Crónica del Mad Cool 2022: El reencuentro

Por Javier Benítez 0

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Tres años después volvimos a nuestra cita con el Mad Cool y parecía que no había pasado el tiempo. Después de una pandemia que desencajó al mundo uno llega al recinto de Valdebebas y tiene una sensación familiar. Y engañosa también. Ves a los asistentes llegando, escuchas el sonido que viene de los escenarios, y uno puede pensar erróneamente “tampoco fue para tanto”. Pero sí que lo fue, y todavía lo es en cierto modo, así que nos encontramos con la obligación de vivir los conciertos y celebrar la música, ahora que por fin podemos. El reencuentro es placentero. El recinto está más o menos como lo recuerdo, con alguna diferencia en las carpas. La disposición de escenarios es la misma. Veo el escenario principal e intimida con su tamaño, tal y como recordaba. Y veo las barras con personal de sobra y poca gente pidiendo, una visión alentadora. Vamos a ver cómo evoluciona esto.

Miércoles 6

Wolf Alice

Empezamos nuestra andadura con Wolf Alice. Nos trajeron su sonido de herencia noventera con toques folk, eso sí, con un sonido quizás demasiado atronador para su propuesta. Ellie Roswell es cada vez mejor cantante, y el grupo ha ganado confianza con los años. Terminaron con “Don’t Delete the Kisses”, ese himno en parte hablado y en parte gritado a los cuatro vientos.

Había ganas de ver a Placebo después de tantos años. El tiempo parece no pasar por Brian Molko y Stefan Olsdal, tanto en su aspecto físico como en su manera de hacer música. Con un repertorio fuertemente basado en su último álbum, el correcto Never let me go, demostraron que sus temas nuevos encajan bien con sus clásicos. Sin embargo, la gente sigue celebrando más “Special K”, “Slave to the Wage” o “The Bitter End”, recordando aquella banda de la que nos enamoramos hace 25 años.

Después nos acercamos al escenario principal para ver a Metallica. Ya sabemos que para sus fans esta banda es una auténtica religión, y a juzgar por el número de camisetas que se veían en el recinto, habría muchos creyentes en su concierto. Como siempre, la fidelidad de los fans del metal está fuera de toda duda. Después su introducción habitual, con la escena de las tumbas de “El bueno, el feo y el malo” en las pantallas y la música del maestro Morriccone, salían los cuatro miembros de Metallica para tocar “Whiplash”en una pequeña tarima de unos pocos metros cuadrados, separada del escenario. La grandísima banda, tocando en un pequeñísimo espacio. Esto solo duró tres canciones, pasando después a usar el escenario en toda su extensión, con un energético Lars Ulrich ocupando el centro. El repertorio, como siempre enorme. “Enter Sandman” y “Nothing Else Matters” no tardaron en salir. Hubo algún momento de pequeño bajón, como cuando tocaron “Dirty Windows” del disco St Anger, que James Hetfield aprovechó para reivindicar. Es un disco flojo, James, no pasa nada, le puede pasar a cualquiera. La traca final, increíble: “Fade to Black”, “Seek & Destroy”, “Damage Inc”, “One” y “Master of Puppets”. La banda muy bien, aunque no sean la apisonadora que eran al principio de los 90. Recordemos que están celebrando sus…¡40 años!. Hetfield muy hablador, invitando a todo el mundo a unirse a la gran familia que es Metallica. Me pareció conmovedora y acertada su breve disertación sobre el suicidio cuando presentaba “Fade to Black”, animando a la gente a hablar de ello y recordando a todo el mundo que no están solos, porque tienen a la familia de Metallica de su lado. Al final, fuegos artificiales y dos horas de riffs apoteósicos.

Y después de un concierto masivo ¿qué mejor que uno pequeño? En uno de los escenario-carpa tocaron The Last Internationale, con su rock energético y la increíble voz y presencia escénica de su líder, Delila Paz. Tremenda descarga de rock con mensaje, con una tripleta de canciones como son “Wanted Man”, “Soul on Fire” y “Hard Times” que hace pensar que esta banda está llamada a cotas más altas. En el final de la jornada hay que resaltar el punto negativo de las dificultades para volver a casa, que se iban a reproducir también el resto de las noches. La cola para coger un taxi debería entrar por su longitud en el libro Guiness de los records.

