Probablemente , siempre que hablemos (nosotros o cualquier otro medio) de The Psychotic Monks, destacaremos el hecho de que son franceses. Porque siempre nos vienen a la cabeza artistas más etéreos, más pop, muy alejados de la experimentación abrasiva de estos cuatro chicos de St. Ouen (París). Una contundencia hipnótica que fascina por su juventud, por su férrea convicción de romper con lo establecido, de marear el código y hacerlo aún más creativo.
En 2017 debutaron con Silence Slowly and Madly Shines, diez canciones divididas en cuatro partes, y este año han vuelto con Private Meaning First, dos capítulos de cuatro canciones más un epílogo. En la última edición del BBK Live, este verano, ya deslumbraron, y este otoño vuelven por nuestro país para dejarnos claro que son un grupo que no deberíamos perder de vista: te pueden dejar boquiabierto desde las primeras notas y no cerrarla hasta que acaben. Así que tomad nota, porque esta semana podréis disfrutar de ellos en cinco de nuestras ciudades:
*29 octubre: VALENCIA (16 Toneladas)
*30 0ctubre: BILBAO (Shake – BIME City)
*31 octubre: SEVILLA (Sala X – Tremendo Halloween)
*1 noviembre: MADRID (Wurlitzer Ballroom, con Pinpilinpussies, dentro del ciclo Fetén) – entradas
*2 noviembre: BARCELONA (Vol, con Pinpilinpussies) – entradas
Os dejamos con la entrevista que les hemos hecho. Arthur Dussaux, guitarra, bajo y voz del grupo, ha sido el encargado de responder nuestras preguntas
Reconocéis a Francis Bacon como influencia y vuestros discos se estructuran casi de forma narrativa. ¿Pensáis vuestra música como una obra de arte total? ¿Es esencial la conexión con otras artes?
Pensamos que se reconoce la influencia de Francis Bacon a través de sus obras, de su estética, pero quizás también en su enfoque creativo. Intentamos dejar un amplio espacio a lo accidental, a la improvisación, partiendo de un material en bruto y experimentando, dejándonos sorprender. Es por eso que para nosotros la etapa de creación, entre otras, está más ligada a las piezas y sus formas, cuando se trata de un directo al completo, de un álbum: nos encanta tomar películas o libros como referencias. A título personal, nos encanta contar historias, con sus personajes, sus giros, un hilo conductor (que nos empuja a menudo a ligarlo con la música, a pensar en el silencio como un elemento musical narrativo y no como una restricción, por ejemplo): por lo tanto, nos basamos en las historias que nos inspiran, desde la literatura, el cine, la pintura…
Es difícil imaginar la posibilidad de una obra de arte total, depende de lo que se hable: la obra de arte siempre es subjetiva ante el fantasma de la universalidad. Para nosotros, es evidente que las artes están ligadas entre ellas, y que un artista puede y debe nutrirse de todas las formas de expresión existentes, pasadas o que aún no se han inventado.
Rehuís de las estructuras clásicas de la música moderna. ¿Sentís que las etiquetas os limitan de alguna forma?
Los cuatro estamos de acuerdo en que no queremos definir una música que está en constante evolución. Para nosotros, las etiquetas y sus interpretaciones quizás te llevan a una mala lectura de la música, porque ellas son, por naturaleza, una manera de catalogar, listar, clasificar, de búsqueda para identificar: por ejemplo, si yo busco hablar de música noise, tendré en la cabeza a algunos artistas que probablemente serán distintos de los de mi vecino, si piensa en la misma etiqueta. Sin embargo, hay unas herencias estéticas, de préstamos en la forma, que pueden remitirte a tal artista o a tal movimiento… para nosotros también es importante admitir que el arte en esencia está vinculado a la transmisión.
También hay un aspecto más político que fantasea con la propuesta de una música que no sea fácilmente identificable, en el momento en que esos catálogos de artistas pueden ser una forma de crear normas culturales: dichos estilos, según dichos códigos, serán más propuestos por los medios y espacios de comunicación, porque ya han sido identificados, su consumo se simplificará y su propósito quizás será dirigido y controlado. Hay algo incómodo en lo desconocido, que es simplemente abierto a la diferencia y a nuestra propia sensibilidad. Lo que nos gustaría, creo, es desarrollar la apertura de uno mismo, de crear espacios de comunicación y de expresión, o que cada uno pueda encontrarse frente a uno mismo y frente a los otros, íntimamente unidos por las emociones que compartimos.
Desconfiamos de las etiquetas porque pueden ser una barrera frente a esta apertura.
