Las aventuras del Capitán Torrezno volumen 2 de Santiago Valenzuela
Por 1 agosto, 2024 22:460

Desde que Santiago Valenzuela arrancó con Las aventuras del Capitán Torrezno allá por 2001 no ha dejado de crecer su condición como rara avis dentro del cómic nacional e internacional. A propósito de dicha calificación, entiéndase la misma como un piropo, ya que estamos ante al que, para un servidor, es la saga de cómics más fascinante que nos ha brindado el noveno arte en el siglo XXI. No en vano, estamos ante un ciclón de ideas, a cada cual más fascinantemente disparatada, a través de las que el de San Sebastián alumbró en su momento al capitón Torrezno, el micromundo y cientos de teorías más encerradas dentro de esta anti-soap opera castiza de ciencia-ficción. Vamos, lo que se puede entender como un género en sí mismo, además de ser una demostración de los poderes que se pueden extraer de un uso brillante del absurdo.
En este sentido, en pocos cómics el spóiler debería estar más penado que nunca a la hora de intentar explicar qué es este cómic y por qué se trata de la saga más ambiciosa que ha surgido del cómic estatal, no sólo en este siglo, sino seguramente en toda la historia del mismo. Y es que “Las aventuras del Capitán Torrezno” funciona como un gran catalizador metacultural de referencias exiliadas totalmente de su contexto natural, que en este segundo volumen alcanza niveles de inspiración desbordantes, con la recopilación de los tomos “Limbo sin fin” y “Extramuros”, con los que esta colección ya se hizo eterna. Esto se traduce en una coctelera de sabores, a priori, totalmente irreconciliables, pero que Valenzuela logra aunar en un juego de contrastes memorable. Si no, ¿a quién se le puede ocurrir mezclas referencias de Star Wars con la influencia en estilo gráfico de Velazquez y la metafísica medieval con la ciencia-ficción, y la España casposa de tabernas de mala muerte con la intriga política? A ver, dicho así puede sonar como una simple paja mental, pero nada más lejos de la realidad, ya que todo está milimétricamente hilado en tan boyates crisol de tramas y subtramas.
Más allá de la, muy degustable, densidad narrativa que ofrece este cómic, estamos ante una catedral infinita de conceptos, resueltos dentro de una aventura antológica, donde el entretenimiento no está reñido con la necesidad de armar una obra de autor, sencillamente, antológica e incomparable dentro del noble arte de la viñeta.
Dicho todo esto, no nos cabe más que agradecer la más que pertinente labor de reedición llevada a cabo por Astiberri, que nos va a llevar a más críticas futuras acerca de tan fabuloso universo del mundo de la viñeta.