Jueves 7

Nothing But Thieves

Llegamos al recinto a la hora de los valientes para ver a Nothing but Thieves. Se me escapa por qué pusieron un grupo tan popular (y tan bueno) a las 18:40, pero no fuimos pocos los que nos animamos a ver a los ingleses a plena luz del día. Con un escenario Region of Madrid lleno, desgranaron un set list corto pero efectivo, lleno de hits, que terminó con “Amsterdam” e “Impossible”. Pronostico que de aquí en adelante los veremos tocando en horas más tardías.

El concierto de Deftones no sonó bien. Y el hecho de que otros conciertos en ese escenario principal sí sonaran bien me hace pensar que su técnico buscaba ese sonido, que era algo deliberado, con unos graves atronadores que tapaban el conjunto. Eso deslució un poco el gran concierto que se marcaron Chino Moreno y sus secuaces. Sin el guitarrista Stephen Carpenter, declarado antivacunas que no ha podido salir de Estados Unidos para el tour europeo, pero con una banda bien engrasada y un Moreno entregadísimo, los de Sacramento hicieron un repaso por su ya extensa discografía, tocando temas desde Around the Fur hasta el más reciente Ohms. Unos pocos momentos más atmosféricos, como “Sextape”, rodeados de muchos de pura furia, como “My Own Summer (Shove It)” o “Headup” en la que contaron con la ayuda del vocalista de Fever 333. Un gran concierto, lástima del sonido.

St Vincent

En contra de la elección más multitudinaria (The Killers en el escenario principal), elegimos ir a ver a St Vincent. A pesar de que, a priori, Annie Clarke lo tenía todo en contra: la mayoría de los asistentes estaban a otras cosas y aquello parecía más un concierto de los de primera hora, desde el principio quedó claro que los pocos que estábamos allí sabíamos a lo que íbamos y eso fue en beneficio de un gran ambiente y una sensación de intimidad difícil de encontrar en un macrofestival, algo que ella también pareció agradecer. Ante un público entregado desde la primera nota y apoyada sobre una gran banda, sin duda la mejor con la que uno ha podido verla, comenzó fuerte con “Digital Witness“y fueron cayendo sin pausa las canciones más destacadas de su último disco como “Down”, ”Daddy’s Home” o “Pay Your Way In Pain”, entremezcladas con nuevas versiones de otras anteriores más conocidas adaptadas al sonido setentero de su trabajo más reciente, como “Cheerleader”, “Los Ageless” o “Fear The Future” y pudimos ver a una Annie más camaleónica que nunca: teatral en las coreografías y cuando interactuaba con su banda, reivindicativa criticando el recorte de derechos a las mujeres en su país, virtuosa y contundente a la guitarra (apabullante “Your Lips Are Red” , su única concesión a su pasado más lejano), pero también cercana y emocionante: la mitad de “New York“ la cantó subida sobre el público de las primeras filas, donde terminó ondeando sonriente una bandera del arcoíris que le habían acercado desde los fans. Una maravilla de concierto que concluyó con “The Melting Of The Sun” y su final a capela mientras los músicos se despedían uno por uno, y que sin duda quedará para el recuerdo de esta edición del Mad Cool. Esperemos que esta vez no tarde ocho años en volver por Madrid.

A última hora de la noche Foals tiraron de oficio. Desgranaron un cuidado setlist para los que aún quedaban con ganas de más, con unos visuales muy psicodélicos que daban fuerza a su propuesta. Comenzaron dándole cancha a su nuevo y bailable disco Life is Yours con “Wake Me Up” para a partir de ahí hacer un repaso a su extensa discografía. Fueron muy celebradas “My Number” e “Inhaler”, esta última dentro de la parte final donde los británicos mostraron su cara más guitarrera y violenta con “Black Bull” y “What Went Down”. El cierre no podía ser otro que con su coreada “Two Steps, Twice”. Buen fin de fiesta para la segunda jornada.

