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Underfest, o el triunfo de ir a contracorriente

Por Marcos Gendre 0

Tahiti 80 Underfest

Underfest, o lo que es lo mismo, uno de los pocos ciclos de música de hoy en día que escapa de la vertiente clónica derivada de la red de festivales generalista. Ya con un buen puñado de ediciones a sus espaldas y a lo largo de tres días, más un jugoso extra de conciertos posteriores, los locales, auditorios, espacios al aire libre y museos de Vigo se convierten en los ejes escénicos sobre los que este año se pudo disfrutar de clásicos del post-punk nuevaloreo como Pscyhedelic Furs o de grupos indie galeses tan especiales como The Tubs.

Y entre medias, un mundo. Uno marcado por una deriva que, lejos de caer en la vertiente nostálgica sin más, sirve como claraboya para acercarnos a talentos emergentes, pero también a la hora de, precisamente, programar a esos grupos que se escapan de la órbita generalista de festivales comentados anteriormente.

Todo en Underfest bascula entre un espíritu indagador, casi inexistente en el resto de propuestas festivaleras de nuestro país, y una orientación claramente divulgadora, ya no sólo a la hora de descubrirnos proyectos tan interesantes como Incurable, con ecos de Animal Collective y el dream pop psicodélico más orgánico, sino también por pregonar la relevancia de la (verdadera) cultura de salas. Así es cómo se pudo disfrutar de conciertos como el de Chucho, en su treinta aniversario como grupo, pero también de abrirnos a mercados tan cercanos y lejanos, al mismo tiempo, de nuestras coordenadas como lo es el francés. De dicho universo se pudo disfrutar de unos clásicos como Tahiti 80.

Desde Alicante, también pudimos asistir al aquelarre post-todo del marciano (no se le puede denominar de otra forma) Nestter Donuts, de ese tipo de propuestas eminentemente freak, ajena al radar de los circuitos musicales la cultura del playlist. Tan extremo como esclarecedor fue que su puerto de embarque en Galicia fuera Underfest. De esa clase de apuestas que conviene cuidar con cariño para que puedan seguir enarbolando la bandera de lo inaudito como forma de acercarnos a la experiencia musical desde una posición ajena al hastag “yo estuve aquí”. A eso y a demás horrores derivados de una cadena de música fast-food para todos los públicos únicamente preocupada por el puñetero like y la necesidad de convertir en experiencias egocéntricas algo pensado para la empatía en comunidad.