«El mejor del mundo» de Juan Tallón

Antes de empezar con esta crítica, quiero dejar claro que, para un servidor, “Obra maestra”, la anterior novela del prodigio ouresán, fue la lectura más sorprendente y relevante que nos proporcionó 2022.

Dicho esto, las ansias por recibir una nueva muestra de genio por parte de Juan Tallón han ido creciendo con el paso de los meses, hasta que llegamos este nuevo retoño en su trayectoria, ni más ni menos que la historia de un empresario gallego, director de una funeraria, con la que se adentra en el sector de lujo a través de una serie de acciones y viajes al extranjero que van a cambiar su entorno hasta unos niveles de delirio hiperrealista, pero delirio, al fin y al cabo.

Con esta premisa, el cómo articular una historia adictiva en base a estas raíces temáticas se vuelve a convertir en el oremus de un Tallón excelso en su capacidad para normalizar la extrañeza que rodea nuestras vidas, día a día, en familia, en el trabajo, con un padre al que odias por haber heredado un negocio que detestas.

Como no podía ser de otra forma, la fluidez con la que brotan los diálogos vuelve a ser uno de los puntales creativos de un escritor que, visto lo visto, se encuentra en estado de gracia. Uno que siempre intenta superarse a sí mismo, aunque bien es cierto que para la ocasión estamos ante un ejercicio no tan perfecto como lo fue su novela anterior. Aun así, “El mejor del mundo” cumple de sobras las expectativas a través de una lectura que desborda por lo que carecen el otro noventa y nueve por ciento de novelas que se publican: ingenio a raudales y, sobre todo, el propósito natural de escapar de los algoritmos estilísticos que definen el panorama literario. Uno del cual Tallón vuelve a demostrar que es uno de sus más afinados e inspirados renovadores.

En definitiva, para quien ya conozca las virtudes del escritor gallego, “El mejor del mundo” va a suponer otro buen trago de dependencia hasta su próxima novela. Desde el otro extremo, para quien no lo conozca, no sé a qué narices está esperando para dejarse atraer por su estrambótica fauna humana, tan fantástica como reconocible para cada uno de nosotros.