Comienza a ser casi una tradición que, por estas fechas, disfrutemos de un concierto de Apartamentos Acapulco. Hace dos años fue gracias a Girando por Salas, cuando presentaron Nuevos Testamentos (El Ejército Rojo, 2017), y el pasado, acompañados de Bestia Bebé, nos traían El Resto del Mundo (El Ejército Rojo, 2019). A diferencia de estas otras ocasiones, sólo teníamos una canción nueva “A2“, que acababan de publicar hacía unos días. ¿Pero es necesario tener nuevo material para disfrutar de ellos?
Pues no. Quizás suene borde decirlo así, pero la cuestión es que cada vez que disfruto de Apartamentos Acapulco en concierto, me pregunto por qué no arrastran un mayor número de seguidores, por qué las salas y los festivales no se pegan por programarlos. Son toda una experiencia en directo: no son sólo las bonitas canciones de sus discos, porque se transforman al pisar el escenario.


Quizás por ello es bueno recordar su gusto por la distorsión, tal y como hicieron los encargados de abrir la velada, Dharmacide. De primeras, puede no sonarte su nombre, pero no sería extraño que dieran de qué hablar, pues sospecho que no van a parar hasta conseguirlo. La ambición de René, su líder, lo deja claro: en poco más de tres años ha pasado de grabar sus primeras canciones en su dormitorio a marcharse a Los Ángeles a grabar el que será su primer disco, pasando por actuaciones en París y Berlín.
¿Y tienen motivos para ser ambiciosos? Sí, por qué no: la victoria es de los osados y tal como desarrollan su setlist deben hacerlo. Su directo no se queda en algo plano. Se presentan poco a poco, con las canciones más próximas al pop, para ir evolucionando hacia lo más oscuro, hacia un juego de atmósferas distorsionadas, que saben diferenciarse entre ellas, sin hacerse pesadas y monótonas.
Tras ellos, llegaron Apartamentos Acapulco, los protagonistas de la noche. “Algo que Aplastar o Pisotear”, “Juan Sin Miedo”, “Estrella de los Mares”… Tras los primeros temas, Ismael Cámara se fue dirigiendo al público en diferentes momentos, y no simplemente para dar las gracias. Ya en redes sociales prometían que iba a ser una noche muy especial y no voy a engañar a nadie si digo que su nueva canción “A2” (la cual no tocaron en directo: ¿será una señal?) me genera sospechas. Porque no es simplemente un resumen de su iniciales, sino porque puede recordar a la palabra adiós, y el video te deja con una cierta desazón. ¿Hay algo de realidad en él?
Quiero creer que no, aunque él mismo dijera que íbamos a disfrutar de esa noche como si fuera la última. Según contaba más adelante, el año pasado había sido muy duro, lo cual te hace pensar cuántos altibajos emocionales les han hecho pensar en muchos futuros posibles del grupo. Y quizás por esas sensaciones había que disfrutar del momento, de lo que te apasiona, de esas canciones que ves que el público no para de corear: “Hola y Adiós”, “Scarlett” y “Camino de Ronda” son buena muestra de ello.


Aunque da igual que sean esas, o “Regional Preferente”, “Qué quieres de mí” o “La Mujer y el Monstro”. Te las cantarías todas porque las canciones de Apartamentos Acapulco tienen un alto componente de empatía. Es la sencillez y la cotidianeidad de lo que te cuentan: unas sensaciones, que a veces te las tomas con cierto humor y otras con cierta languidez, que te resultan familiares. La sutileza interpretativa de Angelina e Ismael es capaz de traspasarte, hasta que interiorizas unas letras que parecen leerte, que son parte de ti. Y de ellos, pues en ocasiones se notaba esa intimidad creativa: los ligeros cabezados de Ismael en el hombro de Angelina decían tanto como cualquiera de sus canciones.
Si a esa capacidad de disección le sumamos otro de sus dones, tenemos la experiencia orgánica al completo. Porque les encanta venirse arriba en directo, y en esta ocasión más de lo habitual. Les encanta tocar alto, jugar con la distorsión, embelesarse en las partes instrumentales, que se hacen enormes e hipnóticas. Las canciones se transforman en directo, tanto que se podría decir que tienen tantas vidas como interpretaciones en directo. Puede que en las primeras canciones sea más moderado pero a medida que se acerca el final, se “desmadran”: a medida que Angelina inclina su cabeza y su melena sabes que va a exprimir al máximo su teclado, mientras Ismael parece fusionarse con su guitarra, sus pedales y el amplificador y Jorge explota las posibilidades rítmicas de su batería, que en ocasiones parece quedar en segundo plano en lo grabado.
Aún con la amargura de ciertas canciones, un concierto de Apartamentos Acapulco acaba con una sonrisa. ¿Nos conformaremos con que esa reacción vuelva a repetirse en marzo de 2021?