Calor, tormenta y grandes éxitos: así fue el Tomavistas 2022

Por Ana Rguez. Borrego 0

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Crónica del festival Tomavistas 2022

Y sí, la frase hecha se hizo realidad. A la tercera va la vencida. La sexta edición del festival ya pasó, y aunque la hayamos disfrutado, es hora de pensar cómo ha sido el Tomavistas 2022, de contarlo en nuestra crónica. Más allá de la espera de casi tres años, de los sucesivos carteles con los que soñábamos, de los ajustes de última hora… todos íbamos pensando en una cosa: en cómo sería ahora el festival, ahora que abandonábamos nuestra Arcadia particular que era el parque Tierno Galván.

Aquella estructura teatral era perfecta, por sonido y por visibilidad, la abundancia de sombras era una gozada, un espacio que parecía pensado para ir con niños, para iniciarlos en la música directa. Y claro, de repente pensábamos en el duro hormigón de IFEMA como algo árido, impersonal… ¿¡pero por qué!? Muchas veces se mencionan a los vecinos pero este cambio tenía bazas a su favor: una mejor accesibilidad (tanto para las personas con movilidad reducida como para las exigencias de producción de algunos grupos), fuentes, y la posibilidad de instalar mejores WC.

Con algo de calma, deberíamos pensar en los pros y contras de un sitio y del otro, sin ofuscarnos. Porque la resistencia al cambio es nuestro peor enemigo. Pero ahora toca hablar de cómo fue el Tomavistas 2022, de pasar a la crónica de todo lo que pasó en aquellos días, que va mucho más allá del problema de las barras. Algo que ha pasado en casi todos los festivales, especialmente cuando cambian de localización.

¿Quiénes subían en la estación de Mar de Cristal?

A eso de las seis de la tarde, el público que pululaba por el metro era digno de hacer un estudio demográfico. Es fácil descubrir quiénes van a un festival, pero el jueves pasado era especialmente llamativo porque se podía distinguir a qué artistas iban a ver. Por un lado, los más jóvenes, con una estética próxima al shonen y al seinen, iban a ver a Rojuu. Por otro, un sector que se aproximaba a la mediana edad, mayoritariamente femenino, iban por Rigoberta Bandini.

Entre esos dos extremos nos encontrábamos los “sospechosos habituales”, los que siempre nos encontramos en los conciertos, en los festivales, que nos quedamos en el escenario más próximo a la entrada, donde estaba Confeti de Odio. Esa joya que siempre queremos compartir con los legos en la materia, que no falla, porque es ese genio creativo capaz de empatizar a través de sus canciones con todo aquel  que las escuche. Porque describe lo que hay, porque se lo toma con cierta ironía, porque son inquietudes prácticamente universales, que van más allá de las edades.

Algo parecido a lo que ocurre con Cariño, que con tantos conciertos han superado esa sensación de primerizas y de one-hit wonder que podíamos tener. ¡Error! María, Paola y Alicia contagian sus ganas de pasárselo bien, la ácida ternura de sus letras, tan naïf como su primera “Canción de pop de amor” como esa invitación al pump it up que es “tamagotchi”, pasando por la dolida “no me convengo”. Esas sensaciones se mantuvieron con Cupido, que ganan puntos en directo. Quizás porque apenas tuvimos ocasiones de verles así tras publicar Préstame un sentimiento (2019) o porque con el tiempo el encuentro entre el trap de Pimp Flaco y el bedroom pop de Solo Astra se ha hecho indisoluble. Sonaron tan redondos que hay ganas de volver a ellos cuando lancen Sobredosis de amor (2022).

Tras estos tres grupos que nos transportaron a una idílica realidad, yo no pensaba hablar de lo siguiente en la crónica del Tomavistas 2022. Porque no pensaba verlo, escucharlo, pero dada la situación de la zona de comidas era imposible zafarse de ella. Sí, de Rigoberta Bandini, ese chiste fruto del confinamiento, con dejes de orquesta de la feria (ese repetir uno de sus grandes éxitos, esas bases que jurarías que ya las escuchaste en la anterior canción), que supuestamente hace discursos feministas con la profundidad de una tapa de yogur. La escucho y me pregunto por qué ella, habiendo muchísimos grupos que se dejan los cuernos para rozar el éxito. De mi interior salía Rafa Méndez diciendo “esto parece una fiesta de fin de curso“.

