No sé qué lugar ocupáis en vuestra familia: suele definir parte de tu personalidad. El Primavera Sound de Porto (NOS Primavera Sound, por aquello de los patrocinadores) y yo somos ambos segundos hijos.
Ambos, por tanto, sufrimos los agravios comparativos con nuestros hermanos mayores. En mi caso es un padre de familia con dos niños. En el suyo, el Primavera Sound de Barcelona. El error está en pensar que deben ser iguales. Mismo cartel, mismas expectativas. Error, insisto. Tiene el de Porto una personalidad arrolladora, no diametralmente opuesta al de Barcelona, pero sí aportando un soplo de aire fresco.
Este año han tenido que enfrentarse a varios problemas imprevisibles (una ciclogénesis el jueves, un fallo en el radar del aeropuerto el viernes) y a cancelaciones de última hora que, si bien en Barcelona hubieran supuesto una guerra de memes y gente aireadísima tecleando en mayúsculas en foros, redes sociales y grupos de Whatsapp, en Portugal se han encogido de hombros, han preguntado si las cancelaciones iban a seguir un horario concreto y se han ido a un concierto en otro escenario. Porque, además, ningún escenario tiene problemas de sonido.
Si no habéis estad nunca, sabed que es un recinto cómodo, asequible, pre-cio-so, bucólico (plagadito, eso sí, de puestos de merchandising de decenas de marcas, algo muy muy de festival portugués, inevitable llegar a casa con varios regalos promocionales). Al lado de la playa (y los restaurantes de pescado) de Matosinhos. Un recinto lleno de familias, de gente sentada a su aire en la hierba viendo los conciertos. No hay carreras para llegar de una punta a otra. Es fácil llegar cerca del escenario. El suelo está nivelado. Cosas impensables en casa de su hermano mayor.
Cabe destacar también la continuación de nuestro estudio sociológico, que estadísticamente se ha vuelto un poco loco: familias, portugueses con pelazo, gallegos, algún extremeño suelto (alguna ventaja tenía que tener vivir en la frontera), americanos un poco lost in translation y una mezcla de hooligans varios porque, WHY NOT, se jugaba en la misma fecha en la ciudad la final de la UEFA Nations League. Una mezcla de gente variopinta que terminará – spoiler – cantando al unísono el tra-trá de Rosalía.
La crónica del jueves os la ahorramos: nos fue materialmente imposible llegar.
Pero el viernes nos plantamos en Nilüfer Yanya, a la que vimos más cómoda tocando en medio del bosque del escenario Super Bock que en el traicionero Pitchfork (también el público, en este festival, es bastante más agradecido que en el otro).
También vimos un cambio de actitud en Courtney Barnett, suponemos que, por un lado, asociado a la mejora técnica del concierto (la maldición de Mordor) y a que, como ocurre muchas veces, terminaba gira en Portugal antes de volver a casa y se lo tomó como la traca final.
De ahí sí que fuimos a quitarnos una espinita de la semana anterior. Atravesamos luces LED de colores, caminos enrevesados entre arbustos y, como quien llega a un bosque encantado, nosotras llegamos al escenario más recóndito para ver a Sons Of Kemet XL, que en un ambiente así sacaron todo su potencial ( y cuatro putas baterías, ¡cuatro!) y pusieron a todo el mundo a bailar a un ritmo caótico y desenfrenado, poniéndoselo muy muy difícil a J Balvin como agitador de masas. Shabaka Hutchings y su saxo son, con diferencia, lo mejor que me ha pasado este año. A ver cómo sobrevivo sin verlo tocar esta semana.
Pudimos ver un rato a Shellac de camino al escenario principal (que, además, tocaron en la puerta del festival para animar la cola de la puerta) y, repetimos: si tenéis oportunidad y hueco, vedlos alguna vez. Se lo merecen.
Entonces llegamos al cabeza de cartel, por fin íbamos a ver a J Balvin y decidir con conocimiento de causa si éramos lovers o haters. Defendemos desde aquí a capa y espada la música urbana. Cómo se ha denostado cierto tipo de música por su procedencia, por su significado. Todos hemos bailado reggaeton alguna vez y, mira, no contaba con saberme el 80% de las letras de las canciones que sonaron. Ahora, dicho esto, ni con vuestras caderas volvería a pisar un concierto de Balvin. No canta, no baila: pueden perdérselo. Si bien como espectáculo es entretenido (sobran, por supuesto, algunas cosas. La escena de la bailarina contoneándose mientras él la re-mira sentadito en una silla, ni cuadra en 2019 ni creo que cuadre en el The New Normal), como directo no aporta nada. Bailar, bailamos todos (menos él).