Viernes 8

HAIM

Ya desde el mediodía sabíamos que Black Pumas causarían baja por enfermedad. Un palo tremendo, pues había mucha gente esperando su concierto con ganas, así que nuestra tarde arrancó con Haim. Salieron las hermanas uniformadas y repartiendo su simpatía habitual, entre ellas la guitarrista Alana Haim, que recientemente ha demostrado su talento como actriz en la notable “Licorice Pizza” de Paul Thomas Anderson. Haim es una banda que se crece en directo, que parece ser el medio natural de estas chicas. Una serie de canciones de pop rock pegadizo como “Forever”, “I want you back” o su himno “The Wire” hicieron el resto. Por cierto, nunca había estado expuesto a las expresiones faciales de la bajista Este Haim, y todos tenían razón: es imposible dejar de mirarla.

The War on Drugs es un grupazo, pero quizás un grupazo demasiado serio. Para ellos lo principal, y en realidad lo único, es la música. Por lo tanto, el sentido del espectáculo se puede resentir un poco. Como anécdota, un amigo que no los conocía me dijo “estos son unos tristes, no creo que aguante dos canciones”. Vaya por delante que no comparto esa opinión, pero puedo entender que alguien que no conozca a la banda piense eso. El setlist estuvo vertebrado por temas de su último disco I don’t live here anymore, con un par de guiños a A Deeper Understanding y otro par al excelso Lost in the Dream. Sonaron muy, muy bien, desde la grandiosa guitarra de Adam Granduciel hasta los arreglos de teclados y saxo. Y tengo que decir que escuchando “Red Eyes” tuve uno de esos momentos de conexión con el universo que son tan raros de conseguir. Un concierto sobrio para los nuevos, pero un gran concierto para los fans. Por cierto, mi amigo al final aguantó cinco canciones.

Muse

Un rato después, y tras haber visto de refilón la vuelta de Incubus a los escenarios españoles (lo poco que ví me pareció más que correcto, por cierto), fuimos a coger sitio para el plato fuerte de la noche. Mientras esperábamos la salida de la banda, me surgió una pregunta ¿es Muse la banda más grande del siglo XXI? No la mejor, ni mi favorita…¿es la que más entradas vende? ¿la que más gente arrastra? Es una duda razonable. Agradezco que el logo de Muse sea elegante y nada estridente, porque en la jornada del viernes había tantas camisetas de la banda que estaba literalmente por todas partes. El concierto, lo que nos imaginábamos: emoción cuando salen, confusión con los temas nuevos, éxtasis con los grandes clásicos. “Pressure”, “Madness”, y un poco de “Hysteria”. Suena “Time is Running Out” y se levanta un festival entero. Abrazan el barroquismo con “Plug in Baby” y aquello parece que se cae. Máscaras, cabezas gigantes, pirotecnia, guantes-sintetizadores con leds y chalecos con más leds. Apoyados por un teclista, el trío de Devon fue una apisonadora. Además, parecen tenerlo perfectamente controlado. Es como si hubieran descodificado la fórmula y ya solo supieran repetirla cada vez mejor. Terminaron con una “Starlight” que descubrimos que suena perfectamente bien sin guitarra, solo con ese bajo tan particular, teclados y batería. Después en el bis, otra canción nueva, poco conocida pero muy potente, y el delirio estructural y compositivo que es “Knights of Cydonia”. Venimos a por lo nuestro y nos lo dieron. Larga vida a Muse.

Para terminar tenía una dura decisión. Me encanta Alt-J, y hace unos años habría ido a verlos sin dudar, pero la fama de Zeal & Ardor no para de crecer, y lo que he oído en estos últimos meses me llamaba mucho la atención, así que decidí ir al escenario Ragion of Madrid para verlos. No me arrepiento de mi decisión. La banda es única, y su directo, arrollador. Los temas que trata pertenecen a la habitual imaginaría del heavy metal; canciones como “Church Burns”, “Death to the Holy” o “Devil is Fine” van por esos derroteros. Y en su música se puede encontrar la influencia del black metal en la afinación de las guitarras y en las voces guturales. Pero hay más: hay blues, hay soul, y hay muchas ideas poco exploradas en las bandas de metal. Me encanta la formación con el líder Manuel Gagneux en el centro flanqueado por los dos cantantes de apoyo, ya que las voces juegan un papel fundamental en su música, tanto las limpias como las guturales. Salí fascinado del concierto, y estoy seguro que no fui en único. Pero todo eso tuvo un precio, y el que tuvimos que pagar los que nos quedamos hasta el final fue una vez más la pesadilla de volver a casa, con transportes insuficientes y esperas interminables.

