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Crítica: Muchos hijos, un mono y un castillo de Gustavo Salmerón

Por María Gómez-Comino 1

Muchos hijos, un mono y un castillo

Parafraseando al jefe de sección de esta publicación, ayer vi Muchos hijos, un mono y un castillo y hoy os la cuento.

Gustavo Salmerón firma un documental sobre su familia con su madre como absoluta protagonista. La cinta nos demuestra que la realidad es un material potentísimo y poderoso que puede llegar a superar a la ficción.

Julita, sin saberlo, es un personaje fascinante que consigue atrapar al espectador desde el primer instante. La madre de Salmerón tiene un poder ante la cámara que nos recuerda a la Carmina de Paco León. Personajes que desde la más pura verdad consiguen un magnetismo con el medio y conectan con el espectador a la perfección.

Tras quince años de grabación, Salmerón consigue en Muchos hijos, un mono y un castillo mostrarnos un viaje emocional cargado de humor que se articula con la búsqueda de las vértebras del cuerpo de la abuela de Julita y que ésta tiene guardadas por casa. A partir de esta premisa, se nos presenta un retrato del universo de la familia. Una familia numerosa, seis hijos, un tanto caótica en su organización y una madre que se encarga de llevar la batuta. Una mujer con carácter, excentricidades e ilusiones que conforma un relato disparatado y lleno de comedia. Sin artificios en la posproducción, la verdad reside en lo que se muestra, ni más ni menos. La cinta rezuma veracidad y gran culpa de ello, centrándonos en la parte técnica, es el formato y calidad del material. Grabado en cuatro tercios, y con la naturaleza del formato que los medios proporcionaban quince años atrás, nos muestra la cotidianidad sin artificios. Nos sumerge en un universo costumbrista; característico de hábitos y costumbres de nuestro país, y que son parte de lo que somos. Por muy modernos que nos creamos, no hay que renegar del aroma de lo auténtico y castizo, que bien ejecutado consigue que el espectador conecte y se reconozca en este tipo de situaciones a la perfección.

El documental que ya ha visitado diversos festivales como el de Nueva York cosechando varios premios, sigue su carrera de galardones. Ahora, tiempo de premios nacionales, la cinta es candidata a los Feroz y a los Goya y desde aquí deseamos que Julita pueda alzarse con alguno de ellos, lo merece.

 

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