De la luz brillante nos fuimos a la oscuridad, de vuelta con Interpol, que con un setlist calcado al 99% del de la semana anterior (“Length of love”, de regalo) funcionaron casi como la perfecta máquina engrasada que son. Se salieron del papel y del ritmo un par de veces. Los hemos visto ya tantas veces que apreciamos cualquier salida del tiesto y esa noche se notó que hacían por jugar un poco y se lo pasaban bien con el juego.
Y, entonces, llegó el momento del festival. Lo que hace James Blake debería estudiarse (¿se hace ya?) en escuelas de música. No es nada fácil plantarte de madrugada en un bosque y encandilar como lo hizo a todos los que estábamos allí. La resonancia de la ladera hizo que cada nota, cada bass drop, nos cambiara los órganos de sitio. Capaz de provocar abrazos y alguna que otra lágrima desde la más sobria de las actuaciones, de hacer bailar como si fuera el fin del mundo. Y todo sin darle la más mínima importancia. No sólo se merecerá un puesto en el top de discos del año por “Assume Form”, también entrará en el top de directos por mérito propio, por hacer de la música electrónica arte y oficio.
La jornada del sábado nos recibió al sol. Como un día de campo, fuimos a ver a Lucy Dacus presentar su magnífico ‘Historians’. Parafraseándola, podría ser el estandarte de parte de lo que significa el The New Normal, el “A pillar of truth turning to dust” dedicado a todo lo que ha copado escenarios durante años y ahora, asombrado, tiene que hacer sitio a gente como ella, que aporta el aire fresco y la calidad que los demás dieron por sentada. Gracias, Lucy.
Igualmente, conseguimos llegar al final de una Big Thief mucho más solvente en directo que en disco (se nos había hecho un poco bola, todo sea dicho) para coger buen sitio para Guided By Voices. Nuestra sorpresa fue que hubiera dado lo mismo a qué hora llegar. Fue bastante llamativo el poco público al que congregaron en Barcelona (los solapes de esa hora hicieron bien su función, supusimos) y supusimos que aquí llenarían el pavimento del escenario Seat. Pero no. Dieron igual los reclamos: no van a volver a pisar Europa, no giraban desde hace tiempo, los últimos discos son [muchas] canciones cortas, directas, puñetazos directos. Una pena por los que se lo perdieron. Tienen todo de lo que adolecen casi todos los grupos que han querido imitarlos en los últimos años. Un frontman divertido, conectando con el público, pasándoselo bien. Una banda de las que no pueden echarle la culpa al técnico de sonido. Un concierto de rock al uso, un regalo para los que sí decidimos ir.
Y entonces llegó ella. Doy por hecho que el 90% del festival se congregó en el escenario principal para ver a Rosalía. Poco puedo aportar yo a todo lo que se he dicho de ella en el último año. Sobre todo porque, por mi parte, es un sí a todo lo que haga. Ver a todo el mundo cantando con ella, de cualquier edad y nacionalidad. Ver cómo defiende con uñas (JE) y dientes todo su trabajo es una cosa excepcional. El trabajo de marketing que se ha hecho con ella es espectacular, pero mejor vendedora de su producto que ella no creo que veamos en mucho tiempo nada ni remotamente parecido. Un espectáculo sin fisuras. Emoción y diversión. Tradición y vanguardia. 10/10.
Después fuimos a ver qué hacían Low en un entorno más agreste que urbano. Si en el Parc del Fórum llegaron a resquebrajar el cemento, aquí consiguieron sacar a los gusanos de debajo de la tierra. El frío atlántico ya hacía mella y consiguieron trasladarnos a la Antártida.
Nos fuimos, al igual que en Barcelona, mientras Modeselektor metían tralla y con el mismo pensamiento del año pasado: hay que volver a este festival. Es un pequeño regalo, no demasiado explotado, que, si no lo comparas con su hermano mayor, solo tiene ventajas. Vendrán otros hermanos para el año que viene, cada uno son su personalidad. Pero, nosotros, los segundos hijos, nos mantendremos firmes en nuestra posición.