FIB 2015: Nunca caminarás solo
Por 20 septiembre, 2015 19:250


La razón principal por la que hemos tardado en publicar esta crónica ha sido el aluvión de compromisos periodísticos consecutivos que nos han ocupado las últimas semanas. Esto ha podido resultar incluso positivo, ya que ahora vemos el FIB con un poquito más de perspectiva y además podemos compararlo con otros eventos que también (al menos yo) hemos visitado por primera vez. He de reconocerlo: tengo 33 años y este ha sido mi primer Festival de Benicàssim. En realidad nunca me han faltado ganas, pero como andaluz de clase media, desde que empecé a asistir a grandes eventos (inolvidables aquellos Prodigy en la plaza de toros de Málaga el mismo día que Zubizarreta se comía con patatas un gol contra Nigeria en el mundial de Francia), me he limitado a los festivales del sur, principalmente Espárrago Rock y Creamfields.
Ya me habría gustado asistir a aquel FIB de 2003, con Blur, Suede, Donovan, Beck y algunos fetiches de mi veintena de los que hoy probablemente me avergüence (Placebo, Moloko, Goldfrapp). En 2005 dije “esta es la mía” y estuve a un pelo de comprar la entrada de día para ver a Oasis. Me quedé con la miel en los labios. ¡Y qué decir del año siguiente! Con ese cartel que incluía a mis (también entonces) adorados Depeche Mode, más Pixies, Strokes, Franz Ferdinand o Morrissey.
El plantel de artistas de 2009 (pese a la multitud de cancelaciones por el viento) me volvió a hacer tilín, pero el Primavera Sound no le andaba a la zaga y me decanté por él. Justo un año después, el Festival de Benicàssim empezó a renquear tras caer en manos del empresario británico Vince Power y los últimos carteles (con montones de cal y montones de arena) me hicieron perder la confianza y aparqué la intención de visitar este clásico de los festivales patrios. Hasta que llegó 2015.
A pesar de los continuos guiños al público británico (Kaiser Chiefs, The Prodigy) y de la basura comercial necesaria para hacer caja (Florence + The Machine, Bastille), el propósito de Melvin Benn (nuevo jefe del FIB) de volver a los orígenes (Blur, Noel Gallagher, Los Planetas) me tocó la patata, aunque no tanto como la emoción de asistir por primera vez. Compromisos laborales me impidieron unirme en las dos primeras jornadas (poco atractivas para mi gusto, todo sea dicho), así que paré en la minúscula estación de tren de Benicàssim el mediodía del sábado.


Por Rafael Tovar
Quizá queda feo mencionar otros festivales, pero hace poco también me estrené en el Canela Party malagueño. Allí descubrí la verdadera diferencia entre un festival y una fiesta. Canela Party (ya lo avisa su nombre) es una fiesta y no una muestra musical en la que contemplar bandas desde la platea con la mano en la barbilla mientras piensas: “¡Bah! Esto ya se hizo en los noventa”. Ese fue mi error al entrar al recinto del FIB y mirar con indiferencia el concierto de las Hinds: cuatro chicas con un aprobado justo en inglés y una técnica a los instrumentos mejorable. Tienen carisma, visten bien y quedan guay en las fotos. De hecho diría que su éxito se debe a la machista industria indie, que las ha catapultado a la mini-fama mediante consabidas tácticas capitalistas. Pero paradójicamente, al tratarse de un grupo de chicas (con lo poco que se estila eso y lo necesario que es), lo mismo mi crítica no pasa el filtro anti-patriarcado y me espetan un “¡marichulo!” en toda mi cara. Así que démosles una oportunidad.
¿Os dais cuenta? Ya andaba por el recinto de Benicàssim y aun no me había enterado de qué iba esto (¡FIB es una fiesta, no un festival!). Sin embargo, con mi camisa de cuadros y mi barba peinada con cepillo, me acerqué al escenario Las Palmas dispuesto a despotricar cada segundo de actuación de Kaiser Chiefs, una banda blanco de todas las críticas del esnobismo indie. En cuanto tocaron “Everyday I Love You Less and Less”, se me acabaron las tonterías. Enseguida me contagié de la fiesta del FIB y me puse a saltar y a cantar como si no hubiera un mañana.


Por Rafael Tovar
Y entre salto y canto, me di cuenta de que me rodeaban menos guiris de los esperados. A lo mejor es que me habían hablado tanto de la colonización británica de Benicàssim que lo que vi me pareció poco. Bien es cierto que no estoy acostumbrado a tanta gente vomitando (y con tanta naturalidad) o a tanto cuerpo desplomado en las zonas de descanso (y eso que he estado en muchos Creamfields). A propósito del Creamfields, lo que también conecta Benicàssim con dicho evento de música electrónica es el aire rave que se respira. Y no me refiero al desfase adrenalínico de esas juergas techno, si no a los veranos del amor en la Ibiza de finales de los 80. El público británico del FIB dibuja esa estampa fiestera de hoolingans repartiendo abrazos en vez de bofetadas. Como si en un partido de la Premier League ganaran los dos equipos. Así comencé a sentirme al caer la noche en la Costa del Azahar: entre la muchedumbre que se da cita en Anfield u Old Trafford para rugir como fieras durante esos partidos de fútbol inglés, con menos patapúm p’arriba y más tiki-taka. ¡Joder! Si hasta el ex-futbolista del Middlesbrough Gaizka Mendieta salió al terreno de juego con la elástica de Los Planetas, haciéndole la cobertura a Floren y a Banin por la banda derecha y lanzando un cañonazo a la escuadra en “Un buen día”. Me lo estaba creyendo.
Así las cosas, la jornada del sábado prosiguió con el galáctico Damon Albarn dispuesto a golear con sus Blur. No solo lo hicieron, sino que además con mucha clase, regateando algunos clásicos (se echaron en falta “Country House” o “Charmless Man”) y recuperando balones inolvidables (“There’s No Other Way”, “Beetlebum”, “Stereotypes”). Los nuevos pelotazos de The Magic Whip entraron también a la red, pero evidentemente la hinchada no vibró tanto como con los chutazos de “Coffee & TV”, “Song 2”, “Girls & Boys” y “Parklife”, esta última junto a la espontánea María, que entró al terreno de juego invitada por los propios londinenses
Incapaces de saciar la sed de espectáculo, le hicimos la ola a Tiga, que nos la devolvió mal. El canadiense relajó el ritmo del partido, dio pases largos sin sentido y perdió tiempo hasta el pitido final. Zombie Kids por su parte, habiendo ya olvidado las gamberradas por las que tanto les aplaudía la afición, obraron una sesión digna de enmarcar. Hat-trick y el balón firmado para ellos.


