Crítica: La enfermedad del domingo de Ramón Salazar
Por 11 marzo, 2018 20:360


Hace unos días se estrenaba la nueva película del director Ramón Salazar. Tras pasar por diferentes festivales como San Sebastián o la Berlinale, de los cuales la cinta ha salido muy reforzada por parte de la crítica, llegaba a las salas y yo hoy os la cuento.
La enfermedad del domingo habla de dos sentimientos a priori opuestos: amor y dolor. El abandono por parte de una madre a su hija de tan solo ocho años es un acto empañado de tristeza y un sin fin de preguntas difíciles de responder, incluso cuando treinta años después se produce el reencuentro de madre e hija y no hay palabras para describir qué siente cada una. La película es incómoda, construida desde el silencio, con un tempo lento y un ritmo interno pausado muestra del conflicto que viven las protagonistas. El relato está construido con una mirada muy precisa pero de otro tiempo, no apto para el gran público de nuestros días que busca en el audiovisual un ritmo vertiginoso.
Ramón Salazar propone un drama seco, lleno de silencios que construyen una narración donde pronunciar la palabra es un acto difícil. Bárbara Lennie encarna con excelencia a Kiara, una mujer que se construye desde el lado más salvaje, más animal y que está en sintonía con la naturaleza. En contrapunto, una Susi Sánchez que aguanta a la perfección el nivel de su compañera y nos ofrece a Anabel, una mujer de la burguesía catalana refinada en formas y modales. Kiara, abandonada por su madre, Anabel, hace treinta años, le propone a esta pasar diez días juntas en su residencia, una casa aislada en medio del bosque. Durante la convivencia nos asaltan numerosas preguntas sin mucha respuesta: ¿Cómo podemos soportar el paso del tiempo? ¿Es posible perdonar el abandono? ¿De qué forma nos enfrentamos a la muerte? Silencio. Todas estas cuestiones nos propone la cinta y el espectador debe hacer el ejercicio de reflexionar sobre ello y sacar sus propias conclusiones. Las dos actrices construyen a la perfección a dos mujeres complejas y consiguen generar una relación auténtica, llena de verdad, en la que hay que ir arrancando capas para llegar al núcleo de las emociones. De esa forma se consiguen entender los silencios, la rabia contenida, en definitiva, lo que no se dice.
Con una puesta en escena muy acertada en la que localizaciones y elementos adquieren un simbolismo potente y son metáfora de la propia historia. La ambientación muy certera, invita sumergirse en el relato tanto por lo que vemos como por lo que escuchamos; sonido ambiente muy presente y una escasa utilización de música extradiegética favorecen la construcción de la narración.
Una cinta que dividirá a los espectadores. A unos les parecerá un soberano aburrimiento y un buen momento para echar una cabezada. Otro sector se levantará de la butaca con cierto malestar e incomodidad, llevándose trabajo a casa.