Fuego cruzado en la Plaza de España.
La noche sevillana se volvió eléctrica con la doble descarga de Cypress Hill y Molotov en el Icónica Santalucía Fest. La Plaza de España fue el epicentro de una velada cargada de humo, memoria colectiva y energía sin filtros, donde el ritmo urbano y la rabia contestataria se adueñaron del ambiente desde el primer beat.

Cypress Hill encendió la mecha con una puesta en escena densa y poderosa. DJ Lord abrió con una mezcla explosiva que cruzaba géneros y décadas, preparando el terreno para la llegada de B-Real y Sen Dog, que transformaron la plaza en un templo del hip hop californiano. Con clásicos como When the Shit Goes Down, Tequila Sunrise o Lowrider, el grupo hizo vibrar a un público entregado que no paró de corear ni de levantar los brazos.
El toque tribal y visceral lo puso Eric Bobo con su percusión en vivo, y el duelo rítmico con DJ Lord a mitad de concierto fue uno de los momentos más intensos. Entre ráfagas de funk psicodélico, beats punzantes y homenajes a la marihuana, el repertorio avanzó hasta estallar con Insane in the Brain y How I Could Just Kill a Man. El cierre fue un auténtico delirio colectivo con una versión desatada de Jump Around, que dejó claro que la leyenda de Cypress Hill sigue más viva que nunca.

Molotov tomó el relevo con su habitual irreverencia y potencia. Con una formación reforzada por Jay de la Cueva en la guitarra —supliendo a Tito Fuentes— y LSNCHZ en las voces, la banda mexicana desplegó su arsenal de sátira política, ritmos híbridos y actitud desafiante. Temas como Amateur, Frijolero o Chinga tu madre resonaron como himnos que, pese al paso del tiempo, no han perdido ni un ápice de actualidad ni mordida.
Entre críticas mordaces (Voto latino, Parásito), fiestas al borde del caos (Molotov Cocktail Party, Me convierto en marciano) y riffs que rugían como motores, el concierto avanzó a ritmo de protesta y celebración. El momento más esperado llegó con Puto, recibida por el público con euforia y sin espacio para controversias. Cerraron con Rastaman-dita, rodeados de fans bailando sobre el escenario, en un final que condensó el espíritu del grupo: provocador, sudoroso y profundamente humano.
Esa noche, Sevilla no solo escuchó música. Fue testigo de dos actuaciones que convirtieron el festival en un acto de resistencia sonora.
Galería de los conciertos de Cypress Hill y Molotov en Sevilla











