«Muerte en abril» de Alan Parks
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Y lo que parecía prácticamente imposible, ocurrió. No en vano, “Muerte en abril” no sólo sube el nivel de excelencia ya suficientemente inspirador de las anteriores entregas de Alan Parks relacionadas con la serie del detective Harry McCoy, sino que la convierte en la saga detectivesca más apabullante e imprescindible de los que llevamos de siglo. De hecho, tras esta publicación, un servidor ya se relame, sabiendo que ya hay dos nuevas entregas de esta serie rematadas, que verán la luz próximamente en España.
Pero a lo que vamos, que no es otra cosa que esta nueva demostración de virtudes novelescas elevadas a la máxima potencia. No en vano, el escritor escocés explora sus poderes hasta un grado prácticamente imbatible. Y lo hace a través de un dominio, incluso, mayo de las diferentes intensidades musicales del diálogo. Sinfonía punk cruda, que, a diferencia del bebop narrativo de James Ellroy, funciona a base de un estado constante de tensión literaria, como si en cualquier momento todo fuese a saltar por los aires.
En este sentido, el trabajo de contención llevado a cabo por Alan Parks es de una precisión digna de un relojero suizo. Su capacidad para trasladarnos como espectadores dentro del plano descrito es sencillamente majestuoso. De una capacidad inmersiva sólo al alcance de unos poco privilegiados. Y no cabe duda de que Parks es uno de dichos elegidos. El mismo capaz de hacer de sus personajes una galería monumental de lo que fue el Glasgow de los años setenta.
Para la ocasión, la trama aborda por primera vez el nacionalismo escocés y nos adentra en nuevas formas de intriga, que dotan de nuevos respiraderos argumentales a una serie que, desde luego, nunca da su brazo a torcer, en lo que a sorprender al lector se refiere. Y es que, sólo por seguir las vivencias de Harry y los suyos, el interés estaría más que justificado. Sin embargo, esto es como un festín narrativo que transciende su código noir sucio, y lo eleva a la condición de clásico instantáneo. Una de esas lecturas por las cuales uno incluso fantasea con que ninguna adaptación televisiva estropee la película que Parks ha armado para nosotros desde la subjetividad que va más allá de la descripción a martillazos del escocés, que hace que haya miles de Harry McCoy en la mente de todos los que estamos enganchados a su saga.