The Parrots vs. OHMYCAT, la noche más salvaje
Por 12 diciembre, 2014 12:090


Las sesiones OHMYCAT Live cerraron el mes de noviembre con la llegada de The Parrots a Sevilla. La Sala X, el nuevo hogar de las fiestas del gato, recibió bien entrada la madrugada una sacudida de los loros madrileños que mantuvo a la pista de baile en movimiento hasta el amanecer.
Una apretada agenda se leía en el luminoso frontal. La sesión más temprana estaba reservada para tres bandas locales que presidían el cartel del primer Festival de Música Muda. Blusa, Kaufer y Santacruz eran los participantes en esta muestra de las corrientes de rock instrumental que se agitan en la ciudad, desde aquellas de patrón progresivo, delicadas y cercanas a la psicodelia, hasta las más salvajes, impulsivas y ácidas. Aún se oían los últimos acordes de guitarra cuando los chicos madrileños cruzaban las puertas y la noche viraba hacia terrenos más movedizos.


Arremolinándose a las puertas, las primeras pandillas de universitarios llegaban preparados para las exigencias de la noche. Zapatillas, pitillos, medias de rejilla y labios color carmín era el uniforme más visto por las cercanías de la sala, básicos en una edición donde se requería menos atrezzo que el recordado de citas anteriores. Al mirar sus orígenes, el ascenso en popularidad de las fiestas OHMYCAT fue directamente proporcional a la proliferación de los modelos imposibles en la pista de baile, sin embargo, esta vez el código de vestir se relajaba tanto como unos invitados de quienes nadie hubiese sasegurado que no acababan de abandonar los bajos del puente más cercano. Para aquellos que estén lamentando no poder volver a lucir sus galas, sí que había una línea temática en la fiesta, aunque más que hablar de una fiesta deberíamos de anunciar el combate que estaba a punto de librarse sobre el escenario.


En primera línea de la mesa de mezclas, presidía una máscara de luchador como árbitro de la velada. Bajo su vacía mirada se preparaba el primer asalto, estrategia orquestada por la pareja Álvaro y Willow, principales responsables de aquella vorágine, cuyo golpe inicial cayó sobre el público con la forma de una remesa de indie y electrónica, logrando aturdirlo sin problemas tras varias dosis del famoso licor de hierbas alemán. Bajo la naranja luz y la sombra de la cruz y el ciervo la inconsciente turba reclamaba más contundencia y cumpliendo sin dilación su deseo, se retiraba el mobiliario para dejar espacio a los pesos pesados del cartel mientras la noche se adentraba en la madrugada.
Requeridos por el clamor de la masa, Álex, Diego y Daniel tomaban posiciones y sin esperar siquiera al anuncio del segundo round por la campana ya hacían sonar el primero de los temas. A partir de ese momento, la multitud se abandonó al desaliñado ritmo de los madrileños, entregada a bailar los pegadizos riffs de guitarra y cantar a coro dejándose la garganta en cada estribillo. Si a nivel del suelo se repetían las avalanchas y los pogos, a escala de la sala, la situación no era mucho más tranquila arriba, donde Álex acababa de postrarse para sacar el sonido más turbio de sus cuerdas. El concierto avanzaba a ritmo frenético, el mismo al que se suceden las pistas en sus grabaciones, y era irresistible no cer en la tentación y entregar los pies a la pegajosa melodía de Dee Dee Dangerous o desgañitarse intentando acompañar la letra de Hello Stranger aunque sólo fueras capaz de articular deformes sonidos guturales.
Nada más acorde con el carácter de estos loros madrileños, decididos a librarse de superfluos aditivos para tomar el camino directo hacia el único objetivo, liarla por aquel local donde recalen. Utilizando el estribillo a modo de disculpa, siempre es mejor pedir perdón a pedir permiso, I did something wrong vino acompañada de una invasión de escenario que acabó con los músicos y sus instrumentos diluidos entre la multitud, primer conato de unión comunal que culminaría minutos más tarde, rozando el final del concierto. Ante la irremediable despedida, nada mejor que lanzarse a los cálidos brazos de unos jóvenes entregados mientras, a capella, resonaba una y otra vez las frases ‘…I need somebody to love, need somebody to love…’ coreadas por los presentes.


Unión sellada con un grupo que no dio un respiro en el combate, dejándonos a todos empapados en sudor y exhaustos pero esperando impacientes la próxima edición, aunque aún no nos habíamos recuperado de las secuelas. Resultado a favor de los madrileños, pero poco importaba porque al ver amanecer todos sabíamos que habíamos ganado.