«Filosofía de la canción moderna», de Bob Dylan
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Que Bob Dylan es uno de los pilares más contradictorios que sostienen el templo de la cultura pop ha quedado más que refrendado a lo largo de sus ya más de seis décadas de trayectoria. El genio de Duluth nunca se lo ha puesto fácil a nadie, ni a la crítica ni a sus seguidores. Siempre imbuido en un halo de terquedad para con la modernidad asociada a la evolución de la música popular, sus discos siempre se han caracterizados por tener borrada la fecha de caducidad en su envasado.
Lo mismo se puede decir de sus libros. En este caso, sus memorias, en las que sobresale el clasicismo atemporal de quien no rinde cuentas con los contextos imperantes del momento. En realidad, Bob Dylan es un propio universo en sí mismo, con sus propias reglas. Uno al que ahora hay que sumar este “Filosofía de la canción moderna”, en el que prosigue alimentando la leyenda en torno a su visión de la cultura popular y el entorno social, demarcado por la dialéctica imperante en torno a ciertos roles de comportamiento que no están hechos para un señor nacido en la época de la Segunda Guerra Mundial. Porque, al igual que John Ford nació en el siglo XIX, y fue hijo de la mentalidad de su momento, Dylan también es fruto de una época que, en su caso, tanto vivió de la explosión folk, la revolución folk o el hippiesmo original. Todas estas vertientes de pensamiento están volcadas a lo larga de la selección de canciones con las que Dylan puebla las páginas de este libro, espectacularmente editado por Anagrama, como si de un mega fanzine de tapa dura se tratase.
A lo largo de las páginas, Dylan se expresa libre de los corsés de estilo provenientes de otros formatos narrativas, y se muestra tal como es. Ni más ni menos. Sinceridad en grado sumo en las que somos partícipes de las canciones que fueron forjando la evolución de su educación musical. Músicas provenientes de figuras como The Temptations, Cher, Warren Zevon, Elvis Presley y, cómo no, su primo country, Johnny Cash.
No es ninguna casualidad que la mayoría de canciones escogidas pertenezcan a los años cincuenta, sesenta y setenta. Décadas en las que Dylan contaba con la edad correspondiente a los momentos en los que el mundo aún te puede hacer despertar la emoción de lo inaudito.
Ya para finalizar, simplemente subrayar que este no es sólo un libro para los más acérrimos a la liturgia dylaniana, sino también un fresco embriagador de la cultura pop norteamericana en sus años más mitológicos.