Territorios Sevilla 2011: Esquinazo a la crisis
Por 5 junio, 2011 21:390


Territorios Sevilla cerró con una asistencia media de 13.000 espectadores diarios, todo un éxito. Allí estuvimos para comprobar cómo fue el festival sevillano.
A la caída de la tarde, mientras la temperatura hacía presagiar una noche cálida y la ciudad centraba su mirada en la salida del letargo de sus ciudadanos en pro de una emancipación política, se presentaba la jornada inicial del festival Territorios Sevilla, en una edición marcada por las importantes remodelaciones en su formato, prueba de fuego para la condensación del grueso de artistas en dos únicos días, prescindiendo de la tematización diaria.
No serían los únicos cambios hallados por los asistentes a la llegada al recinto, la relocalización de la entrada, trasladada a la puerta principal del monasterio, y el dispositivo de intercambio de abonos parecían fruto de una decisión de última hora. La improvisación se percibió en las consecuencias, no sólo en el retraso en el horario de apertura, sino también en el caótico sistema de intercambio de pulseras.
Tras sortear las dificultades de acceso, la situación en el interior tampoco presagiaba una mejora de las expectativas en referencia a la organización. Valorando positivamente la suma de un espacio de mayor dimensión para el nuevo escenario, aumentando aforo a un festival necesitado de nombres de referencia, acrecentaba el problema detectado ya en anteriores ediciones, la inoperancia de los accesos, llegando a hacer insegura la movilidad del público en el interior. Una cuestión que se mantiene pendiente y necesita ser solucionada, especialmente ahora que se ha optado por concentrar a los asistentes en dos únicos días.


Las estrecheces del escenario Tres Culturas serían el punto de partida de la noche. Entre los hornos de la antigua fábrica de cerámica, aparecía Antonio Luque (Sr. Chinarro) en el escenario, agradeciendo su presencia a un público más expectante por un recorrido por su discografía, ante la irregularidad de su “Presidente” (Mushroom Pillow, 2011). A pesar de problemas iniciales en el sonido, se mantuvo un lateral del escenario desconectado, el concierto subió de nivel a medida que la banda conectó con el público, culminando con la interpretación de clásicos como “Rayo Verde”.
La multitud acumulada fue una de las primeras en sufrir la incomodidad de movimientos una vez terminó la actuación. Con paciencia, logramos atravesar el embudo de la puerta de salida, que nos retrasó aún más la llegada a los ya comenzados The Fall. La actuación del veterano grupo inglés, liderado por Mark E. Smith, único componente original, se sostuvo bajo mínimos, con un escaso tiempo dedicado al público y una actitud de desgana centrada en solventar el trámite cuanto antes, dando cuenta del ocaso de la formación, que hace replantearnos si es necesaria la apuesta por carreras en declive.


Con resignación, emprendimos nuestro camino hacia el escenario ICAS, encontrando el concierto de Vetusta Morla rayando el ecuador, tras sortear con fortuna las lagunas para alcanzar el césped. Los madrileños, bajo la bandera de su segundo disco, pretendían demostrar que su alcance tenía un radio mayor que el previsible grupo de adolescentes rutilantes últimamente a su alrededor. Sin embargo, su propuesta adoleció de falta de solidez en el contenido, sustituida por una pretenciosidad y una vacua llamada a la épica constante, inútil ante la apariencia más cercana al producto prefabricado, que a una identidad propia.
Una vez pudimos cruzar de nuevo las puertas de entrada al interior del monasterio, cuyo paso, tras la gran acumulación de público en el exterior, fue una de los más tensos de la noche, llegamos al cierre del concierto de Raimundo Amador para comprobar su dominio de los escenarios, y como, a pesar del tiempo, mantiene aún cierta frescura.
Encaminándonos al final de la primera jornada, encontramos a The New Raemon en el escenario CAAC. Quizás fuera la hora más inadecuada para la propuesta folk de los barceloneses, ubicados en la madrugada tras el cambio de horarios. A su término, dejaron una sensación de frialdad en el ambiente, sólo disimulada en contados momentos, coincidentes con sus temas indispensables, como en los acordes finales de “Tú, Garfunkel”. Para cerrar la noche, nos movimos con el resto de público que desalojaba el recinto hacia la sesión de los 2manydjs, demostraron un manejo solvente de los platos que levantó un día lastrado por los problemas de organización.


