Crónica del Tomavistas 2025: eclecticismo como personalidad sonora

Por Lobo López 0

girando por salas 2025

La novena edición de Tomavistas, la cual volvía de nuevo a su naturaleza original de tres jornadas y que confirmaba su traslado definitivo a la Caja Mágica, trajo consigo un cartel diverso, lleno de estilos musicales en el que brillaron artistas consolidados con propuestas emergentes, figuras internacionales con músicos nacionales y con una notable presencia femenina. Con un recinto acotado, más accesible y cómodo, sin aglomeraciones presentes en otros coetáneos, Tomavistas sigue siendo una propuesta con criterio curatorial abierto, y con la valentía suficiente para programar desde la convicción y no desde el algoritmo. En Tomavistas la música se escucha y se celebra, construyendo una experiencia muy heterogénea, en la que cabe la propuesta del punk contestatario de barra de bar de Biznaga con la electrónica elegante de la galesa Kelly Lee Owens.

Amaia

La jornada inaugural del jueves contaba con actuaciones de grandes artistas femeninas como La Mala y Amaia, que bordó un espectáculo de 75 minutos, consolidando el compromiso del festival con la paridad de género como una filosofía vital y no como cuota que haya que cumplir para ganar visibilidad marketiniana. De esta forma, por los diferentes escenarios presentes en el recinto pasaron la cordobesa María José Llergo, Barry B, Judeline, Jimena Amarillo o Pablopablo, junto con las artistas antes mencionadas.

Judeline nos trajo su R&B aflamencado de su flamante ‘Bodhiria’. Alejándoselas de comparaciones, la propuesta de la jerezana, se sostiene sobre un sonido limpio, con una puesta en escena en la que brilla la teatralidad gracias al conjunto de bailarines que la acompañan y el magnetismo que Lara irradia de forma natural, casi sin despeinarse.

Amaia desarmó con un set variado y desenfadado, marcado por su espontaneidad y forma de ser, presentando su tercer trabajo con una madurez vocal y estética que ya poco tiene que ver con sus orígenes televisivos. Si alguien esperaba fuegos artificiales, se encontró con neblina emocional, con teclados como brumas y letras que rozan lo íntimo sin caer en el drama impostado y con unas versiones, como la de “Santos que yo te pinte” de Los Planetas, que se llevó a su propio terreno.

A metros de distancia Mala Rodríguez nos recordó por qué fue pionera de lo que hoy llamamos música urbana: su repaso a Lujo Ibérico, aquel clásico que abría la ansiada década de los 2000, no fue un ejercicio nostálgico, sino una reafirmación de su coronación en el Olimpio del Hip Hop patrio, uniendo clásicos como “Tengo un trato” o “Yo marco el minuto” con hits de su era más comercial, y una presencia escénica que aún impone respeto.

Doves

El segundo día nos planteaba un panorama menos urbano y algo más pop/ rock con artistas como Viva Belgrado, que defendieron bajo un sol abrasador su demoledor directo, Carlangas, que nos brindó un concierto fiestero y muy bailongo que no casaba bien con las altas temperaturas que aún se vivían a esas horas, o Carlos Ares, que trajo su folk vitaminado, deliberadamente emocional e inocuo, sobre uno de los escenarios principales.

Con el comienzo de ese largo atardecer que nos brinda estas fechas aparecieron Doves. Los de Manchester regresan a nuestros escenarios sin su cantante original Jimi Goodwin, que no está participando en esta gira, pero con un Jez Williams a los mandos de la nave como frontman y vocalista principal. Arrancaron con “Snowden” y “Words”, que pusieron al público más veterano en modo de entrega total desde el primer momento. Sonaron honestos y directos, haciendo entrega de sonido impecable que conectaba con las emociones que desprenden temas como “Kingdom of Rust”, “Caught by the River” o “The Cedar Room”. La guinda final de “There goes the fear” y “Black and white town” fue vibrante.

Otro punto nostálgico lo aportó el mítico grupo catalán Love of Lesbian, quienes se presentaron en el escenario principal para presentarnos su nuevo disco Ejército de salvación. Santi y los suyos son una de las mejores apuestas en directo, curtidos en mil y una batallas, suenan potentes directos, juegan con los tiempos asando de temas como “Ejército de salvación”, “Cuando no me ves” y “Noches reversibles”, para dar paso a uno de sus grandes himnos, “Bajo el volcán”. Mención a parte merece el momento condeno el genocidio del pueblo palestino por parte del Estado de Israel: “El fascismo ha tenido muchas caras a lo largo de la historia. Netanyahu, una de esas caras es la tuya. No podemos ser equidistantes. No hay que tener miedo”.

Caribou

En el escenario cubierto pudimos disfrutar de esa broma que se empieza a tornar pesada que resulta Parquesvr, un sonido sonido contundente acompañaba a la retahíla de chistes, juegos de palabra y territorios comunes que resultan las letras de los madrileños.

Antes de llegar al punto y final de la segunda jornada con el dance rock de Caribou, sonaron Bombay Bicycle Club con público frío que se resistía a la entrega de una concierto correcto correcto, bien ejecutado y con un sonido más que decente, pero sin ningún tipo calado. Y por fin le tocó el turno al proyecto del canadiense Dan Snaith, con una puesta en escena más instrumental de los que pensábamos tras su último trabajo. De esta forma temas ya clásicos de aquel Swim o Our love, sonaron contundentes, muy potentes, lo que hacía que aún fuera más difícil resistirse al baile. Apoyado con unos visuales sencillo y efectivos, la banda nos dejó un fin de fiesta en todo lo alto.

La jornada final comenzó con los madrileños Biznaga que abrieron fuego con su ‘Espejos de Caos’ y ‘Benzodiazepinas’, buen reflejo del punk que desarrolla el cuarteto.

Yard Act pasearon su pub rock con temas como ‘Dream Job’ y ‘You’re Gonna Need a Little Music’ y con un James Smith entregado a la causa, una causa que no era otra que la de pasar un bien rato y hacernos saltar y bailar. Y así fue, los de Leeds se marcaron un concierto enérgico, en el que se palpaba la euforia de saberse triunfadores.

Yard Act

Los devotos del post rock y la intensidad instrumental encontraron consuelo en Mogwai, que volvieron a demostrar que no necesitan palabras para levantar catedrales sónicas. Aunque se hubiera agradecido un sonido al más alto, los veteranos dieron una clase magistral de contundencia sonora y repasaron una carrera que abarca ya más de 15 años.

Kiasmos, por su parte, firmaron uno de los sets más elegantes: electrónica de cámara, estructuras minimalistas que orbitaban alrededor de crescendos contenidos y texturas casi físicas. El cierre con Kelly Lee Owens y Romy convirtió la Caja Mágica en un club de madrugada, de esos que no abundan. La primera aparecía sola, rodeada de sus sintes con los que iba construyendo a capa a capa una sesión de electrónica secuenciada, con voces que ganaban presencia en el desarrollo de los temas, como ‘Dreamstate’ que unió a ‘Sonic 8’. La segunda, encargada de cerrar el festival y a la que se esperaba con los brazos abiertos, mostró sus house pop de corte estival y puso a todos los allí presentes a bailar hasta que se despedía con una gran sonrisa, muestra del cariño que los allí presentes le transmitimos.

Tomavistas 2025 no ha sido el festival más grande del año, ni el más mediático. Ha sido —y esto es mucho más difícil— el más afinado. Y en tiempos de sobreestimulación, eso es oro.

Galería del Tomavistas 2025

Hosting WordPress
Hosting WordPress