Afortunadamente, tras ella llegó una de las sorpresa de la noche. Porque muchos dudábamos de la presencia escénica de Alizzz, ese productor que tiene el don perfecto para cada canción con la que se topa, que parece preferir el estar por detrás, que parece tan tímido. Pero los que le vieron en su concierto de presentación en enero ya decían que no era así. Y tanto. Se transforma. Con sus músicos, con su actitud, con cada una de las canciones que salieron poco a poco y que se convertían en un hit en tu cabeza. Hacía vibrar al público, que bailaba y cantaba los estribillos, que no quería que aquello cambiara. Por si fuera poco, cuando sonaron las primeras notas de “Ya no vales” vimos una persona más sobre el escenario. “¡Puchito!” se oyó en diferentes puntos. La presencia de C.Tangana confirmaba que son una de las duplas más potentes de la escena musical.

Sen Senra fue el encargado de cerrar la noche con la exquisita sensibilidad y sensualidad que le caracteriza. Porque eso es lo que derrochan sus temas, su forma de cantar que casi roza el ASMR, que brilla por encima de la sutil instrumentación. Cada una de sus canciones es casi un grado más de intimidad, que te abraza y reduce el espacio en el que estamos. El único fallo, que fuera justo después de Alizzz: quizás daba algo de bajona después de tanta euforia.

 

Calor, grandes éxitos y el limitador de sonido

Solucionado el problema de las barras nos hicimos plenamente conscientes del calor que hacía. ¿Pero qué chiste era ese? ¿No era hasta dentro de unos veinte días cuando nos podríamos quitar el sayo? El caso es quejarse…

Por eso, y por las sombras, el comienzo del viernes parecía que estaba a medio gas. No por los grupos, que trataron de darlo todo con un sol que les deslumbraba, sino por el público, que buscaba las sombras y evitaba los pogos porque en esa situación era deporte de riesgo. La conversión escénica de Yawners de dúo a trío gana enteros a medida que los vemos. Porque Yawners es Elena, pero la presencia de Tomás y de Teresa hace que la sintamos más segura aún, más arropada, más fuerte, con una sensación de juventud todavía mayor. Duplo (Montgrí, 2022) ha confirmado su capacidad de hacernos eternamente jóvenes con sus canciones, una senda que ya comenzó con “La Escalera”, esa canción nueva, como decía Elena con mucha guasa.

El sol se hacía más fuerte y les tocaba a Biznaga, que casi presentaban dos discos en directo. Gran Pantalla (2020) apenas pudo tener recorrido en directo y Bremen No Existe (2022) casi nace con esa voluntad inconsciente. También porque Biznaga es un grupo de directo. Derrocha rabia, contagia las ganas de revolvernos contra nuestra existencia en forma de estribillos, su música retumba en nuestro pecho y nos hace sentirnos más vivos. Tanto que en la tercera o cuarta canción, en el mejor momento, una de las cuerdas de Álvaro se rompió. Incidentes que no hicieron bajar la intensidad de su directo.

Nada que ver con Goat Girl. ¿Por qué pensamos que con On All Fours (2021) cambiarían? Sonaba tan bien el disco que nos dijimos “oye, cómo han evolucionado desde aquel Mad Cool“. Pero no. La sensación de que necesitan en directo una inyección de vida se mantiene, o se acentúa porque en 2018 pensábamos que era cosa de su escaso rodaje.

Menos mal que aquello fue un paréntesis. E incluso te da la risa, pensando en que las comparaciones son odiosas. ¿Es necesario tener un disco publicado para sostener un concierto de casi una hora? ¿Cuánto directos tienes que haber hecho para ganarte al público? Hay que tener actitud, que es lo que tiene The Haunted Youth, una de las grandes promesas de 2022. Sin que te des cuenta, el concierto acaba y dices “¿pero ya?“: su dreampop transformado en viaje te seduce y te hace flotar.

Llega la hora de los grandes éxitos, los de Carolina Durante y los de Suede. Porque así suenan ellos, aunque sea con canciones nuevas como  Carolina Durante. Parecía que no había pasado el tiempo, que era una continuación de lo que pasó en el anterior Tomavistas, en 2019, cuando el gran público confirmaba que el grupo era mucho más que “Cayetano”. Sobre todo ahora, ya que presentaban su segundo disco, Cuatro Chavales (Sonido Muchacho, 2022). La zurra se mantiene, el público entra en frenesí, la energía fluye. ¿Qué más pedirles? Quizás que se vuelvan un poco locos en el siguiente disco, que experimenten con sus posibilidades.

Y Kevin Morby apareció, tocando la canción que da título a su nuevo disco, “This Is a Photograph”, haciendo su magia. Porque aún estoy por ver que falle, él y el resto de músicos que le acompañan. Se adapta al hábitat que se le presenta, al público más despreocupado de un festival y al que se encuentra en una sala, expectante. Sólo él es capaz de crear una atmósfera dentro del rock que te atrapa, que te hace hipersensible a cada línea melódica, a la maestría que demuestra con cada matiz emocional. Quizás se hubiera merecido que el limitador de sonido estuviera de su parte, para que hubiera nada más que él y su sonido.

