Hace dos años publicaron su último trabajo, Luciferian Towers
Aunque la sala But estaba prácticamente llena, el concierto de Godspeed You! Black Emperor pasó desapercibido para algunos seguidores de los canadienses. Hace seis meses nos enterábamos de que estarían de gira por Europa, que había cuatro fechas en nuestro país, pero apenas hubo publicidad al respecto. Ni un miserable evento en Facebook con el que saber si habría teloneros (que lo hubo) y cuál sería el horario de esa noche.
Detalles que ningún grupo se merece y menos todavía un grupo como Godspeed You! Black Emperor. Por la efectividad de ellos como músicos, por su ambición a la hora de crear su música, por la grandiosidad que generan en directo. Desde los primeros minutos abres la boca, y tras hora y media de música sin cesar, sin ningún comentario por su parte entre canciones, consigues cerrarlo, aunque te cuesta porque no dejas de preguntarte cómo pueden ser tan grandes.
Porque lo son a nivel compositivo. Muchas veces me planteo si se valora en lo que valen este tipo de grupos. Hablamos de post-rock, sí, pero siempre me ocurre que pienso este tipo de música, en grupos como éste, como una hija no reconocida de la música clásica. Porque no recurren al registro vocal para aclararnos el mensaje que quieren transmitir, porque evocan con sus sonidos un montón de sensaciones sobre el título de la canción, porque ensamblan diferentes líneas musicales hasta matizar al máximo los paisajes de cada canción, porque la presencia de un violín y un cello dignifican aún más lo que hacen. Probablemente, si les preguntáramos sobre ello no lo reconocerían por lo pretenciosos que podrían sonar, pero merecerían que alguien profundizara sobre su concepción musical. Van más allá de simples canciones.
Y eso ocurre en directo. Mientras suena una base musical, entre lo industrial y lo distópico, se van colocando cada uno de ellos ante su instrumento, con cierta discreción y humildad. De esa manera, nos dan una idea de cómo se construye su música: poco a poco, sumando cada línea musical, hecha con minuciosidad, hasta crear un gran bloque, del que es difícil desgajar una parte, o decir que alguno de ellos se queda por debajo del resto. Es algo grandioso, que te da igual si alguna de las canciones te suena familiar o no, porque te adentras en esa suerte de viaje experiencial.
El escenario se les queda pequeño ante tal magnitud. Los tres guitarras sentados, concentrados en libar la mejor de las melodías, la sección de cuerda más clásica a cargo de un violín y un cello, las dos baterías, con sus secuencias diferenciadas que enriquecen la cuestión rítmica, y Mauro Pezzente en el centro, con el bajo, como si fuera el director de todo ello pero que no deja de ser uno más. Por una vez en la vida, el público fue bastante respectuoso ante lo que estaban presenciando: una absoluta depuración del ruido que te enganchaba, contundente pero delicada, pues en ningún momento su densidad se hacía pesada. La progresión de sonidos y de imágenes puede que llegara a desasosegar en algún momento, pero eras cautivo de esa sucesión de sensaciones no siempre cómodas.
Tal y como llegaron se marcharon: poco a poco, uno a uno, eliminando los diferentes sonidos que se habían solapado. Está terminando y tienes dudas de si marcharte, de si pedir un bis, pero el resultado es tan redondo que da miedo estropearlo.
Galería del concierto de Godspeed You! Black Emperor en Madrid
Fotos por Ignacio Sánchez-Suárez.