Arde Bogotá: un baño de rock y redención en el Pop CAAC

Por Javier Sierra 0

En Sevilla la noche del Pop CAAC no empezó con un acorde, sino con una imagen: la silueta de un centauro erguido sobre el escenario, mitad mito, mitad advertencia. Bajo esa figura, la luna roja iluminaba la pradera repleta. Había 20.000 personas esperando, y se palpaba que lo que venía no era un concierto corriente.

El ritual arrancó con “Veneno”, que no tardó en convertirse en un grito coral. Desde ese instante quedó claro que Arde Bogotá no tocaban para presentar canciones, sino para exorcizar algo más grande. Enseguida llegaron “Abajo” y “Quiero casarme contigo”, la primera como una descarga sin concesiones y la segunda desplegándose en dos planos —del susurro íntimo al estallido colectivo—. Fue un arranque diseñado para no dejar respirar, para atrapar al público en un torbellino desde el primer minuto.

A partir de ahí, la banda alternó energía bruta y teatralidad. “Qué vida tan dura” convirtió el recinto en un pogo festivo sin jerarquías, mientras Antonio García recorría la pasarela como un predicador rockero. “El beso”, envuelto en la estética de una gasolinera nocturna, sumergió la velada en una atmósfera turbia y seductora. “Tijeras” y “Sin vergüenza” devolvieron el pulso con guitarras en primer plano, en un tramo que sirvió también de despedida simbólica para Arturo del Castillo, protagonista visible en su último concierto con la gira española.

El concierto no se sostuvo solo en la fuerza eléctrica: hubo momentos que rozaron lo hipnótico. “Big Bang” y “Clávame tus palabras” arrastraron a la multitud a un estado de trance, mostrando la capacidad del grupo para equilibrar crudeza y lirismo sin perder tensión. Con “Exoplaneta”, la conexión entre banda y público alcanzó un clímax singular: cientos de papeles en alto, la luna en pantalla, Antonio encaramado junto a la batería y un coro multitudinario que parecía pedir, de verdad, ese lugar mejor del que habla la canción.

El giro más inesperado llegó con la irrupción de un octeto de cuerda. La solemnidad transformó piezas como “Virtud y castigo” y “Copilotos”, que ganaron en textura y emoción. Fue un tramo en el que el Pop CAAC se detuvo para escuchar, donde la épica del rock convivió con una delicadeza poco habitual en festivales de este calibre.

El regreso a la crudeza llegó en los bises: “Los perros”, con su bajo reconocible como un latido, y “Antiaéreo”, memoria de los primeros días de la banda, fueron recibidos como viejos himnos. El cierre con “Cariño” desató una fiesta final: Antonio cantando entre la gente, la banda arropada en círculo, y un recinto que no quería apagarse pese a más de dos horas de intensidad.

Lo que ocurrió en Sevilla fue algo más que un concierto exitoso. Arde Bogotá han construido, en apenas dos discos y un EP, un repertorio de canciones que ya funcionan como patrimonio colectivo, himnos que atraviesan edades y contextos. En el Pop CAAC dejaron claro que no se trata de un fenómeno efímero: lo suyo es un presente robusto y un futuro que parece no tener techo.

Galería del concierto de Arde Bogotá en Sevilla