Se asocia vuestra música con el caos. ¿Os identificáis con él? ¿O puede ser que vuestro sonido resulte apabullante para cierto público?
Hablamos mucho del caos, es verdad. Nuestra visión del él está ligada a las constantes, a lo que quizás podemos hacer hoy: la sensación de no tener un control real sobre la vida que nos dirija, por nuestras pulsiones, nuestros condicionamientos, nuestras posibilidades… Intentamos aceptar esta dimensión caótica, de desorden, despojada de un sentido profundo, para liberarnos y experimentar de forma honesta, compartir estas emociones de la forma más modesta posible. Siempre tratar de estar en lo abierto, en la invitación. Para nosotros, el caos no tiene valor, no es un juicio ni tiene que ser juzgado: es una constante, una toma de conciencia con la que hay componer a diario.
Buscamos ponerlo en escena, abrazar ese caos a través de nuestras intentos de expresarnos. Somos conscientes de que hay cierta dificultad en nuestra propuesta. El que las cuestiones estén ligadas a su forma, o a la multiplicidad de su interpretación, quizás es algo pesado para algunas personas: el sentirse confrontado con ese espacio caótico del que quizás tenga tendencia a huir hoy día.
Además, hay que amar o aceptar el volumen sonoro y su presión acústica, que son parte de nuestras herramientas de expresión ahora mismo.
A Place to Bury Strangers, Protomartyr, Preoccupations, Girl Band… ¿se puede decir que la incertidumbre de nuestra sociedad actual crea un estilo de música que gusta de la distorsión?
Ese es un punto de vista muy interesante. Por nuestra parte, no podemos hablar de nuestras experiencias, de nuestros deseos y de nuestras necesidades. Para nosotros, hay una voluntad real de deconstruir ciertos códigos, ciertos órdenes sociales: cuestionar una forma de vida que alimentaría un sistema profundamente enfermo. La incertidumbre de la sociedad y su estabilidad es quizás un mal generacional: cada generación puede considerar legítimo el deber de cambiar el mundo; podemos hacer un paralelismo con el período posterior a las guerras, los traumatismos ligados a ellas, la amenaza de desintegración y las armas nucleares que han traumatizado e inspirado a numerosos artistas, cuando de repente se hizo posible que desaparecieran ciudades enteras en un momento. Estos cuestionamientos se persiguen y se encuentran hasta en las formas de las diferentes artes de una época, por la aparición de una nueva estética, o bien por la reapropiación de ciertos códigos.
Para nosotros, es demasiado evidente el buscar una coherencia estética, con ciertos artistas, porque pensamos que nos anima el mismo deber de manifestar, de gritar que algo debe hacerse con urgencia.
Componéis en formato jam y ninguno ostenta la posición de frontman. ¿Cómo os las distribuís? ¿Cada uno de vosotros canta algún tipo de canción?
Cada uno canta sus propios textos, muy raramente escribimos juntos. Funciona mucho por la jam: cuando uno de nosotros siente algo que expresar para la voz, dejamos espacio para experimentar y a veces redistribuimos algunos fragmentos, la mayoría de las veces, por una cuestión de equilibrio. En ocasiones ocurre que uno de nosotros llega con una parte de una composición con el objetivo de hacer un trabajo de deconstrucción, para reapropiarnos de las partes y que cada uno se sienta libre de experimentar o de expresarse.
Según reconocíais en otra entrevista, os inspiran diferentes situaciones vitales a la hora de escribir. ¿De alguna forma os ayudan a conoceros a vosotros mismos?
Sí, creo que la experiencia “Psychotic Monks” es para nosotros cuatro una forma de expresarse, una manera de comenzar la búsqueda de un conocerse a uno mismo, buscando también a los otros. Todo lo que hemos vivido desde hace unos años es un alimento para esta búsqueda, a través de los intentos creativos, la duda, las emociones, los reencuentros, el viaje…
¿Os habéis planteado alguna vez el uso del francés en vuestras canciones? ¿Es posible que vuestro estilo musical exija que sean en inglés?
Ya lo hemos considerado. A día de hoy, por cuestiones estéticas, aún estamos muy ligados al inglés.
Pero la música siempre está en movimiento: nunca estamos a salvo de un sorpresa.
Parece que cuesta que este tipo de música hecha en Francia vaya más allá de vuestras fronteras. ¿Alguna vez alguien se ha sorprendido de que seáis franceses? ¿Nos recomendáis algún grupo francés que debamos conocer?
Sí, ya nos pasado: incluso en Francia nos han tomado por un grupo extranjero.
En cuanto a los grupos, hay muchos por descubrir. Sería difícil nombrar o elegir alguno.