Una atípica crónica del CanelaParty 2018
Pitote
Según la RAE, dícese de un alboroto, un barullo a causa de una pendencia
Así definido, parece una palabra muy fea. Sin embargo, doce ediciones después, el CanelaParty está creando una nueva acepción al término. Sí, el sábado es un barullo absoluto; sí, hay cierto alboroto, pero también un gozo en el alma grande como cantaban los de las JMJ. No hay pendencia alguna, y si acaso surge, es para hacer aún más grande ese juego de disfraces de los que allí estamos. ¿Es el festival definitivo? ¿Es la sublimación de una fiesta musical? Definir el Canela es algo complicado.
Tienes que ir para entender qué es lo que tiene. Habías oído hablar de ello, y hace un par de años veíamos a Toundra disfrazados de Led Zeppelin y a Nueva Vulcano de Life Aquatic y te quedabas pensando. Al año próximo iré. Y en 2017 te lanzas a la aventura tímidamente, con un disfraz discreto porque no sabes muy bien qué hacer. Hasta que llegas y ves toda la ceremonia que engloba el pitote del sábado, a Metz vestidos de ZZ Top, y te enganchas. Vuelves a Madrid y sin saber muy bien si tendrás vacaciones ni cuáles serán los grupos confirmados reservas habitación desde el jueves.
Ya es 2 de agosto. Sales corriendo de la oficina haciéndote la firme promesa de que no sabrán de ti hasta el lunes. Y llegas esa noche a La Cochera Cabaret para dar por inaugurado el CanelaParty 2018. Abrían la noche diola, con esa energía y buen rollo que enganchan: “Fuera de mi vista” y “La Gozadera” te hacen suya con una extraña necesidad de baile. La atmósfera se volvía densa y algo oscura con Vulk: hay algo de intensidad y de tragedia interior, pero su directo se vuelve catártico por la personalidad de sus cuatro integrantes. Sus miradas parecen observar algo amenazante, pero nada les derrota.


Tras ese juego de luces emocionales llegaban los reyes de esa noche. La efectividad en directo de Disco Las Palmeras! es algo que invita a verlos siempre que surja la oportunidad: no fallan. Para colmo, su voluntad de experimentar, que va desde “La Casa Cuartel” hasta “Hoy”, es de lo más satisfactoria, para ellos y para los que allí estábamos. Aunque quizás lo era más la voluntad de parte de los allí presentes: llenar a Diego Castro de confeti. Ya en ese momento descubres parte de la esencia del Canela: la ruptura de la cuarta pared del escenario. Hay una interacción lúdica con los músicos que se agradece.
La orientación del viernes cambia: los niños eran los protagonistas. ¿Los más pequeños sólo tienen oídos para el Cantajuegos y similares? No, sólo hay que encontrar un género que les enganche, un ritmo aparentemente sencillo que les invite a jugar. Entre el punk y el garage, era genial verles bailar frenéticamente en el auditorio Playa Virginia.
El absurdo conceptual de Tigres Leones no deja de hacerte guiños de inteligencia mientras confraterniza con la implacable lógica infantil. Manejan con aparente sencillez una rapidez rítmica y humorística que es difícil que te deje indiferente. No hay frase que no te deje rememorando lo que de verdad encierra. Tampoco se quedaron atrás en velocidad Texxcoco. La viveza de Adriana Moscoso fue arrolladora. Es casi como una niña grande que tiene el escenario como parque de juegos. Sabían perfectamente que el Canela, más que ningún otro festival, está pensado para pasárselo bien, así que era cosa de reírse, de hacer los estribillos especialmente pegajosos en el mejor de los sentidos.


Jueves y viernes son un simple calentamiento para lo que es el sábado. Bajo ningún concepto quieres llegar tarde porque los aledaños de laParís15 son un puro espectáculo. No es sólo disfrutar de la creatividad de la gente sino disfrutar del papel que cada uno decide desempeñar en el pitote. No es el disfraz: es también el acting. Pero también es el buen rollo: cero mala sangre, 100% espíritu lúdico. La llegada de los de Corrupción en Miami, los dignos paseos de la hímnica Marta Sánchez, múltiples Rosalías aplaudiendo de forma extraña, Paquita Salas buscando futuras estrellas…
Hay tanto que (ad)mirar que abrir la noche es un poco faena, te dispersas de tanto mirar. Fueron La Plata, que convirtieron los grafismos de María Gea en símbolos karatekas. En algún momento cambiarán a El Oro porque son dignos de ocupar la posición ganadora: un sonido con identidad propia, que no falla, merece ser reconocido. Aunque ocupen el momento más deslucido de la noche. Una vez más, Cala Vento ejercieron de agitadores del público. ¿Sería cosa del fardapollas de Aleix? Sus estribillos, sus sonrisas, su pasión por el directo… son contagiosos. Hay una adicción mutua: ya es difícil escuchar el disco y no pensarlos en cómo suenan en directo.


Cinco geishas se adueñaron del escenario: Los Punsetes. Teniendo en cuenta la creatividad de Ariadna, había muchas expectativas sobre cómo aparecerían en escena. ¿Ellos vestidos de Ariadna y ella en plan normcore? ¿Todos inmóviles y ella dándolo todo? Fue uno de los momentos más emocionantes de la noche. Tan entregados al disfraz que Anntona se abanicaba con un paypay. Sonaba “Estrella Distante” y Ariadna pidió mirar al fondo, al espectáculo de las medusas. Pero no fue el único detalle: dejaron subir al escenario a los dos hombres piñatas cuando comenzó “Me gustas que me pegues”, casi casi para tomarse la revancha del video. Su concierto estaba acabando y Ariadna volvió hablar. “Todos vuestros disfraces son la hostia”. En más de una ocasión, la ves emocionada, conteniéndose para mantener su papel, pero esta vez debió ser una sensación muy especial.


Esa emoción continuó con Fucked Up. Su cantante no dejó de dar las gracias por que les hubieran llamado y de decir que era el mejor festival. Y no creo que fuera puro protocolo: no había más que verle. Estaba más excitado que un niño en un parque temático. Prácticamente desde el inicio se entregó a interactuar con el público: le lanzaban elementos de sus disfraces y él se los ponía hasta romperlos. Pero no era suficiente. Se bajó del escenario para ser uno más en el pogo, para cantar desde la mesa de sonido, para pelearse con un alien que le lanzaron… Era lo más y es difícil decir con qué te quedarías, si con la contundencia del grupo o con el cantante asalvajado.
El Canela es otra forma de vivir la música en directo. Y mola. Ellos dicen que es el único festival al que los músicos van a mirar al público, y la verdad es que no exageran. Pocas veces hay una conexión tan intensa.