Presentaban su segundo disco Tres Peces (Lago/Cráter, 2019)
Que tu concierto de presentación coincida con el de Pony Bravo es una faena, pero quizás esa noche merecía la pena apostar por los sentimientos en estado puro, por una suerte de destilado emocional que te descubre otra forma de erizarte el vello. Porque ni en el disco ni en el concierto Fario se plantean algo convencional: hay una especie de necesidad de convocar lo esencial de cada uno de nosotros, casi como si fuera un ritual.
Por eso no dejaron ningún detalle al azar. Ni los teloneros, que venían con letra pequeña. Sí, porque Paco Loco, Muni Camon, Esteban Perles y Pablo Errea bien merecen una aclaración para saber que son ellos quiénes están detrás de Tipos Bravos. Una impecable sesión de rock de corte clásico, con trazas de experimentación: pueden permitírselo. Porque ninguno de ellos son precisamente unos novatos y tienen esa sabiduría que les permite hacer lo que quieran. De hecho, dado que es casi un grupo creado ad hoc, te da por pensar qué no han tenido mucho tiempo de ensayo.
¿Y lo necesitan? Diría que no: con muy poquito sacan lo mejor de cada uno de los instrumentos, y entre medias, Paco Loco tiene tiempo de hacer pequeños chistes. Que si son un grupo que se ofrecen como teloneros, que lo mismo no volvemos a ver un concierto hasta dentro de veinte años, que aprovecháramos para divertirnos con ellos, porque lo siguiente era bastante más triste… Daba igual no conocer las canciones, porque esa combinación de maestría, rock y humor es altamente adictiva. Tanto, que te dan ganas de mudarte al Puerto a ver si se te pega algo de ese don musical que parece circular por la ciudad.
Tras ellos, era el momento de lo trágico, como hubiera dicho Paco Loco, pero no tengo claro que Fario lo sea tanto. Porque es otro ritmo, otra visión lo que ellos representan: es un universo que va más allá de lo humano, que conecta con la naturaleza, que no se puede controlar según parámetros humanos, que se deja llevar por lo emocional. Por eso, quizás, requieren de una presentación sobre el escenario diferente: una suerte de ensoñación, con el suelo cubierto de pedacitos plateados, y tres globos gigantescos que parecían pequeños satélites, en la que ellos tres se presentaban en línea, con el protagonismo repartido, arreglados en consonancia al ritual que iban a llevar a cabo.
Así, poco a poco, fueron descubriendo Tres Peces (Lago / Cráter, 2019) y la vitalidad que cobran en directo. Porque puede que el disco en sí dé, en ocasiones, una sensación de languidez, pero en directo cobra un vigor sorprendente. Se podría decir que “culpa” de ello lo tiene la batería de Montse, en la que domina el tom y la caja sobre el metal, pero el bajo y la guitarra no se quedan precisamente por debajo. De hecho, el desarrollo instrumental no se diluye, sino que cobra una especial fuerza (sospechamos que la mano de Rául Lorenzo como técnico de sonido influye), sin ensombrecer el carisma vocal de cada uno de ellos: el tono lírico de ellas, modulado según el carácter del tema, frente a la voz casi crooner de él.
De esta manera, cada canción se fue convirtiendo en un mundo propio, que resaltaba por algún detalle. Puede que entre todas ellas, muchos nos quedáramos con “Federico”, pues los propios Fario dudaban de que sonara en el concierto: la voz cargada de sentimiento de Montse y ciertos toques de psicodelia lo convierten en un tema muy especial. La sosegada simbiosis de María con su canción “Mar”, la grave voz de Javi convertida en rumor de “Chasco”, el recorrido sideral que sugiere “Viajera 2”, en el que contaron con los sintentizadores de Carlos Mestas, los juegos de voces que hacen Montse y María en temas como “General Invierno” o “Volcán” (una pena que en “Tempelhof” el volumen se desmadrara un poco”), el cierre intimista de “A un hombre abierto”, con la mínima instrumentación posible…
Son miles de detalles los que te encuentras en un concierto de Fario, tantos que es toda una experiencia que merece vivirse aparte de lo que escuchas en lo grabado.