoderado. La protagonista es una mema con una exasperante incapacidad para tomar una decisión que no sea la de celebrar una soirée en su jardín. Vamos, un ama de casa venida a más. No es ese el mensaje buscado, entiendo. Pero es lo que yo saco en claro. La puesta en escena resulta poco sutil. Y (sin abusar) hay alguna americanada. Me pregunto cuántos estadounidenses se habrán leído las famosas enmiendas a su Constitución. No paran de mencionarlas. ¿Sabrán acaso lo que son?
Me cuesta entender las alabanzas que ha cosechado la película. No es mala, pero tampoco apasionante. Spielberg nos tiene acostumbrados a más.
Para finalizar, quiero manifestar una opinión que me desacreditará de forma definitiva como crítico, entusiasta o, incluso, espectador de cine. Pero no puedo callármelo por más tiempo. La úlcera que me ha provocado es insoportable. ¿Preparados? Allá va. Meryl Streep me satura. Ala, ya lo he dicho. Quemadme. Y, sin ser mala actriz (porque es muy buena), en esta película me ha resultado irritante. Pretende construir un personaje tan complejo que lo sobrecarga de matices. Siente la necesidad de exprimir cada momento en pantalla, haciéndose notar constantemente. No solo cuando habla. Incluso cuando simplemente está al fondo o escuchando una réplica, se mueve, agita la cabeza, frunce los labios, gira la mirada, sonríe… No para quieta. Se pasa de realista. Parece una adicta al polvillo blanco. Y lo peor es que, haga lo que haga, siempre acaba siendo nominada. Tal vez la Academia le haya hecho un contrato indefinido. O igual aquí sí lo merece. Seguramente soy yo, que se me ha atravesado. En cualquier caso, lo tiene difícil para ganar. La competencia viene pisando fuerte.