«Batman año 1 y 2» de V.A.
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Una de las grandes ventajas que estamos viviendo con la llegada de DC Cómics a Panini es la excelsa labor de rescate y edición de series que, en su anterior etapa, se estaban quedando cojas. Un caso es el de “Batman”, que desde su nueva casa está viviendo una labor editorial admirable. Así es como ha salido adelante la edición en un solo tomo de “Batman año 1” y “Batman año 2”.
El primero de estos dos títulos no necesita más presentación que un recordatorio acerca de la relevancia de dicho cómic a través de la labor de Frank Miller llevando el cómic de superhéroes a una edad adulta y clásica que no había vivido hasta aquel momento, cuando fue el responsable de pilares del noveno arte en DC y Marvel como “El regreso del caballero oscuro” “Born Again” o este “Batman año 1”. En estos dos últimos títulos destaca la presencia de David Mazzucheli a los lápices. En este sentido, su labor en el cómic referencial sobre los orígenes de Batman es, sencillamente, memorable. Su estilo sucio y barroco, al mismo tiempo, es plasmado en consonancia total a las necesidades expresivas de un Miller desatado en toda su brutalidad.
Se podría argumentar que “Batman año 1” es un neo-noir colindante con el “The Question” de Dennis O’Neal” y Dennis Cowan, pero es mucho más que eso. En realidad, se trata de una reconfiguración de la imagen mental que teníamos del hombre murciélago que teníamos hasta aquel momento, dotándole de un poso dramático acorde a su inmersión en las entrañas del otro gran personaje del cómic, que no es otro que la propia Gotham y sus bajos fondos mostrados en toda su podredumbre.
“Batman año 1” fue un hito que ha resonado con fuerzo a lo largo de los años. Uno que viene acompañado en esta edición por un “Batman año 2”, que es de todo menos una continuación de estilo y concepto al respecto de la catedral viñetera esculpida por Miller y Mazzuchelli en su momento.
Así fue cómo autores como Barr, Alan Davis o Todd McFarlane entraron en la cosmología de Batman introduciendo un caleidoscópico crisol de estilos a lo largo de diferentes líneas argumentales que no siempre mantienen el pulso general, donde incluso tenemos el placer de poder disfrutar de hitos casi olvidados como la aparición de Alan Moore junto al dibujante George Freeman en una vibrante presentación de Clayface.
Tampoco debemos olvidar la presencia de pesos pesados como Dennis Cowan y Jim Starlin a lo largo de una segunda parte (independiente de la primera) en la que destaca la sensación de estar ante todo lo contrario de la definición milimétrica de Batman, transportándonos a un carrusel de Batmans concebidos desde todos los ángulos posibles en un ejercicio bizarro. Uno en el que tanto cabe el concepto buddy movie como el thriller de contundencia a bocajarro.
Sin duda, un retorno a los clásicos que subraya la inmensa labor de arqueología llevada a cabo por parte de Panini para presentarnos tan imprescindible tomo con más de seiscientas páginas de historia viva del universo DC.