Después de varios intentos, los cordobeses por fin pudieron presentar en Madrid Bellavista (Aloud Music, 2020)
Me subo al escenario, saludo a la afición
No fue precisamente Cándido el primero en pronunciar esa frase. Fue el público que, al escuchar los primeros acordes que propiciaban el estribillo de “Una soga”, no pudo evitar el cantarlo bien alto. Y así empezaba Viva Belgrado en Madrid Brillante, con un concierto que encadenaba mil sensaciones. Por esperado, por emocionante, por lo desconcertante que es esto de la nueva normalidad, por todo lo que es escuchar a este grupo en directo, una joya que gana adeptos por toda la sinceridad que hay en ellos.
Entre Ulises (Aloud Music, 2016) y Bellavista (2020) han pasado cuatro años que se hacían largos cuando pensábamos en Viva Belgrado. ¿Para cuándo un concierto de ellos? Una pregunta que le hicimos a Cándido cuando nos lo cruzamos en el AMFest 2019 y que también era algo que se planteaba él mismo. Un juego de incertidumbres que se volvió auténtica ansia cuando anunciaron la gira de presentación en salas autogestionadas. Entonces llegaron la COVID, el confinamiento, los aplazamientos de Viva Belgrado en Madrid Brillante por motivos de salud… costó pero llegó. El concierto, por fin, se hacía realidad. Daban ganas de pellizcarse para confirmar que aquello era real.
Y una vez más recordabas cómo eran los conciertos, te imaginabas cómo hubiera sido antes de toda esta mierda, desgañitándote, agitando esos brazos que refrendan cada frase de Viva Belgrado. Pero pese a esa nostalgia, este nuevo escenario jugó en favor de Viva Belgrado. El teatro imponía, exigía un respeto aún mayor que se transformaba en silencio. Los aplausos desaforados entre canciones se agradecían pero no tanto como esa ausencia de murmullos, que hasta el propio Cándido lo reconoció: siempre se comenta lo que se habla en los conciertos en España, así que ese silencio era de agradecer.
Porque quizás Viva Belgrado es de esos grupos que merece la pena ser escuchado con una especial atención, por todo lo que cuentan y cómo manejan las emociones del público. A los que dicen que mis letras les sonrojan / A los que dicen que les he aliviado el corazón. Volvemos a ese primer tema que sonó en Madrid Brillante: “Una soga” es esa metacanción que reflexiona y nos descubre todo lo que es Viva Belgrado. Una atípica propuesta de post-rock y screamo, pues le dan una especial importancia a la voz frente a la distorsión. Porque es el motor emocional de la banda: con cada una de sus canciones van trazando un camino de vapuleos con el que es difícil no empatizar. Porque son capaces de descarnarse en ellas, de pintar las escenas más íntimamente desoladoras, que no son sólo cosa del genio creativo, sino que quizás nos negamos a reconocer por pudor y miedo. Por eso cada concierto de Viva Belgrado se convierte en una doble sesión de escucha de cada palabra pronunciada por Cándido y de catarsis en forma de estribillos cantados por el público.
De hecho, en ocasiones se separa del micrófono para cantar en la distancia. Un gesto nada anecdótico: el (casi) silencio es un instrumento más en Viva Belgrado. Juegan con las intensidades musicales con auténtica maestría, sin seguir una pauta previsible para el público. Aplausos, coros… se podían ver las cabezas del público agitándose cuando las guitarras llegaban al punto a esos instantes próximos al clímax, y de repente bajaban. La melodía de las guitarras de Cándido Gálvez y Pedro Ruiz se quedaban reducidas a la mínima expresión, algún punteo esporádico, y le cedían el protagonismo a la sección rítmica, que (nada) casualmente se situaba en el centro del escenario, entre el paréntesis que formaban los guitarristas. La batería de Álvaro Mérida y el bajo de Ángel Madueño, siempre de espaldas, se convertían en protagonistas, con un sutil diálogo de notas y golpes que decían tanto como todo aquello que no se oía. Auténtica alquimia, que juega con el equilibrio de los humores de todos los allí presentes.
Prescindiendo de “Más triste que Shinji Ikari” [¡ay!], Viva Belgrado presentó en directo sus nuevas canciones, sin olvidar aquellos temazos de sus anteriores discos como “Apaga la llum” o “De carne y flor”. Canciones en las que se entremezclaban los murmullos del público recordando esas frases icónicas de los cordobeses (“Mi ojos en cuarto creciente / Tu boca siempre menguante“) con estribillos en los que Cándido les cedía el protagonismo con una sonrisa en la boca (“Todo es carne y flor / Solo carne y flor“).
“¿Qué hay detrás de la ventana?” cerraba un concierto sonando a presagio y a deseo. “Que no nos falten los conciertos / Que vengan pocos desencuentros / Y que no pasen cuatro años“. Sí, por favor: Viva Belgrado son más que necesarios en directo.
Galería de Viva Belgrado en Madrid Brillante
Fotos de Ignacio Sánchez-Suárez.