Sábado 9

Con un intenso calor comenzamos la cuarta jornada del Mad Cool. Primero vimos a Leon Bridges con su magnífica voz sanadora, reiventando la música negra para acercarla al gran público. Rock, blues y ritmos africanos, todo ello pasado por el filtro soul de la preciosa voz de Leon. Qué mejor manera de empezar la tarde que con canciones como “Texas Sun” y “River”.

Pixies

Iba a ver a Pixies con algunas reservas ya que por un lado se trata de un grupo legendario con una influencia enorme en las bandas del indie original, pero por otro la única vez que los había visto, su implicación me pareció escasa. Esta vez demostraron tocar con una actitud algo mejor. Algo, no mucho. Tocaron bien y nos dieron lo mejor que tienen, sus grandes canciones. Empezaron con una “Gouge Away” de arranque un poco lento, y fueron insertando sus éxitos progresivamente: “Isla de Encanta”, “Caribou”, “Gigantic” (correctamente cantada por Paz Lenchantin, otro de los factores que me creaban dudas). Más adelante cayó “Where is my Mind”, probablemente la canción más popular de la banda. Y después una traca final compuesta por “Here comes your Man”, “Bone Machine” y “Debaser”. Un concierto con ese setlist no puede ser malo, pero me quedé con la sensación que podría haber sido algo más.

Algo similar me pasa con Kings of Leon. Son buenos, tienen experiencia, tienen muy buenas canciones y unos cuantos hits ¿Por qué no acaban de rematar? ¿Por qué te quedas con la sensación de que ha sido un concierto…soso? Creo que tiene que ver con la personalidad de sus componentes. Pero en fin, a un concierto en el que suena “The Bucket”, “Pyro”, “Closer”, “Crawl” (nada menos que seis canciones del Because the Times), “Molly Chambers” y termina con “Sex on Fire” no le voy a poner más pegas. Caleb Followill sigue teniendo una voz que enamora y estos temas siguen siendo igual de buenos, aunque el tiempo haya pasado.

Florence + The Machine

Y si los anteriores tenían las canciones, la presencia escénica la tiene Florence Welch. Hay gente que ha nacido para estar en un escenario. Ayer hablábamos de Annie Clark aka St Vincent, que es buen ejemplo de ello, y hoy de la líder de Florence + the Machine. Salida de un cuadro prerrafaelita, Florence vino a mostrarnos quién es la jefa. Abrieron con “Heaven is Here”, toda una declaración de principios. La popular “Dog Days are Over” apareció pronto. Más adelante la preciosa “Never let me go”. Florence nos habla, envuelta en su túnica cual deidad, y parece una ceremonia. Nos confiesa que tuvo problemas con el alcohol, pero nos anima a seguir adelante. Hablar de querer a los demás y quererse a uno mismo. Deja la sensación de que, además de ser una estrella, es una bellísima persona. Para terminar , “Shake it Out” y “Rabbit Heart (Raise it Up)”. Terminamos con el regusto de que habíamos visto algo grande.

Cerrar la jornada después de Florence + The Machine no era tarea fácil, pero eso no pareció preocupar a Royal Blood, que salieron a por todas. El dúo británico no dio tregua en su actuación, con un Mike Kerr asombrando con el funcionamiento de su bajo (¿desde cuándo un bajo puede hacer tantos sonidos?) y un Ben Thatcher desplegando alardes de virtuosismo desde su batería. El repertorio sigue estando fuertemente basado en su primer álbum homónimo, reservando “Figure it Out” y “Out of the Black” para el fin de fiesta.

