Presentaban en concierto el split que Petróleo y Tigres Leones publicaron a finales del mes de noviembre
En ocasiones me da por pensar que no se valora a Tigres Leones en todo lo que valen. Sí, la que está escribiendo esto no tiene problemas en reconocer que son mi debilidad, que podría ir a todos los conciertos posibles que programaran y que, de hecho, si me pierdo alguno, me da un poquito de cargo de conciencia. Pero es una pura cuestión terapéutica: la inteligencia de sus letras y sus melodías de emoción naïf que chocan con su desencanto disfrazado de sarcasmo me llevan a un surreal estado de felicidad.
Y en la noche del viernes esa sensación fluía, pues abrieron el concierto con cierta comodidad. Sería la sensanción de estar entre amigos. De hecho, también estaba sobre el escenario Miguel Breñas (Cómo Vivir en el Campo, Alborotador Gomasio), que en más de una vez se había subido a tocar con ellos “Marte”. Además, su presencia tampoco era nada extraño, pues en el pasado Monkey Week, él fue el encargado de suplir a Marzal en Petróleo en la Batalla de Bandas y en el Teatro Alameda. En esta ocasión se ocupó íntegramente del bajo, mientras que Javier Marzal se hacía cargo sólo de la voz. Eso no puede cambiar en Tigres Leones: cada una de sus historias siempre suenan en nuestra memoria con su tono de voz.
Estaban pletóricos. De hecho, se les escuchaba especialmente compactos, no había ningún elemento que sonara por encima de otro, sino que todo iba sumando, el sonido se enriquecía poco a poco. Da igual que fuera el trío original como las nuevas incorporaciones: el sintetizador de Ana Morán ya se siente como un elemento más, necesario (maldita costumbre que tenemos algunos). Incluso cuando Javier Marzal cogió carrerilla y encadenó dos estrofas, saltándose un enlace instrumental, lo resolvieron con una sonrisa cómplice, sin que apenas chirriara.
“Verano”, “El Gran Poder” y “Cumpleaños Real” se integraban perfectamente en un setlist que mezclaba canciones de sus tres discos. “Buenos días”, “Golpe en la puerta”, “Milos Forman”, “Marte”… hay temas que no pueden fallar, y el que menos, “Anna Casteller”. Con un poco de sorna decían que era un tema muy antiguo, pero ¿cómo podía faltar esa noche? Era la primera conexión del grupo con Ignatius Farray. Porque claro, ya sé que ellos no eran los únicos protagonistas de la noche, pero para entender a Petróleo era necesario hablar de ellos.
Tras unos minutos de transición, volvieron todos ellos más Ignatius y Rosa Ponce, la batería original del grupo, transformados en Petróleo. ¡Cómo ha cambiado la cosa desde las primeras veces que les vimos! Alguna incursión en los conciertos de Tigres Leones, en La Resistencia… En aquellas ocasiones quizás parecía un poco una broma, o la personalidad de Ignatius como humorista eclipsaba cualquier otra faceta. De hecho, durante el Monkey Week, hubo más de un comentario negativo al respecto sustentado sobre esos prejuicios; por si eso era poco, su humor no deja de ser controvertido: o le amas o le odias.
En esta ocasión estaba rodeado de auténticos fans, pero tampoco creo que ese afecte a la desmesura de Ignatius: no creo que él como personaje esté hecho para moderarse. Y sinceramente, que no lo haga, porque estamos ante un animal escénico sin igual. No hay chistes, no hay monólogos: es su personalidad desvelando otra faceta, convirtiendo su característica forma de hablar en un fraseo musical, que se complementa con los coros de Rosa Ponce, con la que parece entablar una suerte de diálogo de formas de cantar. Tanto le da que sea “Miedo a la música”, “Todo está roto” o “Fracasar mejor” que hacer una versión de “I’m Waiting for the Man” o “Monkey Man”: son suyas, están impregnadas de su energía, que contagia al público y a todo aquel que está sobre el escenario.
Baila, se contorsiona, salta del escenario cuantas veces sean necesarias para que la gente cante con él. Incluso rompe el canon del público de los modernos, arrancándose a cantar casi a capella “Tristeza de amor” de Hilario Camacho o “Il Mondo” de Jimmy Fontana: sí, nos las sabemos y acabamos coreándola casi en modo “exaltación de la amistad”.
Cuando acaba, aunque no seas fan absoluto de Ignatius, te das cuenta de que un concierto de Petróleo es un espectáculo diferente, que surge de Tigres Leones, pero que ha conseguido en muy poco tiempo una entidad propia, con un alto componente de interacción. ¿Necesario? Sí, ¿por qué no? Siempre se puede dar una vuelta a la experiencia musical.
Galería del concierto de Petróleo y Tigres Leones
Fotos por Ignacio Sánchez-Suárez.