Cuando aún quedaban más de treinta minutos para que abrieron las puertas de la sala Mon la cola de fans de Frank Carter ya daba la vuelta a la esquina. Vamos, que las ganas de disfrutar del cantante británico junto a la banda que capitanea en la actualidad, tras dejar atrás su etapa en Gallows, era más que evidente.
Han pasado tres años desde que su última visita en sala (no contamos cuando telonearon a Biffy Clyro en el Wizink Center) y se echaba de menos un show frenético y sudoroso, lleno de pogos y stage diving; y eso a pesar de venir a presentar su álbum más pausado, un End of Suffering donde Carter expulsas sus fantasmas y saca a relucir su cara más optimista y vital. Un trabajo que fue el hilo conductor de la noche y que tocaron casi de pe a pa.


Con la sala casi llena hicieron acto de presencia Kid Kapichi, banda que está abriendo esta gira. Con un sonido rock intenso y melódico aprovecharon los poco más de treinta minutos de los que disfrutaron. Agradecimientos de rigor al público por la calurosa respuesta y a Frank Carter and The Rattlesnakes por contar con ellos.
Apenas habían pasado unos pocos minutos de las nueve de la noche y las luces de la sala Mon se apagaron entre el gritería de la muchachada que ocupaba las primeras filas esperando a su “mesías”. Carter salió sonriente al escenario en último lugar, escoltado por la banda, para abrir fuego con la creciente “Why A Butterfly Can’t Love A Spider”, la cual demostró las ganas de pasárselo bien que tenía el público que a las primeras de cambio comenzó a saltar y empujarse. Otros dos temas nuevos (“Tyrant Lizard King” y “Kitty Sucker”) dieron réplica con el frontman completamente desatado moviéndose por todo el escenario, animando a sus fans más enérgicos e incitando a pogos, pero siempre con respeto, espetando que las mujeres debían sentirse seguras en ellos. Para ellas fue “Wild Flowers”, momento en el que algunas de ellas aprovecharon para subirse al escenario para tirarse hacia el público. Fue el comienzo de una noche incesante de stage diving.


El buen momento que parece pasar el bueno de Frank Carter es en parte por saber escupir sus miserias y problemas, como los mentales que casi le llevan suicidio como nos contó. Un hecho serio que alguno pareció tomárselo a cachondeo, lo que provocó el enfado del cantante sin que esto hiciera merma en sus ganas de animar a todos a que fuésemos conscientes de los problemas que genera la salud mental. Para todos nos dedicó “Anxiety”. A esas alturas de la noche poco se echaba de menos los temas más potentes de sus anteriores discos, el gentío estaba entregado y Carter también, tanto como para cruzarse la sala, subirse a la zona superior y tirarse al público saltando la barandilla. Locura y sudor al que la explosiva “Juggernaut” le dio más alas. Aquello no había quien lo parara. El goteo de chavales y chavalas por los aires o saltando desde el escenario era constante y la banda se mostraba orgullosa de conseguir semejante buen rollo.
“Latex Dreams” puso algo de mesura tras la excitación de “Snake Eyes”, antes de una “Lullaby” que volvió locos a todos y más cuando con “Vampires” el bueno de Frank decidió volverse a bajar entre el público para subirse a ellos y desgañitarse. Tanta excitación y sudor provocó que la camisa de Carter saliera por los aires enseñando ese torso hipertatuado. Un poco de aire para encarar la recta final. “Supervillain” fue el balón de oxígeno al que agarrarse ante del último empujón encabezado por “Devil Inside Me”, uno de los grandes temas de su debut, “Crowbar”, de lo mejor del End of Suffering, y una coreadísima “I Hate You” que le puso el lazo a una noche de locura. Un bolo intensísimo tanto por músicos como público del que hacía mucho que no disfrutaba. Casi una hora y tres cuartos para celebrar la vida a base de pogos.
Galería del concierto de Frank Carter and The Rattlesnakes en Madrid
Fotos por Ignacio Sánchez-Suárez.