Domingo 10

Llegamos al domingo muy justos de fuerzas, y con una temperatura progresivamente mayor cada día. Aunque había cola a la llegada, el recinto parecía algo desangelado, con varios escenarios sin funcionar, al igual que algunas de las barras. En esta jornada reducida vimos a Two Door Cinema Club, un grupo habitual en nuestros festivales que sigue siendo bastante efectivo. Extraño ponerlos a tocar en el escenario The Loop, pero su cuidado juego de pantallas lo agradeció.

Two Door Cinema Club

No puedo dejar de mencionar que en un momento que pasamos por la carpa Mad Cool by Mahou, la de las sorpresas, estaba Chimo Bayo pinchando…temas de Chimo Bayo. Y cantando, también cantando. Con Natos y Waor la gente estaba muy entregada, pero la sucesión de letras desafiantes y lugares comunes del hip hop acabó agotándome. Supongo que no soy el target para un grupo así.

El cabeza de cartel del domingo era Jack White, al que le dieron las llaves para cerrar el festival. Empiezan una jam tocando detrás de un telón, el telón sube y tocan la primera, “Taking me Back”, del disco nuevo. Y después de tocarla, Jack se va y le siguen sus músicos. Unos minutos en los que no pasaba nada, y empezamos a pensar que algo iba mal. Después vuelve la banda sin Jack, y se ponen a improvisar otra jam. La preocupación crece, pero después de otros cuantos minutos, Jack vuelve como si no hubiera pasado nada. Parecía que el susto había pasado (con Jack White nunca se sabe) y el concierto, ahora sí, parecía que empezaba. Jack toca varios temas de su disco nuevo, pero lo que la gente pide y busca son temas de su antigua banda, los inolvidables The White Stripes. Y caen “Black Math”, “Hotel Yorba”, “Hardest Bottom to Bottom” y “Fell in Love with a Girl”. Entre los temas de carrera posterior, quizás el más aplaudido fue “Love Interrupted”, aparte de “Steady, as She goes”, de otra de sus bandas, The Racounters. Ante ese escenario iluminado en azul, y con una misteriosa estatua de un chico con una guitarra, vimos como el concierto se desarrollaba adecuadamente y respiramos aliviados. Por cierto, de esa estatua Jack White no ha contado mucho, pero dice que contiene misterios aún por desvelar. En un momento vi a Jack susurrándole algo a la estatua al oído. Pagaría por saber qué dijo. El fin de fiesta no podía ser otro que “Seven Nation Army”, canción que me parece buenísima pero a la que estoy empezando a coger un poco de manía, en gran parte por el tratamiento futbolero que le da el público en los conciertos. Hay que decir que Jack, lejos de cortarlo, animaba a la gente a seguir coreándola. Aún resuena en mis oídos. Y con esos ecos fuimos abandonando el recinto, para una vez, enfrentarnos a la odisea de la vuelta a casa.

Y es que este Mad Cool ha estado marcado por eso: si bien la gestión dentro del recinto ha sido buena, con las barras funcionando bien y los conciertos sonando aún mejor (en la mayoría de los casos), el tema del transporte ha sido el principal punto negro. Cada noche afrontabas las últimas horas con la desazón propia de no saber cómo podrías volver a casa. Y quizás el principal error fue favorecer a la empresa Uber en detrimento de los taxis tradicionales. Permitían a los vehículos de Uber llegar al recinto, mientras que ponían trabas para que los taxis se acercaran. No hay que olvidar que la empresa de VTC es patrocinadora del festival, era normal un cierto privilegio, pero en muchos momentos de la noche cualquiera ayuda hubiera sido necesaria. El refuerzo del metro estuvo bien pero insuficiente. El cercanías era inservible a partir de medianoche. ¿Se supone que deberíamos ir al festival en nuestros propios vehículos, con el peligro que eso conlleva? Todo esto será menos relevante (espero) el año que viene, en el que Mad Cool contará con nueva ubicación. Esperemos que estos problemas se resuelvan y podamos disfrutar sin preocupaciones de un festival que, en todo lo demás, se ha convertido en un referente en el circuito de festivales de verano.

Galería de fotos del Mad Cool 2022

Fotografía de portada: Público durante el concierto de Metallica por Paco Poyato.

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