El sábado, tras los incidentes del día anterior, la organización tomó medidas en el asunto y mejoró, dentro de lo posible, tanto el acceso al recinto como la movilidad en el interior, siempre constreñida por las dimensiones preexistentes, haciendo más llevaderas las inevitables incomodidades.
Llegados al acceso, y mientras la descarada rumba de Muchachito Bombo Infierno resonaba en los jardines, solapándose con las archiconocidas rimas de Tote King sobre los perjuicios de las redes sociales, nuestras intenciones iban dirigidas a buscar un hueco en la estrechez del Tres Culturas desde donde presenciar la Divina Comedia de Neil Hannon. Apostados a la izquierda de la mesa de sonido, el concierto, cargado de aires decadentes, demostró la capacidad del irlandés para asumir sobre sí mismo el rango de lo que otrora fue una banda, con un inicio difícil de digerir por su excesiva densidad para el formato de concierto, el público se entregó mientras Hannon se acercaba a sus raíces.
Sin apenas tiempo para llegar, corrimos a la sugerente propuesta que ofrecía Javiera Mena, una de las grandes expectativas del festival que debió ser programada en distinta franja horaria. Sólo pudimos escuchar un par de temas, pero la actitud de los asistentes congregados nos hizo adivinar con facilidad que había sido uno de los imprescindibles del cartel. Esta primera disyuntiva no sería la única de la noche, con una planificación del tiempo que se hubiera mejorado decantando las temáticas por escenario.


Siguiendo los planes, atravesamos el arco de entrada hacia los veteranos The Human League. El concierto de la banda de synthpop nos demostró que, a pesar de la incombustibilidad del “Don’t You Want Me” coreado por el público con vehemencia, cuando el revival de los ochenta sólo conserva como aliciente cierto encanto nostálgico, sin ser capaz de aportar algo más, el resultado es una actuación que peca de obsolescente por momentos.
Antes de finalizar la noche, tocaba la segunda disyuntiva importante, optar entre el descaro de El Columpio Asesino o la densidad de los Klaxons. Nos decantamos por la primera opción, un grupo nacional con escasa movilidad por estos lares, decididos a comprobar el funcionamiento en directo de la seductora propuesta de su último disco. Los de Pamplona no decepcionaron, arroyando desde el comienzo, con sus himnos a la vida al límite y el sorprendente papel que jugó Cristina Martínez durante el concierto, cuyo manejo del escenario demostró porque se ha ganado un protagonismo más que merecido en la última entrega de la formación.
Después de la descarga de adrenalina, Orbital, en formato dj, se tomaron muy en serio la propuesta de hacernos bailar toda la noche, y tras dejar atrás una decepcionante Mala Rodríguez, seguimos los ritmos que provenían del escenario ICAS, donde quedaría clausurada el festival, con una electrónica que, aunque no podríamos calificar de puntera, hizo a los presentes cerrar el día a lo grande.
Las sensaciones que nos deja esta edición del festival son confusas. Con una afluencia de público superior a la esperada, se vio desbordado un recinto que, ante las nuevas proporciones adquiridas, ha quedado definitivamente obsoleto, y unos problemas de organización, especialmente sangrantes las cuestiones de horarios, que podrían haber sido resueltos si se hubieran tomado las decisiones adecuadas y con una mayor antelación.
Por otro lado, respecto al contenido, es un hecho que el festival necesita atraer a un público mayoritario para cubrir las demandas del presupuesto, pero, para próximas ediciones, se agradecería una parcela de riesgo asumible, en la cual apostar por bandas con proyección y propuestas más frescas. Al mismo tiempo, convendría reconsiderar si hay necesidad de continuar recurriendo a veteranos cuyos aportes son cada vez más prescindibles.