La veteranía cerró el viernes: Suede y su setlist de todo éxitos, el inmortal carisma de Brett Anderson y una banda perfecta, que no baja el nivel y que demuestra que no ha perdido fuelle; Slowdive y su capacidad de crear una especie de galaxia, densa, matizada, de reinventar el dreampop con cada una de sus canciones. La duda es si no hubiera sido mejor que actuaran en orden inverso: quizás Rachel Goswell no resultara tan impasible antes de dejarnos hipnotizar por los movimientos de Brett.

Y llegó la tormenta…

Lo mismo el tiempo “somatiza” la pena del último día, de los cambios de última hora, de los solapes sin decisión prueba porque el Tomavistas ya se acababa. Parecía que corría algo de aire pero el cielo tenía demasiadas nubes, de color sospechoso.

Tras la baja de Las Ligas Menores les tocó a La Trinidad abrir el sábado. Si con Confeti de Odio ya hablaba de que era una joya que debería descubrir muchas más gente, con el cuarteto (antes trío) de Málaga pasa lo mismo. Porque son tan conscientes de sí mismos, de cómo quieren sonar, que lo trabajan e incluso se hacen guiños entre sus primeras canciones y las más recientes. Resultado: una coherencia absoluta, que suena redonda, de canciones que se reconocen tras el primer acorde y que se canturrean al llegar al estribillo. ¿Con cuántos grupos puedes decir que sucede eso?

Nos quedamos en el escenario a la espera de Kokoshca, y de todo lo que ocurriría después. Decidimos apostar por ellos, aunque al aire libre parece que se descompensan las voces de Amaia (tan fina y delicada) y de Iñaki (tan contundente). Las canciones de su último disco se merecen ser saboreadas una y otra vez en directo, aunque probablemente anunciaban lo que iba a ocurrir minutos después. Con “Asia (Canción para Iñaki Ochoa de Olza)” es inevitable que se escape alguna lágrima al escuchar el estribillo. Primeras gotas. Y a la mitad de “Aire” llegó el viento, el que movía los focos de los escenarios, y la tormenta que hizo que abrieran las puertas de emergencia por lo que pudiera ocurrir.

Y así llegó la incertidumbre, de si la lluvia pararía, de si los conciertos continuarían. Después de que el ritmo se retomara, de que supiéramos que Kings of Convenience no tocarían (aunque lo hicieron entre el público, de manera improvisada), también llegó el momento de reflexionar. ¿Qué hubiera pasado si nos hubiera pillado esta tormenta en el Tierno Galván? Sí, en 2018 nos empapamos, ¿pero qué hubiera ocurrido entre tantos árboles con viento y tormenta eléctrica? Algo bueno tenía que tener el asfalto.

Cuando volvió el horario marcado, decidimos apostar por el hat-trick de Sonido Muchacho, por La Plata. Costó un poquito que comenzaran, hasta que terminaron de ajustar los instrumentos, pero estaban dispuestos a exprimir al máximo su tiempo y hacer bailar a todos los que allí estaban (aunque Diego no pudiera por un esguince). Y se lo merecían, porque su identidad sonora se ha crecido con Acción Directa (2022): lo sintético y el post-punk se han adaptado a ellos. Cada una de sus canciones es como un resorte que te hace vivirlas, tanto que te preguntas cómo has podido echar tanto de menos el que lanzaran nuevo material.

Para cerrar la noche, la veteranía no obtuvo tan buenos resultados como en la noche anterior. Jarvis Cocker se reinventa con cada nuevo proyecto, más allá de Pulp, con sus colaboraciones en bandas sonoras, tanto que llevabas años preguntándote cómo sonaría JARV IS… Pues raro, porque las expectativas suelen convertirse en abono para la desilusión. Cada unas de sus canciones y sus intentos de hablar en español resultaban inconexos, tanto que te planteabas que a su perfil de brit-crooner le había llegado la obsolescencia programada. Las trazas de genialidad se disolvían entre movimientos torpes y un setlist deslavazado. Jarvis, hay que darle una vuelta a este espectáculo.

Y así dábamos por terminada la sexta edición preguntándonos cómo será el Tomavistas 2023. Han pasado tantas cosas que seguro que la organización necesita tiempo para reflexionar.

 

Galería fotográfica de la crónica del Tomavistas 2022:

 

Fotos por Ignacio Sánchez-Suárez.

 

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