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Jero Romero: Miracoloso en Cartuja Center de Sevilla

Por Armando Rendón 0

Jero Romero

Jero Romero regala un concierto único y memorable a un público que llevaba años deseoso de volverlo a disfrutar en directo.

¿Conocéis esa sensación de estar en el sitio y en el momento apropiado? ¿Sabéis esa percepción de que lo que vas a vivir va a ser único, emocionante y tremendamente gratificante? Pues eso nos pasó el sábado 28 de Octubre en el Cartuja Center de Sevilla a los que asistimos al concierto de nuestro paisano medio andaluz, medio toledano. Faltaba, para este que les escribe, quien más deseaba que estuviese, pero la distancia y los materiales de la obra (yo me entiendo), no lo posibilitaron en esta ocasión.

Y es que no era un bolo cualquiera. Jero Romero llevaba años sin ponerse sobre un escenario, previamente a esta gira de Miracoloso. Sus orígenes en Valverde del Camino atraían a la sala sevillana a multitud de amigos y especialmente, a prácticamente toda su familia (padres incluidos). Que en las previas estábamos los incondicionales con un nivel de nerviosismo que se podía respirar en el ambiente, que su familia estaba feliz y radiante por todos los rincones del recinto y que el propio Jero estuviese en un “no se donde meterme”, generaba una atmósfera de lo más íntima y diferente a lo que puede suponer un concierto normal. Peña que había venido desde Granada, Cádiz, Córdoba, Málaga, Huelva…..éramos legión y confesos de la fe “jeroromeriana”. No se como transmitir el clima, pero creo que lo que se podía sentir allí era que todos, sin excepción, queríamos abrazar antes de empezar al que nos iba a hacer felices, a quien todos queríamos ver disfrutar, porque si él disfrutaba, nosotros seríamos felices con su felicidad. Mañana hecho hoy y hoy hecho siempre.

Yo, porque voy a hablar de mi, estaba que no cabía en el asiento que nos habían asignado, porque no quería sentarme, porque necesitaba ponerme en pie, bailar o simplemente ver desde más arriba a quien me dice que “caer de pie también dolía”.  Podía sentir que todos estábamos igual, todos queríamos caer de pie. Jero, que sabe muy bien con quien rodearse, se pertrechó en el centro del escenario, humilde, tímido, nervioso, parco en palabras y profesional, cambiando de acústica a eléctrica cuando tocaba. Lo flanqueaban tres compañeros de viaje musical, entre los que Amable Rodríguez hacía lo que le daba la gana, para bien, con la pedalera elevada y su guitarra. Guitarras jugando a ser teclados y teclados simulando ser guitarras.

En mitad del bolo escuché a la chica de delante susurrarle a su pareja, “el nota se las sabe todas”, el nota (no confundir con el enorme Jeff Bridges en El Gran Lebowsky), era yo que desde que el bueno de Jero salió de The Sunday Drivers, he sido uno de los más fieles de su infantería de seguidores. Porque participé en su primer disco como “crowfander” (o como se diga que para eso soy trianero), que en los créditos del disco puse el nombre de mi hija Julia para que algún día, cuando deje el reguetón, sepa que ella estuvo presente en aquello, que estuve escribiéndome con él infinitos correos electrónicos donde compartía sus letras y el avance de su “Cabeza de León”, yo que me lo “llevé” a Colombia para disfrutarlo a 9000 kilómetros, yo estaba en mi ciudad y volvía a verlo en directo.

Y Jero Romero volvió a hacerlo. Volvió a demostrarnos que la música no necesita de confeti en los “hits”, que no hace falta tener una puesta en escena con parafernalia videográfica, ni un culo que le guste a las tías, ni pegarse picos con el bajo, ni pollas (que diría un amigo de Jaén). Él se dedico a lo que se tiene que dedicar un músico, a defenderse con su música y punto. Un tío que con su guitara en mano, solo, es capaz de hacer sentir como él lo hace, es único.

Y se fue yendo con “Los cadáveres” y con “2010” y todos nos fuimos con él, sabiendo que tenemos la suerte de conocerlo, de tenerlo en nuestras vidas y que ese colega al que no pudimos abrazar, porque tenía muchos abrazos pendientes ese día, siempre estará para que nos refugiemos en él y él, en nosotros cuando le de la real gana porque lo queremos como es, un genio que no se ni si nos merecemos.

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