«Todas las hijas de la casa de mi padre» de Juan Francisco Ferré
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Poco se habla al respecto de la relevancia en cuanto a la narrativa de Juan Francisco Ferré. Considerado casi como un enfat terrible tras la publicación de “Providence”, su novela más reconocida, amada y odiada, a partes iguales, no obstante, su proyección nunca ha estado a la altura de sus sobresalientes dotes para con la química literaria. Porque si de algo puede presumir el escritor malagueño es de contar con una propensión natural a quebrar las leyes del canon novelesco. En su caso, por medio del arte de la impertinencia, elevado al cubo.
Tal como lo definió en su momento Eloy Fernández Porta, cuando hablamos de Ferré lo estamos haciendo de “un hacker literario con mentalidad de aristócrata libertino”. Quizá esta sea la descripción más cercana a la sensación subyacente que emana de leer novelas como “Todas las hijas de la casa de mi padre”. La misma en la que, tras cúspides muy altas como “Karnaval” y “Providence”, vuelve a asomar la genialidad del escritor en cuestión, a través de quien, una vez más, el caleidoscopio estilístico hilvanado transita los códigos del misterio, coming of age y la novela erótica, entre otras incursiones genéricas.
A lo largo de cuatrocientas setenta y dos páginas, somos arrastrados a una época muy concreta, que va de 1976 a 1983, periodo clave en la historia reciente de España. La misma en la que, tras el contexto de cambio político y social reinante, Ferré atrapa al lector en la urbanización El Atabal, microcosmos descrito en primera persona por la voz narradora de esta novela plagada de personajes que pervierten los claroscuros entre el bien y el mal. De hecho, pocas creaciones resultan tan fascinantes y enigmáticas como la de Regina, motor central de las tramas que se irán encadenando a lo largo de una lectura cuyo punto de eclosión sucede desde la dualidad emocional a la vista de Eva, la figura central que nos lleva de paseo por los caminos, a veces, sutiles, a veces no, que se direccionan hacia un hervidero de hechos que, incluso, llegarán a un asesinato y chantaje.
Dicho esto, lo que mayormente abruma al leer este libro, editado en Anagrama, es la prosa de un Ferré capaz de transcender por medio de una escritura envolvente, casi cinematográfica, que escarba hasta el mismo epicentro del subconsciente de una narradora que será la llave y la puerta que nos abocará a un hábitat social que funciona como un infierno en miniatura de los deseos y las necesidades por escapar de una cárcel de sentimientos brutalmente encontrados.
