Era uno de los platos fuertes del ciclo Crew Nation Presenta
Creo que el Primavera Sound no se imaginaba qué iba a significar en un futuro cercano el concepto de “nueva normalidad”. Ni nosotros, la verdad. Quién nos iba a decir que disfrutaríamos sentados de un concierto de Triángulo de Amor Bizarro. Porque así dicho parece algo contra natura, porque hasta el más sosegado tiene ganas de meterse en el pogo, ¿pero seríamos capaces de vivir un concierto bajo las nuevas condiciones? Crew Nation Presenta es la prueba perfecta, con todas las situaciones posibles según el estilo de música, y lo más importante, busca recaudar fondos para todo un gremio que se ha quedado en el vacío en 2020: músicos, técnicos, todo el personal imaginable que hay en salas y festivales…
También era extraño para Triángulo. El cuarteto gallego cerraba el invierno publicando su nuevo disco y la promoción se frenaba en seco con el confinamiento. ¿Cómo transmitir todo el potencial de las nuevas canciones si no era en directo? Era el primer concierto que daban tras este parón obligado, y como ellos mismos reconocían, en voz de Isa, sentían algo de respeto, de miedo, ante esta situación extraña. Sentados, con mascarillas… ¿cómo evaluar de un vistazo el cómo estaba funcionando el concierto?


Pero una cosa es la idea preconcebida ante lo desconocido que pasa por tu cabeza y otra lo que realmente ocurre. Tras comenzar con “No Eres Tú” como una auténtica frontwoman, sin bajo tras el que protegerse, y seguir con “El Fantasma de la Transición” y “Nuestro Siglo Fnord”, quedaba claro que todo iba a ir rodado. Isa había bromeado con que ellos eran la prueba de fuego para saber si seríamos capaces de estar sentados, y con el paso de las canciones reconocía cómo sentían las sensaciones del público: los aplausos, los movimientos de cabeza, los conatos de levantarse de la silla para luego sentarse, los caminos marchosos hacia la barra o el baño… Será cuestión de aprender a apreciar las emociones de otra manera, porque ahí estaban, flotando, se notaba lo que se estaba disfrutando.
¿Había alguna duda de que nos lo íbamos a pasar bien recíprocamente? Triángulo de Amor Bizarro no falla, y menos en concierto, pero sí que es verdad que había ganas de escuchar canciones nuevas en directo. Con esta premisa, configuraron un setlist impecable en el que nos mostraron algunas de las canciones del nuevo disco (“Ruptura”, “Vigilantes del Espejo”, “Asmr para ti”…), clásicos que nunca deben faltar (“Barca Quemada”, “Estrellas Místicas”, “De la Monarquía a la Criptocracia”…) y otros temas que no son tan habituales en directo (“Para los Seres Atados – A las Condiciones Terrenas”). Un recorrido de su primer disco homónimo, de 2007, hasta el último (que curiosamente también lo es), en el que quedaba clara la coherencia de este grupo que se permite evolucionar y experimentar sin que chirríe el salto entre un trabajo y otro.
Puede que tenga que ver el cuidado trabajo de Diego Castro en la mesa de sonido, que en ocasiones llegó a brillar, pero ellos ya venían con los “deberes hechos de casa”. ¿Porque quién nos iba a decir que Isa y Rodrigo funcionarían tan bien como cantantes sin instrumento, prescindiendo incluso de las cuerdas? Parece un detalle bobo, pero hay músicos que no saben cantar sin apoyarse en su guitarra, porque no saben muy bien qué hacer con el micro. Cada uno en su estilo convirtió su cuerpo en otro medio de expresión, tanto que te hacía pensar que por qué no habían probado antes.


Pero no fue la única sorpresa. Cuando llegó “Fukushima”, mientras Isa se hacía la dueña del micrófono, sin el bajo, Rodrigo dejó la guitarra y junto con Zippo desarrolló una fascinante secuencia de teclados y sintetizadores, con una batería en la que Rafael Mallo demostró cómo se modulan las sutilezas de cada tema. Y te quedabas pensando. Pero… ¿no eran un grupo guitarrero?, ¿por qué no las echo de menos?, ¿por qué no me choca con el resto de su repertorio?, ¿y cómo han llegado a esta genialidad?
Como ellos mismos han reconocido en Instagram, aquella noche fue magia, y tal y como dijo mi compañero Alberto Castro “a mí me vale”. Si para volver a disfrutar de la música en directo hay que estar sentados, se está.
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A lo que añado, sentados y seguros. En vista de lo que ha ocurrido este fin de semana, te paras a pensar en una sensación que quizás pasaste por alto, por las ganas que teníamos del concierto y lo raro que era no estar cerca de un pogo: la seguridad. El cuidado milimétrico de todos los que allí estaban para cumplir con los protocolos marcados. Quizás eran pesados porque eran algo nuevo, pero una vez allí no te impedían disfrutar de la música. ¿Te sientes igual de tranquilo y seguro en otros espacios? ¿En el trabajo, en el metro, en las terrazas? Si nada de ello ha parado, ¿por qué tiene que hacerlo la cultura?