Por Rafael Tovar
El domingo regresamos al recinto festivalero de Benicàssim, transformado en teatro de los sueños, con aun más ganas si cabe pese al cansancio acumulado. Entre los partidos de la jornada se encontraba el de F.F.S. Al tándem Franz Ferdinanz-Sparks no se le puede reprochar nada, ni falta de técnica ni mala forma física, pero el partido entre escoceses y angelinos resultó soso. Las jugadas conjuntas no convencieron (a lo mejor “Call girl” sí) y los hitos de Sparks necesitan tiempo para ser asimilados por la hinchada indie. Los repuntes plausibles llegaron, como era de prever, con los golazos de Franz Ferdinanz (“Do You Want To”, “Take Me Out”), aunque la ejecución de estos se antojó lenta.
Antes, Public Enemy habían saltado al terreno de juego con todo el equipo: banda de rock, bailarines, un par de colegas del barrio, el soberbio DJ Lord y, cómo no, los mejores delanteros centro del hip-hop de la vieja escuela: Chuck D y Flavor Flav. Se mostraron tan enérgicos como en sus tiempos mozos, espetando con la misma rabia de antaño los versos de “Don’t Believe the Hype”, “Welcome to the Terrordome” o “Harder Than You Think”, y cerrando el show con un discurso anti-racista por parte de Flavor que nos evocó al del mismísimo Martin Luther King, pero con más mala hostia. ¡Viva el fútbol callejero!
Nos escapamos por velocidad evitando las tarascadas de Vetusta Morla que nos habrían lesionado los oídos y disfrutamos del jogo bonito de Crocodiles sobre la minúscula cancha Red-Bull. ¡Menudo magos del balón! En el mismo césped, Joe Crepúsculo desplegó sus tácticas sucias, pero efectivas, y se ganó con creces los cánticos de la afición. El barcelonés reforzó la medular con figuras como Tomasito y Nacho Vigalondo y consiguió meterlas todas: “La verdad”, “A fuego”, “Maricas”, “Suena brillante” y ese disparo directo a las mallas titulado “Mi fábrica de baile”. Por su parte, Novedades Carminha dieron toda una lección de poderío físico en un espectáculo sin tregua, donde los chutes a puerta se sucedían con velocidad y descaro. Desplegadas las tácticas de Jódete y Baila y Juventud Infinita, marcaron el tanto final en honor a Los Saicos (“Demolición”).
Pero para jugones, los Portishead. La voz frágil de Beth Gibbons, que parece estar a punto de quebrarse en cada verso, no deja de emocionar aunque lleven siete años repasando el Third o veintiuno el Dummy (la cinefilia de Portishead, su segundo trabajo, parece no encajar en sus directos). Y da igual que los ingleses repitan las mismas jugadas de siempre (arranque con “Silence”, realización audiovisual exquisita, mensajes reivindicativos en las pantallas durante “Machine Gun”, despedida y cierre con “Roads”). No importa que ya conozcamos sus trucos, pues siguen asombrando con la impecable ejecución en directo y la soltura con la que combinan los discos mencionados, como si ambos pertenecieran a un discurso único, como si entre los contextos en los que nacieron uno y otro no hubieran pasado tantos años. Al fin y al cabo, la infinita tristeza de sentirse solo en la gran urbe es una dolencia común del mundo contemporáneo.


Por Jose A. Rueda
Despiertos del sueño del FIB y con los pies en el suelo (o quizá en la arena de alguna playa castellonense), reflexionamos: Benicàssim tiene espíritu, pero desde luego éste no tiene nada que ver con el que invocaron Luis Calvo, Juako Ezpeleta y los hermanos Morán allá por 1995. El festival cuenta con un nuevo público al que se está fidelizando a modo del que se fidelizó en los 90. Con los británicos metidos en el bolsillo (y perdidos los viejos indies de aquí), Benicàssim va pescando al respetable español con anzuelos como Los Planetas (que también tienen fans de 20) o Vetusta Morla.
Y, pasadas las noches de euforia y consumada la resaca, sigo reflexionando: sinceramente encuentro eventos más atractivos que el FIB en la holgada agenda que ofrece el Estado español. Para gustos, los colores (no niego mi predilección por bandas del país y/o propuestas más arriesgadas), pero si hablamos de grandes nombres de la escena internacional, Primavera Sound y Bilbao Live compiten duro con el gigante de la Costa del Azahar. Y digo Estado español porque si amplío el territorio a Portugal, Benicàssim se topa con una competencia insalvable.
Pero lo dicho: el FIB se está rehaciendo y, sea su línea más o menos reprobable, le está funcionando. Asistan desde Manchester o desde Albacete, los fans del Festival de Benicàssim enuncian con convicción la futbolística frase you will never walk alone.